Después de los ríos de tinta que se han vertido dentro y fuera de la Iglesia gala por la ausencia del papa Francisco en la reapertura de Notre Dame la semana pasada y su apuesta por viajar a Córcega hoy, toda polémica se esfumó con una sola imagen. A pie de pista, en el aeropuerto de Ajaccio, el Pontífice argentino y el presidente francés Emmanuel Macron se fundían en un abrazo y se daban un beso como despedida después de una maratoniana jornada en la llamada ‘isla de la belleza’.
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Nueve horas y unos cuantos actos después, incluida la clausura de un congreso de piedad popular y una multitudinaria misa al aire libre, los últimos minutos de su presencia en la isla los dedicaba Francisco a mantener una reunión con el jefe de Estado galo.
Con Tomás Moro
A las seis menos diez, el Santo Padre llegaba al aeropuerto internacional ‘Napoleón Bonaparte’. En el hall, el Papa se reunían con el presidente de la República Francesa, en presencia del cardenal secretario de Estado Pietro Parolin, el sustituto de Asuntos Generales, Edgar Peña Parra, el nuncio Luigi Ventura.
Según confirman desde la Santa Sede, en el encuentro a puerta cerrada entre el Papa y Macron intercambiaron “bromas”. De hecho, Francisco instó al líder galo a entonar la oración de Santo Tomás Moro sobre el buen humor.
El gesto de venir
“Le agradezco este gesto de venir aquí. Este gesto demuestra su personalidad, la búsqueda del encuentro. Muchas gracias por su tiempo“, dijo Macron al Sucesor de Pedro, que le regaló un libro sobre la catedral de Notre Dame. El Papa correspondió con medallas del pontificado y documentos magisteriales.
Una hora después, tuvo lugar la ceremonia de despedida y Francisco subía al A320 Neo/Air que le llevaría hasta Roma y que despegó a las 19:13. Justo después, el Papa envió un telegrama de agradecimiento a Macron y al pueblo francés por su acogida en Córcega: “Llevándolos en mi memoria, les aseguro mis oraciones”. “Que el Señor conceda a vuestro país prosperidad, unidad y concordancia”, añadió.