El Réquiem de Gabriel Fauré se coló a las siete en punto de la tarde por cada uno de los rincones de la catedral de Valencia. Comenzaba así el funeral convocado por el arzobispo de Valencia, Enrique Benavent, para rezar por las 222 víctimas mortales de la DANA que el 29 de octubre de 2024 azotó nuestro país.
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En torno a cuatrocientos familiares y amigos de los fallecidos ocuparon un lugar preferente de la seo en la nave central. La Archidiócesis facilitó su presencia a través de un autobús y otro tipo de transportes, debido a que las inundaciones se llevaron por delante prácticamente todos los vehículos de los municipios afectados. De la misma manera se amplió el aforo del templo hasta las mil personas debido a la masiva afluencia de fieles que quisieron participar en la eucaristía.
Rostros institucionales
Los Reyes de España asistieron a una eucaristía en la que no participó el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. En su lugar, acudieron la vicepresidenta María Jesús Montero y los ministros Ángel Víctor Torres y Diana Morant, así como la delegada del Gobierno en la Comunitat Valenciana, Pilar Bernabé. El Gobierno valenciano sí acudió en pleno, encabezado por el presidente de la Generalitat, Carlos Mazón. Junto a ellos, se encontraban los alcaldes de más de una treintena de las localidades afectadas, entre otras autoridades políticas, civiles y militares, como los presidentes de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, o el presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo.
“No hemos pretendido hacer otra cosa al convocar esta celebración: manifestar que compartimos el sufrimiento de todos, queremos estar cerca de todos y que queremos orar por todos”, enunció el arzobispo en su homilía. Benavent no solo tuvo presente a los fallecidos y desparecidos, sino también a quienes se han visto afectados “en su trabajo, los que no tienen un hogar donde vivir dignamente, los niños y jóvenes que han visto interrumpido su proceso educativo”. En definitiva, el arzobispo tuvo presente a “todos aquellos que están sufriendo de cualquier forma las consecuencias de estas inundaciones”. “Nos sentimos hermanos de todos y a todos queremos incluir en nuestra oración”, ratificó.
Miradas de dolor
Para el pastor de Valencia, “los cristianos no podemos ser indiferentes ante sufrimiento y estamos llamados a ofrecer a todos el consuelo de Cristo”. En su intervención, compartió “la tristeza” experimentada al percibir “las miradas del dolor y el sufrimiento de muchas personas” cuando ha visitado las zonas devastadas por la riada. Con este punto de partida, redobló el compromiso de los católicos por “acompañar a todos y ayudar en la medida de nuestras posibilidades”.
Sabedor de que, ante tragedias como esta, “hay dolores que no podemos curar”, sí expuso su deseo de “ayudarles a llevar la cruz” y “dar la paz que necesitan” mostrando que “únicamente en Cristo podemos encontrar el consuelo”. “Para nosotros los cristianos, la oración es también un acto de amor a quienes tenemos en el corazón”, añadió el prelado. “No dudéis de que Cristo resucitado está junto a vosotros y está abierto las puertas de la vida a vuestros familiares difuntos”, sentenció el arzobispo.
Signos de esperanza
Remitiéndose a la oración franciscana por excelencia, pidió al Señor que “ponga luz donde hay oscuridad, esperanza donde hay desesperación, paz donde hay división, amor donde hay odio. y perdón donde hay ofensa”.
En su alocución, Benavent puso en valor los “signos de esperanza” vistos en medio de la catástrofe, desde quienes “han fortalecido las manos débiles” a quienes en “las más horas más dramáticas han arriesgado su vida para salvar la de otros”. De la misma manera, ensalzó a asociaciones, cuerpos de seguridad y servidores públicos. “Una solidaridad cristiana y una solidaridad auténticamente humana es una solidaridad desinteresada”, añadió justo después.
Más allá de las diferencias
En medio de la crispación política generada en torno a esta crisis humanitaria y la desafección y sensación de abandono de las poblaciones afectadas, el arzobispo defendió que esta coyuntura solo se superará “si juntos somos capaces de ponernos en pie de mirar el futuro con esperanza, de unir nuestras fuerzas en favor de los más golpeados con la tragedia”.
Y en una oración que pareciera dirigida a los poderes públicos, el prelado entonó: “Le pedimos al Señor que las dificultades no nos lleven a caer en la insolidaridad, que las diferencias no lleguen a convertirse en divisiones, que las perspectivas distintas a la hora de afrontar los problemas no perjudiquen a los más necesitados, que los intereses propios no prevalezcan sobre el bien común”. “Solo así podremos mirar el futuro con esperanza, solo así nos podremos levantar de nuestra postración y este debería ser un fruto del corazón de todos nosotros que participamos en esta celebración”, apostilló.
Junto Benavent, concelebraron varios obispos, así como los párrocos y sacerdotes de los pueblos afectados. Además, en el lado derecho del altar, se ubicó la imagen peregrina de la Virgen de los Desamparados, que lucía un manto en color morado en señal de duelo. Una vez concluida la misa, Felipe VI y Doña Letizia dieron el pésame a las familias de los fallecidos.