Este pasado 8 de diciembre tenía que haberse celebrado la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Rumanía, a las que, tras los resultados de la primera ronda, el 24 de noviembre, debían haber concurrido los dos candidatos con más apoyos: el euroescéptico y prorruso Calin Georgescu, que aglutinó casi el 23% de los votos, y la liberal y europeísta Elena Lasconi, con un 19,8%.
Sin embargo, dos días antes, el Tribunal Constitucional rumano anuló las elecciones al considerar probado que el triunfo de Georgescu se había logrado en buena parte al valerse de “agresivos ataques híbridos” en la red social Tik Tok. Toda una campaña teledirigida que, según el órgano institucional, provenía directamente desde fuera del país. En este caso, desde el Kremlin, con la intención de beneficiar indirectamente al presidente ruso, Vladímir Putin, en su pretensión de debilitar a los miembros de la Unión Europea del este del continente.
Por ese motivo, en una decisión inédita, el Constitucional decidió suspender el proceso electoral y que el actual presidente, el liberal Klaus Iohannis, en el poder desde 2014, se mantenga al frente del Gobierno y nombre a un nuevo primer ministro que a su vez decida el nuevo calendario para que los ciudadanos acudan a las urnas.
En plena crisis nacional, la Iglesia ortodoxa rumana, la institución con más prestigio en el país, ha buscado no posicionarse y, el día 7, emitió una nota dirigida a sus clérigos y fieles para pedirles que no se sumaran a las numerosas concentraciones convocadas al día siguiente por seguidores de Georgescu y que se celebraron en buena parte en torno a iglesias.
Pese a que el actual patriarca ortodoxo rumano, Daniel, elegido en julio, es considerado como “prorruso”, su decisión de no inmiscuirse en las cuestiones políticas ha sido clara. De ahí su llamada a no participar en las protestas, calificadas como “acciones contrarias tanto a la ley como a la paz social”.
En su comunicado, recogido por EFE, se resalta que la función de la Iglesia es “promover la oración y la paz de espíritu por el bien de la sociedad”. Justo lo contrario del intento de algunos dirigentes políticos, que quisieron centrar las manifestaciones contra el Constitucional alrededor de los templos para obtener una imagen cargada de simbolismo. El propio Georgescu, al participar en una protesta, compareció ante los medios secundado por seguidores suyos que portaban cruces e iconos marianos.
De hecho, el domingo 8, incluso ciudades españolas con una nutrida inmigración rumana vieron cómo, alrededor de sus iglesias, desfilaban coches con la bandera de su país a modo de protesta.