Europa

“¡La fe en Dios da esperanza!”, proclama Francisco en la misa en Córcega entre gritos de “¡vivu Papa!”





Tras comer en el Obispado de Ajaccio, la capital de Córcega, el papa Francisco se trasladó a la plaza de Austerlitz para el último gran acto de la jornada, la celebración de la Santa Misa en este Domingo de Adviento. A la plaza llegó en el papamóvil con el cardenal Francisco Javier Bustillo bendiciendo a cuantos niños se acercaban e incluso deteniéndose ante una pizzería en la que le ofrecieron una pizza en forma de corazón entre continuos gritos en corso de “¡vivu Papa!”. Tras la misa, está previsto que el pontífice vaya directamente al aeropuerto. La celebración, con el rosa como color litúrgico propio del tercer domingo, fue una muestra de la fuerza del canto local.



De la esperanza desconfiada a la gozosa

En su homilía destacó como “son precisamente los más lejanos los que expresan esta voluntad de conversión”, como destaca Lucas en el pasaje de la liturgia del día. “Quien se cree justo no se renueva”, alertó el Papa alabando que “los lejanos se vuelven cercanos cuando Cristo se hace cercano a nosotros”. Por eso invitó a “preparar en nosotros un corazón humilde y confiado al Señor que viene” Para ello contrapuso “la espera desconfiada” a “la espera gozosa”.

La desconfiada “está llena de recelo y ansiedad. El que tiene la mente ocupada en pensamientos egocéntricos pierde la alegría del ánimo; en vez de velar con esperanza, duda sobre el futuro” y se sitúa en la angustia. “¡Cuán difundidos están hoy estos males espirituales, especialmente donde se propaga el consumismo! Una sociedad así, envejece insatisfecha porque no sabe dar; quien vive para sí mismo nunca será feliz”, advirtió Francisco para quien “¡La fe en Dios da esperanza!” como en el caso de rosario que “si se descubre y se practica en su verdadero sentido, nos enseña a mantener el corazón centrado en Jesucristo, con la mirada contemplativa de María” o las cofradías cuando “cercanos y disponibles, especialmente con los más vulnerables, haciendo a la fe activa en la caridad”.

“La alegría cristiana, de hecho, no es apática ni superficial”, reivindicó el papa como espera gozosa. “La venida del Señor trae la salvación, por eso es motivo de alegría”, destacó. “¡Él puede redimir nuestra vida porque es capaz de realizar lo que dice! Así que nuestra alegría no es un consuelo ilusorio para sobrellevar las tristezas de la vida. La alegría es fruto del Espíritu por la fe en Cristo Salvador, que llama a nuestro corazón, para liberarlo de la tristeza y del tedio”, clamó Francisco.

Para el Papa “la venida del Señor se convierte en una fiesta llena de futuro para todos los pueblos; en compañía de Jesús descubrimos la verdadera alegría de vivir y de transmitir los signos de esperanza que el mundo anhela”. Siendo el primero la paz. Especialmente pidió cuidar a los ancianos que son la sabiduría de un pueblo. También felicitó a los corsos por la gran cantidad de niños que ha visto y que participan en los sacramentos. Y es que lamentó Francisco “no faltan motivos graves de dolor entre las naciones: miseria, guerras –pensemos en tantos niños que han perdido la capacidad de sonreír–, corrupción, violencia. Sin embargo, la Palabra de Dios nos conforta siempre. Ante las devastaciones que oprimen a los pueblos, la Iglesia anuncia una esperanza segura, que no desencanta, porque el Señor viene a habitar entre nosotros. Por eso, nuestro compromiso por la paz y la justicia encuentra, en su venida, una fuerza inagotable”. “En todo tiempo y en cualquier tribulación, Cristo es la fuente de nuestra alegría. Para llevarla adondequiera, tengámosla siempre en el corazón, la seguridad de que Cristo camino con nosotros”, concluyó el Papa.

Un corazón abierto al mundo

“Me he sentido en casa”, señaló Francisco al final de la celebración agradeciendo a todos la visita tras la intervención del cardenal Bustillo que regaló al Papa una página de un antifonario corso. “Sigan adelante con armonía; en la distinción, que no comporta separación; colaborando siempre por el bien común”, instó el pontífice. Este recordó especialmente “a los enfermos, a los ancianos en soledad y a los detenidos. Que la ‘Madunnuccia’ dé consuelo y esperanza a los que sufren, sed cercanos a los ancianos, a los enfermos a las personas solas…”, imploró a la Virgen María.

“Que el Evangelio de Jesucristo los ayude a tener el corazón abierto al mundo; porque las tradiciones de ustedes son una riqueza que hay que proteger y cultivar, pero nunca para que ustedes se aíslen –jamás– sino, más bien, para ir adelante con el encuentro y el compartir”, deseó finalmente el Papa tras felicitar el camino hacia la Navidad.

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