Con el ritmo maratoniana que se ha impuesto en esta visita a la llamada “isla de la belleza” Francisco ha ido acumulando ceremonias en el curso de una mañana que parecía no terminar: visita al Batisterio de San Juan ( del siglo VI), clausura del congreso sobre “La religiosidad popular y el Mediterráneo”, parada ante la popularísima estatua de la “Madunnuccia” ( la Virgencita en lengua corsa) y el encuentro en la catedral de Santa María Asunta con el único Obispo isleño, sus sacerdotes ( casi un centenar) religiosas, diáconos, seminaristas y catequistas. Con todos ellos ha rezado el Ángelus antes de bendecirles.
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Por fin se ha retirado al Obispado donde ha compartido un almuerzo en la capital de Córcega con el cardenal Bustillo y su séquito compuesto por el cardenal Parolin, secretario de Estado, el cardenal corso Dominique Mamberti, presidente del Tribunal de la Signatura Apostólica y el sustituto de Secretaría de Estado, Edgard Peña Parra.
Nacer católico
En el discurso dirigido al clero, el Papa ha lamentado que “en el contexto europeo en que nos encontramos no faltan problemas y desafíos relacionados con la trasmisión de la fe, los ambientes en que trabajan no siempre se muestran favorables para acoger el anuncio del Evangelio”. Los habitantes de esta isla se declaran católicos en su 90% pero muchos de ellos no son practicantes aunque asistan a bautizos, primeras comuniones y, sobre todo, entierros. Muchos también son cofrades y participan en los ritos de la Semana Santa. Un sociólogo que conoce bien la situación ha escrito: “Aquí se nace católico y se acaba siendo cristiano”.
Luego, les ha hecho dos recomendaciones: cuidar de sí mismos y cuidar de los demás; lo primero porque no se vive de rentas con el Señor porque “la vida sacerdotal o religiosa no es un ‘sí’ que hemos pronunciado una vez para siempre y por eso la alegría del encuentro con Él debe renovarse cada día… hay que tenerles miedo a esas personas que están siempre activas ,siempre en el centro , que quizás por demasiado celo no reposan , nunca toman una pausa para sí mismos”.
Estrategias humanas
También les recordó que “en el centro de su ministerio están los hermanos y las hermanas: su bien espiritual, su hambre de esperanza, su necesidad de escucha y cercanía…no tengan miedo de cambiar , de revisar los viejos esquemas, de renovar el lenguaje de la fe, aprendiendo al mismo tiempo que la misión no es cuestión de estrategias humanas”.
Al final hizo a la Virgen María una oración para que haya paz , “paz para todas las tierras que circundan este mar, especialmente la Tierra Santa, donde María dio a luz a Jesús. Paz para Palestina, para Israel, para el Líbano, Siria, para todo Oriente Medio “. Y como colofón extendió su plegaria para que “obtenga la anhelada paz para el pueblo ucraniano y el pueblo ruso”.