El obispo de Alepo, Hanna Jallouf, ha reunido a la comunidad eclesial para explicar que conoce a varios líderes rebeldes y que no implantarán la ley islámica
Después de 13 años de guerra civil en Siria y, aún más, tras 53 años de dominio absoluto de la dinastía Al-Assad (Háfez ostentó el poder desde 1971 hasta su muerte en el año 2000, cuando fue sucedido por su hijo, Bashar, que ha gobernado otros 24 años), el régimen se ha desplomado en menos de dos semanas. Lo que ha ocurrido sin apenas intervención del ejército ante una ofensiva relámpago de la coalición islaimista Hayat Tahrir al-Sham (HTS), que, tras tomar Alepo en el 30 de noviembre, se hizo con Damasco, la capital, el 8 de diciembre.
Con Bashar al-Assad huido esa misma madrugada a Moscú (Rusia e Irán han sido sus grandes soportes estos años), el poder está ahora en manos de Abu Mohamed al Golani, líder de HTS y nacido en Arabia Saudí en 1982. Luchó contra Estados Unidos en Irak, en 2003, y pronto se convirtió en uno de los líderes de Al Qaeda, hasta que rompió con ella en 2016. Entonces, apostó por crear otra milicia islamista, Al Nusra, muy potente en Siria. Desaparecida esta, logró aunar a diversos grupos insurgentes en la coalición que, al final, con el apoyo clave de Turquía, ha acabado deponiendo a Al-Assad.
Ahora, la incertidumbre es absoluta, especialmente para minorías como la cristiana. Y es que, aunque los insurgentes han asegurado que no habrá una persecución en su contra, se desconoce qué pasos darán en las siguientes semanas. En este sentido, aporta algo de luz el misionero argentino Hugo Alaniz, religioso del Instituto del Verbo Encarnado que atiende a Vida Nueva desde su comunidad en Alepo, donde lleva siete años. Ante el hecho de que, en este tiempo y en “distintos lugares”, la comunidad cristiana ha sufrido “atrocidades” por parte de elementos fundamentalistas, admite una sensación de “temor”.
Pero, al mismo tiempo, admite que “muchas veces se ha puesto a todos estos grupos rebeldes bajo el mismo denominador, como contrarios a los cristianos y al resto de las minorías, pero no es así. Hay muchos líderes de este movimiento que ha acabado con el régimen a los que mueve una cuestión política, no religiosa”. Incluso, “muchos de los que pertenecían a los otros grupos más extremistas en lo religioso han experimentado un giro en su visión y la han canalizado más en lo político y en lo patriótico para aunar fuerzas y derrocar al Gobierno”.
Alaniz, que desconocía esta clave antes de que se iniciara la ofensiva de HTS contra Alepo, reconoce que quien les ha ilustrado en este sentido es el obispo Hanna Jallouf, vicario apostólico latino de Alepo desde hace un año: “Reunió en el obispado a otros obispos del norte y a sacerdotes y representantes de distintas comunidades, entre los que estaba yo. Nos contó cómo, en su día, él fue párroco en los pueblos de Idlib de donde ahora han venido varios de estos grupos rebeldes. Él conoce bien a sus líderes y está convencido de que ni vienen contra los cristianos ni contra las minorías. Tampoco van a imponer la ley islámica, la sharía”.
El que los rebeldes persiguen “otros fines” se lo confirmó a los presentes, en la misma charla en el obispado, uno de los líderes de HTS al que Jallouf invitó a ofrecer su testimonio. Algo que, para Alaniz, vendría a ratificar “la composición del nuevo Gobierno“, que ha anunciado que “va a estar temporalmente en el poder, hasta elaborar una nueva Constitución y organizar un poco el país para convocar elecciones”.
En esa reunión organizada por Jallouf, en la que durante casi dos horas pudieron conversar con uno de los líderes de la revolución, el alivio fue generalizado: “Se ve gente con ideas claras, con apertura y con un respeto hacia las minorías. Sus planes se basan en gobernar para sacar este país de la terrible pobreza en que estamos. Ha habido miedo estos días, pero ahora, poco a poco, este se va transformando en una cierta tranquilidad y esperanza”.