En Alemania, los creyentes bautizados pueden optar por abandonar la Iglesia mediante un acto administrativo. En 2023, 400.000 católicos dieron este paso. Sobre todo, son muchas las mujeres que se están alejando. Annette Schavan, de 69 años, ex política, teóloga católica y embajadora de Alemania ante la Santa Sede de 2014 a 2018, identifica las causas y da consejos a las más jóvenes que quieren quedarse.
PREGUNTA.- Cuando las mujeres abandonan la Iglesia, algunas lo hacen en señal de protesta, pero la mayoría lo hace en silencio. ¿Cómo le explica a una mujer católica de otro país lo que está pasando en Alemania?
RESPUESTA.- Para muchas mujeres católicas alemanas, el acto administrativo de abandonar la Iglesia es la etapa final de su lucha con la institución eclesiástica. Muchas veces, han estado implicadas en la Iglesia durante décadas y se van decepcionadas porque han notado que la institución no proporciona respuestas adecuadas a sus preguntas, mucho menos en estos tiempos. Para otras, el significado y el valor de la Iglesia se han vuelto insignificantes y desaparecen después de un largo período de indiferencia. Las razones son muy diferentes.
P.- ¿Por qué son las mujeres las que se van? ¿Qué les falta o qué es “demasiado” para ellas?
R.- Las parroquias en Alemania suelen tener un rostro femenino. Están fuertemente implicadas en la vida parroquial, en la catequesis y en la preparación concreta para la comunión y la confirmación, en la asistencia al duelo, en el asesoramiento telefónico, en el hospicio y en otros servicios. La mayoría de las parroquias no serían viables sin el gran compromiso de las mujeres. Para las mujeres, la falta de profesionalidad en la Iglesia se está volviendo excesiva, también cuando se trata de afrontar sentimientos de culpa y de fracasos (pensemos en los casos de abuso).
Creen que los caminos elegidos hasta ahora por la Iglesia no son suficientes para el futuro. No basta describir con bellas palabras la importancia de la mujer en la Iglesia, si su impacto en esta misma Iglesia es tan limitado que no pueden desarrollar ninguna potencia formativa. Esto no solo se aplica a la cuestión del diaconado femenino y la ordenación sacerdotal, que se discute abiertamente en Alemania. Se refiere también a todas aquellas decisiones estructurales que se toman en las diócesis sin tener en cuenta experiencias concretas sobre el terreno. No solo la gente se distancia de la Iglesia, sino que la Iglesia también se aleja cada vez más de la gente.
P.- Muchos hablan de “decadencia” de la Iglesia en Alemania, ¿usted qué término emplearía?
R.- Es la iglesia popular la que está llegando a su fin. Fue una fuerza culturalmente formativa en una sociedad homogénea. Hoy en día, la sociedad de la República Federal de Alemania es heterogénea, como cualquier sociedad moderna. La fe es, como escribió Hans Joas, sociólogo y teólogo, una opción, no una cosa obvia. Ser cristiano requiere una decisión consciente. Por eso, prefiero hablar de transformación hacia un cristianismo en el que no nazco, pero que elijo. Ahora lo vivimos como si caminásemos hacia un valle profundo. Aunque sigo confiando en que también en Alemania surgirá algo nuevo. La teología de la periferia descrita tantas veces por el Papa Francisco es reconocida e implementada en las obras de misericordia. Y hay muchos ejemplos convincentes de esto.
P.- ¿En qué son buenas las católicas alemanas de inspiración reformista?
R.- En su pasión por Dios y en su alto nivel de compromiso voluntario, tanto en las parroquias como en las asociaciones, iniciativas y obras de misericordia. Además, como mujeres cristianas, son eficaces en la política, la cultura y la ciencia.
P.- Un grupo más pequeño de mujeres católicas alemanas viven y profesan públicamente su fe y no ven la necesidad de reformas en la Iglesia. Si partimos del supuesto de que en la Iglesia católica hay lugar para todos, ¿por qué hay tan poco diálogo entre ellas y las católicas reformistas que son mayoría en Alemania?
R.- Es lamentable que también en la Iglesia esté aumentando la formación de grupos estufa dentro de los cuales todos están de acuerdo y los demás, los que están fuera, se equivocan. Esto no es diferente para los hombres y muestra una evolución preocupante en todos los sectores de la sociedad. Se está perdiendo el sentido de reconciliación, compromiso y valor de la diversidad.
P.- Recientemente editó un libro sobre Pentecostés con el subtítulo “Por qué no abandonaremos el cristianismo”. ¿Por qué no abandona usted el cristianismo?
R.- No renunciaré al cristianismo porque es la razón de mi esperanza y significa una perspectiva sobre las personas que manifiesta en los encuentros de Jesús con las personas. La dignidad y la perspectiva son inherentes a cada persona, verdaderamente a cada persona. En el diálogo con Jesús, las personas viven una dinámica que les abre un camino y les permite descubrir una perspectiva para su vida. En un mundo con tanto desprecio por la humanidad y violencia brutal hacia las personas, este es el verdadero punto de inflexión que necesitamos.
P.- Ha hablado muchas veces de lo que le inspiraron y formaron sus primeros años profesionales en los 80 como teóloga en Cusanuswerk, (la fundación de los obispos alemanes para la promoción de los estudiantes más talentosos) y de la libertad intelectual que reinaba entonces. ¿Qué consejo daría a los jóvenes católicas alemanas que hoy quisieran vivir una experiencia similar?
R.- Mi consejo a los jóvenes es que no esperen a que la Iglesia se mueva. Que se unan para formar una comunidad. Que desarrollen un sentido de lo que es importante para ellos de acuerdo con la fe. Que hagan lo que crean necesario. Que descubran los numerosos lenguajes de la fe. Esto es lo que hizo Andrea Riccardi en Italia hace más de 50 años, cuando fundó la comunidad de Sant’Egidio.
P.- Como embajadora ante la Santa Sede conoció la Iglesia desde una perspectiva complementaria, universal y con “una larga experiencia en procesos de inculturación”. ¿Por qué Roma lucha hoy por fomentar un proceso de inculturación teológica sobre la cuestión femenina?
R.- Debido a la creciente polarización. Como resultado, la Iglesia se enfrenta cada vez a más dilemas. Si mañana el diaconado y la ordenación de las mujeres son posibles en la Iglesia universal, se abrirá un gran debate sobre este tema. Hay quien está convencido de que lo realmente católico es no seguir este camino. Sin embargo, si no se emprende, cada vez más creyentes –no solo en Alemania y Europa– se distanciarán, no necesariamente de la fe, sino de la Iglesia. Este es el desolador dilema.
P.- Supongamos que la Iglesia global permite que las mujeres accedan al diaconado y al sacerdocio en las Iglesias locales que así lo deseen. ¿Qué impacto tendría esto en la parte femenina de la Iglesia en Alemania?
R.- Esto también daría lugar a debates entre las mujeres en Alemania. Los grandes cambios no se producen sin debate y diferencias de opinión, tanto en la Iglesia como en cualquier otra institución. Tal paso podría ser expresión de una comprensión sinodal de la Iglesia universal.
P.- En el Sínodo sobre la sinodalidad, cuya última sesión se celebrará en Roma en octubre, la cuestión de la mujer tiene un gran peso, aunque se haya dicho que no se decidirá sobre ninguna cuestión, sino que se crearán las nuevas bases para la toma de decisiones en la Iglesia. ¿Cuáles son sus esperanzas de cara al Sínodo?
R.- Mi esperanza es que el Sínodo esté vinculado a un nuevo punto de partida de la Iglesia global para que tome en serio la diversidad de culturas. El Papa Francisco ha dicho que “la Iglesia comenzó el día de Pentecostés y que ese día se decidió a favor de la diversidad cultural”. Me gustaría ver una profesionalidad pentecostal en el Sínodo.
*Entrevista original publicado en el número de septiembre de 2024 de Donne Chiesa Mondo. Traducción de Vida Nueva