A su llegada a la isla francesa, numerosas personas intentaron romper los cordones de seguridad para acercarse al Pontífice
En poco más de una hora y cuarto el avión de la ITA Airways ha recorrido la distancia que separa Roma de Ajaccio, la capital de la isla francesa de Córcega donde el Papa Francisco va a trascurrir algo más de nueve horas.
La escasa duración del vuelo ha frustrado el habitual coloquio que Jorge Mario Bergoglio mantiene con los periodistas que le acompañamos, esta vez somos setenta procedentes de más de veinte países diferentes. Se ha acercado , sin embargo, a la zona trasera del avión que ocupamos para agradecernos que viajemos con él y cubramos la información del que es uno de sus viajes más breves (sólo duraron menos los desplazamientos a Estrasburgo en el 2014 y a la isla griega de Lesbos en el 2016).
En el aeropuerto de Ajaccio que lleva el nombre del Emperador corso Napoleón Bonaparte, el Pontífice y su sequito han sido recibidos por el ministro del Interior de la República Francesa Bruno Retailleau , a quien corresponde ocuparse de los asuntos religiosos, por el obispo el cardenal Francisco Javier Bustillo (nacido en Pamplona) y otras personalidades. Honores militares e interpretación de los himnos concluidos la comitiva papal se puso en camino hacia el Palacio de Congresos donde Bergoglio clausura el Congreso sobre la Religiosidad Popular en el Mediterráneo.
Los kilómetros que separan el aeropuerto del moderno centro congresual situado frente la bellísima bahía habían sido ocupados desde primeras horas del día por una multitud festiva que ha acogido a su huésped con vítores y aplausos. A bordo de un papamóvil abierto Bergoglio ha saludado a diestro y siniestro y ha besado a cuantos niños le han sido acercados por sus guardias de seguridad. Una atmósfera de fiesta facilitada por una excelente temperatura y un cielo azul apenas cubierto por pocas y lejanas nubes que cubrían las cumbres nevadas que rodean la ciudad.
Todo el trayecto, por supuesto, estaba cubierto por numerosas fuerzas de seguridad los famosos CRS (Compañía Republicana de Seguridad) que tenían como objetivo contener a las gentes que en algún momento intentaron romper los cordones de protección para tener contacto con un Papa que pasado mañana cumple 88 años.