Este 9 de diciembre, a las tres de la tarde, la iglesia de la Reconciliación, en la localidad francesa de Taizé, vivirá una celebración muy especial: una acción de gracias “por la vida” de uno de los hijos más queridos de la comunidad eclesial gala, Charles-Eugène Magnin.
Y es que hablamos de un compromiso de casi siete décadas, pues el hermano, nacido en 1938 en Saint-Sulpice (Suiza), entró en la comunidad de Taizé en 1958, con apenas 20 años. Tras toda una vida de presencia fecunda, falleció en su hogar en la noche del 3 al 4 de diciembre de 2024, a sus 87 años, tras una larga enfermedad.
Como explica la fraternidad en un comunicado, Magnin ingresó en su seno mientras era un “joven estudiante de teología en Neuchâtel”, compaginando sus estudios entre ese cantón suizo y la comunidad francesa. Esos años los dedicó a formarse “sobre los concilios ecuménicos en el pensamiento de los reformadores”, de la mano “de su profesor Jean-Louis Leuba”.
Consagrado pastor en 1963, una de sus principales misiones en Taizé fue asistir al hermano Roger, el fundador del movimiento religioso. Encargo que desempeñó con pasión hasta la muerte de este, cuando fue asesinado en 2005 por una mujer en estado de perturbación mental.
Como secretario del prior de Taizé, acompañó a este “durante las sesiones del Concilio Vaticano II y las visitas anuales a los papas Pablo VI y Juan Pablo II”. Además, “con el hermano Roger y un equipo intercontinental de jóvenes, estuvo en Calcuta, Hong Kong, Nairobi y Temuco, a finales de los años 70, ayudando a redactar las cartas escritas en esas ocasiones para ser meditadas y discutidas en los encuentros de Taizé.
Por todo ello, en la hora del adiós, Taizé reconoce que despida a quien era su “memoria viva”, pues, además de esa labor junto al iniciador del movimiento, “de 2011 a 2023, Magnin editó los diez volúmenes de la colección ‘Los escritos del hermano Roger, fundador de Taizé’”.
Por si fuera poco, “en los últimos años de su vida, luchando contra la enfermedad, no dejó de implicarse plenamente en la vida de la comunidad. Ayudó a acoger a los refugiados yazidíes, trabajó en el jardín y en el taller de infusiones, y acompañó la publicación del libro ‘A través del telón de acero’, que relata los vínculos de Taizé con los cristianos de los países de Europa del Este” en plena Guerra Fría.
Finalmente, de destaca del hermano que, “a lo largo de su vida en Taizé, ejerció un ministerio de acompañamiento a los participantes en los retiros, los voluntarios y los hermanos de la comunidad”. Al poseer “el don de animar a los demás”, aunque “su cuerpo estaba cansado por la enfermedad”, es de admirar cómo “su espíritu estuvo alerta hasta el último día de su vida”.