En el contexto de la tercera edición de ‘LaborDì: una obra para generar trabajo’, promovida por la Asociación Cristiana de Trabajadores Italianos (ACLI) de Roma, Jorge Mario Bergoglio envió un mensaje contundente sobre la dignidad en el trabajo y el valor humano frente a las dinámicas laborales actuales. Francisco subrayó que cuando el trabajo se organiza “sin piedad”, no solo se pone en riesgo la dignidad de quienes trabajan, sino también la de quienes no logran acceder a un empleo o se ven obligados a aceptar condiciones indignas.
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“Hoy la propia economía se está dando cuenta de que saber hacerlo no basta, que el rendimiento no lo es todo. Cada vez más será suficiente para esto las máquinas”, destacó, diferenciando entre el trabajo mecánico y la dimensión profundamente humana que aporta el corazón.
Para Francisco, la inteligencia del corazón –capaz de escuchar, imaginar y crear– es lo que diferencia a los seres humanos y les permite transformar la realidad. En un mundo laboral que a menudo olvida la singularidad de cada persona, el Papa llamó a recordar que “somos piezas únicas” y que el cuidado mutuo es esencial para construir un entorno laboral más justo y humano.
Organización colectiva
El mensaje también incluyó una reflexión sobre el poder transformador de la organización colectiva. El pontífice animó a los jóvenes a unirse y construir redes de fraternidad para enfrentar los retos laborales, reparando no sólo las estructuras económicas, sino también la “casa común“ que compartimos.
En sus palabras finales, el papa expresó su confianza en los jóvenes como agentes de cambio: “El trabajo humano debe ser libre y nacer del corazón”. Con esta declaración, Francisco reafirmó su compromiso con un modelo laboral basado en la dignidad, la solidaridad y el respeto mutuo.