En 2011, tras iniciarse en Túnez la llamada Primavera Árabe, estallaron numerosas revoluciones populares en distintos países del norte de África y de Oriente Medio; en teoría, su fin era acabar con dictaduras y promover valores democráticos, aunque a la larga, en varios contextos, fue una oportunidad para el resurgir de diversos movimientos islamistas.
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Uno de sus episodios más sangrientos tuvo lugar en Siria, donde el régimen de Bashar al-Assad reprimió por la fuerza a los manifestantes y, al poco, estalló una guerra civil que ha provocado que hasta 13 millones de sirios hayan tenido que abandonar su hogar: siete millones son refugiados fuera del país y seis son desplazados internos. Con todo, hasta hace solo dos semanas, parecía que el frente estaba estabilizado… Pero, una vez que, el pasado 30 de noviembre, la organización islaimista Hayat Tahrir al-Sham (HTS) tomara Alepo en una operación relámpago, el fin de la contienda se ha precipitado.
Exilio en Rusia
Hasta el punto de que, tras hacerse con la segunda ciudad más poblada del país, en solo unos días los rebeldes se hicieron con Homs y, el 8 de noviembre, llegaron a las puertas de la capital, Damasco, ante un ejército en retirada y sin ofrecer ninguna resistencia. Esa misma madrugada, Al-Assad huyó del país y se exilió en Rusia, tal y como ha confirmado el Kremlin. Tras ser saqueado el palacio presidencial, el hasta ahora primer ministro, Mohamed Ghazi al Jalali, se ofreció a facilitar la transición a “la nueva dirección”.
Esta la ostenta Abu Mohamed al Golani, líder de HTS y nacido en Arabia Saudí en 1982. Luchó contra Estados Unidos en Irak, en 2003, y pronto se convirtió en uno de los líderes de Al Qaeda, hasta que rompió con esta en 2016. Entonces, apostó por crear otra milicia islamista, Al Nusra, muy potente en Siria. Desaparecida esta, logró aunar a diversos grupos insurgentes en la colación que, al final, ha acabado deponiendo a Al-Assad.
Tiranía y corrupción
En estas primeras horas, la incertidumbre es absoluta. Por ahora, la única certeza es que, en este complejo engranaje político-religioso, empieza una nueva era en la que, por primera vez en más de medio siglo, la dinastía Assad no controla todo (el presidente saliente gobernó Siria entre de 2000 a 2024 tras heredar el poder de su padre, Háfez al-Assad, que lo ostentó desde 1971 hasta su muerte en el año 2000). El régimen, apoyado en el Partido Baaz Árabe Socialista, ha sostenido una dictadura de carácter laicista y lastrada por una fuerte corrupción.
También ha quedado en evidencia que las alianzas internacionales han sido claves. Así, si el Gobierno sirio estaba apoyado por Rusia e Irán, una vez que ambas potencias se han debilitado por sus propios conflictos internos (la primera por la guerra de Ucrania y la segunda por la creciente fuerza de los movimientos críticos en su interior), la caída de Al-Assad ha sido inminente. Y más cuando en frente tenía a Turquía, que ha apoyado a las claras a HTS, y a Estados Unidos, que, sin ofrecer un sostén a los islamistas, sí ha fortalecido a otros grupos opositores. Mientras, Israel ha aprovechado la crisis interna en Siria para tomar fracciones de terreno en su frontera y bombardear puntos estratégicos.
La situación de las minorías
Como en tantos otros conflictos en la región, la situación de las minorías es la más comprometida en este momento convulso. Entre ellas, la cristiana. Y es que, aunque los insurgentes han asegurado que no habrá una persecución en su contra, se desconoce qué pasos darán en las siguientes semanas.
En este difícil momento, Vida Nueva ha conseguido hablar con una fuente eclesial interna (prefiere no mostrar su identidad) y reconoce que viven en medio de una “calma tensa”. En este sentido, sienten que “el momento de la verdad será cuando las diferentes facciones que integran la coalición se sienten a negociar”.
Organización de los contrapesos
Así, aunque no hay dudas de que “el régimen de Al-Assad era hueco y corrupto”, y es lógico que algunos tengan esperanza ante su caída, admite que “a los cristianos se nos abre un punto de interrogación: en el pasado, los integristas se portaron mal con nosotros. ¿Será más de lo mismo? Todo dependerá de cómo se organizan los contrapesos del nuevo Gobierno”.
Nuestra fuente nos detalla cómo “hoy hemos estado en el Bab Tuma (casco histórico de Damasco) y en Jeremana, una pequeña aldea en los aledaños de la capital y que durante todos estos años de guerra y tensión ha ido absorbiendo a refugiados de otras partes de Siria… hasta alcanzar los casi dos millones de habitantes”. Entre ellos, “hay un gran número de cristianos”.
Preocupantes banderas negras
Como relata, “en el camino eran visibles las señales del combate: vehículos quemados, sedes de la policía secreta arrasadas, efigies de los hasta ayer todopoderosos por los suelos y en pedazos… Nos cruzamos con varias formaciones militarizadas, cada una con sus banderas y distintivos; vi entre las muchas un par de banderas negras que suscitaron varios comentarios entre nosotros, todos ellos de preocupación”.
Por ahora, “todos los edificios públicos están cerrados”. Aunque ha habido un primer avance: “Hoy hubo un primer encuentro entre representantes del nuevo Gobierno y miembros de la comunidad cristiana. También estaban presentes algunos embajadores; entre ellos, el de Italia”.
A los presentes, los miembros de la nueva Administración “expresaron su intención de gobernar para todos por igual. También insistieron en que se necesitará un cierto tiempo antes de que todos los engranajes de las instituciones estatales se pongan de nuevo en movimiento”. Mientras, “por las calles, se observan tranquilidad y muchos grupos informales conversando entre ellos”.