Silvia María Pérez González: “Hay un techo de cristal para las mujeres en las hermandades”

Historiadora

Gaditana de El Puerto de Santa María, la catedrática en Historia Medieval por la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla, fue una de las mujeres que se subió a la tribuna de ponentes del Congreso de Hermandades. Por derecho propio. Pocos como ella conocen el devenir de la religiosidad popular desde la Edad Media hasta nuestros días, como investigadora y docente, pero también a pie de calle. Lo mismo mirando atrás que deteniéndose en el presente, añade una impronta femenina al estudio del universo cofrade. De hecho, suele utilizar el término ‘cofrada’, aun cuando hay quien le ha querido poner la cara colorada tachándola de feminista exacerbada: “Está perfectamente aceptada por la RAE y en las reglas de los siglos XV y XVI cofrada aparece al mismo nivel que cofrade”. Recuerda, eso sí, que cuando en el Arzobispado de Sevilla se implanta el Concilio de Trento, el término va desapareciendo a medida que ellas se esfumaban de las hermandades.



PREGUNTA.- Diagnostique el estado de salud de las cofradías: óptimo, en la UCI, ni fu ni fa…

RESPUESTA.- Según desde la perspectiva que se mire. Si lo abordamos desde la vitalidad externa de las cofradías, están en un momento de éxito total. La prueba fue la procesión de clausura de Sevilla, la magna que se celebró en octubre en Jerez… Todo ello habla de un fenómeno que tiene tirón tanto para quienes conforman las hermandades como por su capacidad de atraer cada vez a más público, hasta tal punto que en algunos casos creo que ya estamos llegando al colapso. Eso sí, cuando nos centremos de puertas para adentro, creo que la vida de hermandad está en un claro retroceso en muchas corporaciones, cuando debería ser lo primordial.

Lo fundamental de estas instituciones debe ser generar comunidad e implicarse en ella. Por ejemplo, es cierto que desarrollan actividades caritativas y están invirtiendo más fondos que nunca en labores asistenciales. Pero no se trata solo de atender al pobre desde la distancia, sino de recuperar el cuidado de los propios hermanos, que también pueden estar en riesgo de exclusión. No es algo nuevo, es el modelo de la cofradía medieval que se crea precisamente para atender las necesidades de los prójimos, con una implicación personal total.

También me preocupa otra tentación latente que he percibido recientemente. Ante este crecimiento exponencial, hay quien deja caer que habría que quitar la democracia en las cofradías, bajo el argumento de que resulta pesado organizar votaciones para tantos. Precisamente las hermandades más grandes son las que tienen una economía más saneada como para arbitrar procesos de votación multitudinarios. Y no solo eso, deberían ser capaces de establecer más cauces de participación sinodales para que todos se impliquen en la vida ordinaria de la cofradía. Hay que establecer estructuras que permitan a la gente hablar y escuchar. De lo contrario, perderemos su esencia y, por tanto, su sentido. ¿Dónde están los hermanos y las hermanas en la vida anual de la cofradía? ¿Solo para salir en la procesión e ir por la papeleta de sitio? Eso no es una hermandad. Puede que no se impliquen, pero en ese caso toca buscar fórmulas para invitarles a que se integren de verdad.

P.- ¿Qué más habría que aprender de aquellos primeros cofrades?

R.- Lo resumiría en una palabra: la simplicidad. Estas primeras cofradías, incluso las del siglo XVI, son muy simples en sus estructuras porque tienen claro cuál es su vocación. Sin embargo, ahora todo se ha hecho más complejo, y no solo por las propios requerimientos oficiales. Las hermandades están insertas en una sociedad materialista y egocéntrica, por lo que es fácil que se contagien de todo ese postureo. Volvamos a la simplicidad. Incluso desde esa sencillez, las primeras cofradías tenían una capacidad ingente para sufragar sus actividades benéficas y asistenciales, participando en el mercado inmobiliario, en los sistemas financieros y en los préstamos. Aunque el préstamo interés estaba condenado por considerarlo usura, las cofradías lo practicaban. Digamos que ya buscaron fuentes de financiación dentro de los engranajes que articulaba la ciudad. Y esa es una llamada también hoy para promover una gestión eficaz y transparente.

Puestos de decisión

P.- ¿En aquel momento la mujer estaba relegada en las hermandades?

R.- No. Evidentemente se trata de una sociedad patriarcal con sus propias pautas de comportamiento, pero las cofradías fueron un marco idóneo para conseguir numerosas parcelas de igualdad, especialmente a la hora de las actividades caritativas e incluso en la participación en los cultos.

P.- ¿Cómo anda el mundo cofrade en materia de feminización?

R.- Regular. Si nos fijamos en las juntas de Gobierno de Andalucía, la presencia de la mujer es muy pequeña. Y cuando se da, esa presencia mayoritariamente es en puestos secundarios, que a priori está muy bien, porque están al frente de la caridad, en formación, en las vocalías. Pero falta que estén en los puestos de toma de decisión, que es donde realmente se marca el pulso de una hermandad. Con mujeres ahí, evidentemente todo sería más rico y plural.

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