“La Inmaculada no es un mito, ni una doctrina abstracta”, reivindica el Papa en la primera misa con los nuevos purpurados
El papa Francisco ha celebrado la misa del día de la Inmaculada Concepción en este 2º Domingo de Adviento con los 21 nuevos cardenales en el altar principal de la basílica de San Pedro. Una celebración en la que los nuevos purpurados han podido volver a compartir una celebración litúrgica tras el consistorio público de este sábado, 7 de diciembre en el que fueron creados nuevos purpurados y el resto del Colegio Cardenalicio presente en Roma y convocado a esta misa.
En la homilía, comentando el dogma de la Inmaculada invitó a contemplar a María como “hija, esposa y madre”. La Virgen aparece en el evangelio como “una chica joven, rica de fe, humilde y sencilla”, en ella “se refleja el amor del Padre y en cuyo corazón puro, la gratuidad y el agradecimiento, son el color y el perfume de la santidad. Aquí la Virgen se nos muestra hermosa como una flor, crecida de manera desapercibida y finalmente lista para abrirse en la total entrega de sí”
Como esposa, prosiguió el Papa, es “aquella que Dios eligió como compañera para su proyecto de salvación” ya que “respondió ‘sí’” como “servidora del Señor”, “no en el sentido de “sometida” y “humillada”, sino de persona “fiable”, “estimada”, a quien el Señor le confía los tesoros más queridos y las misiones más importantes”, clarificó Francisco. “Su belleza pues, poliédrica como la de un diamante, revela un nuevo aspecto: el de la fidelidad, la lealtad y el cuidado que caracterizan el amor recíproco de los esposos”, añadió.
Como madre está “siempre presente junto a su Hijo en todas las circunstancias de la vida” desde Caná a la cruz. “Aquí la Inmaculada es hermosa en su fecundidad, es decir, en su saber morir para dar vida, en su olvidarse de sí misma para cuidar a quien, pequeño e indefenso, se aferra a Ella”, subrayó.
El Papa alertó de la tentación de que la de María fuera “una belleza lejana, demasiado alta, inalcanzable”; pero, aclaró, “también nosotros la recibimos como don en el Bautismo, cuando somos liberados del pecado y hechos hijos de Dios. Y con ella se nos confía la llamada a cultivarla, como la Virgen, con amor filial, esponsal y materno, gratos al recibir y generosos al dar, hombres y mujeres del “gracias” y del “sí”, dichos con las palabras, pero sobre todo con la vida; dispuestos a darle lugar al Señor en nuestros proyectos y a acoger con ternura materna a todos los hermanos y hermanas que encontramos en nuestro camino”.
“La Inmaculada pues no es un mito, ni una doctrina abstracta, ni un ideal imposible; sino que es la propuesta de un proyecto hermoso y concreto, el modelo plenamente realizado de nuestra humanidad, a través del cual, por gracia de Dios, todos podemos contribuir para mejorar nuestro mundo”, reivindicó el pontífice. Frente a la “presunción de autosuficiencia” que “no produce ni amor, ni felicidad”; Francisco propone esta “belleza que salva al mundo” de María.
Sobre los nuevos cardenales destacó que “son hermanos a quienes les he pedido que me ayuden en el servicio de Pastor de la Iglesia universal. Vienen de numerosas partes del mundo, portadores de una única Sabiduría con muchos rostros, para contribuir al crecimiento y a la extensión del Reino de Dios”. Por ello pidió oraciones para ellos.