El purpurado recibe esta distinción tras su periplo por Ecuador y Puerto Rico como delegado del papa Francisco
Tras su periplo por Ecuador y Puerto Rico como delegado del papa Francisco tanto en el Congreso Internacional Eucarístico (septiembre) como en el Congreso Americano Misionero (noviembre), el cardenal Baltazar Porras, arzobispo emérito de Caracas, vuelve al ruedo.
Esta vez con su incorporación como miembro pleno, con silla y número de la Academia venezolana de Lengua y de Historia, respectivamente. Nombramiento que se hizo en mayo de este año. El purpurado ocupará el sillón del historiador Guillermo Morón, quien fue “para mí fue, primero, un maestro y con los años un amigo”.
“No soy historiador de oficio, pero en mis casi seis décadas de ejercicio ministerial, como sacerdote y como obispo, la historia ha sido una de las disciplinas auxiliares de primer orden”, dijo el purpurado.
Recordó en su discurso de incorporación como miembro de la Academia Nacional de Historia, en Caracas, la figura de su colega y uno de sus predecesores, Felipe Rincón González, noveno arzobispo de Caracas.
“Lo hago convencido de que es un tema de actualidad no solo para refrescar la memoria histórica de la Iglesia, sino también porque es una lección institucional para todo el país, con consecuencias significativas en el presente”, acotó.
Mencionó que a lo largo de la historia todos sus colegas en Caracas han sido objeto de persecución de los gobiernos de turno. En el caso de Rincón González, plantó cara contra la dictadura de Juan Vicente Gómez (1908- 1935).
Incluso fue calumniado tras ser acusado por sectores gomecistas ligados a la Iglesia de malversación de fondos. “Tales acusaciones no resistieron la investigación, incluso pontificia. El tiempo permitió decantar la situación y poner en alto la integridad moral del calumniado y mostrar la magnitud de la maldad humana”, apuntó.
Recordó que en Venezuela se ha aplicado una mala praxis al “desfigurar la historia, ocultar la verdad y manipularla bajo coacción y represión”, por lo que “no podemos dejarnos robar la ética, y la rectitud, camino indispensable para la equidad, la justicia y el bienestar colectivo”.
El cardenal Porras también fue incorporado como miembro de la Academia venezolana de la Lengua. Se confiesa: “No soy filólogo ni poeta, sino escritor ‘de a pie’, observador de la vida cotidiana de los pueblos donde me ha tocado transitar a lo largo de mi existencia”.
Explicó que en su formación sacerdotal tuvo la oportunidad de compartir con compañeros de Venezuela e Hispanoamérica, en especial, “durante mi estancia salmantina, enriqueció mi vocabulario castellano, lo que le confirió sentido lúdico a nuevos vocablos, y analogía a muchas palabras y dichos según el uso de cada cultura”.
Así pues, hizo gala de sus conocimientos de filología al describir vocablos de la región andina, donde vivió la mitad de su vida y fue arzobispo de Mérida.
Mencionó el aporte de grandes estudiosos del castellano, “filólogos de alto calibre” como Pedro Frases o Ángel Resenblat, quienes “nos dejaron lo mejor de su sapiencia para entender la riqueza insondable del idioma de Cervantes”.
Nombró a sus colegas clérigos que también fueron miembros de la Academia venezolana de la Lengua, entre estos: los jesuitas Pedro Pablo Barnola, José del Rey Fajardo; el fraile esáreo de Armellada; y los obispos Juan Bautista Castro y Nicolás Eugenio Navarro; por supuesto, el cardenal José Humberto Quintero Parra.