El 22 de diciembre de 1974 marcó el inicio de una travesía llena de entrega y fe para Demetrio Fernández, actual obispo de Córdoba, quien celebra este año el 50 aniversario de su ordenación sacerdotal. En un entrañable mensaje, comparte recuerdos, reflexiones y agradecimientos por medio siglo de vida consagrada al servicio de la Iglesia.
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Un día especial para una vocación sagrada
La fecha de su ordenación no fue elegida al azar. El cuarto domingo de Adviento de 1974 coincidía con el cumpleaños de su padre y la festividad de San Demetrio, su santo patrono. “Era una fecha entrañable y familiar”, rememora. Ese mismo día, frío y nublado, celebró su primera misa en su pueblo natal, Puente del Arzobispo, antes de incorporarse rápidamente a su labor en la parroquia de El Buen Pastor, en Toledo. Desde el primer momento, su vocación fue vivida con intensidad. “Tenía mil niños en catequesis, 250 adolescentes para Confirmación, más de 200 catequistas, y visitaba ocho colegios cada semana”, relata. Además, atendía enfermos, grupos de jóvenes, Acción Católica, y celebraba varias misas diarias. “Qué feliz he sido, ya desde aquellos primeros años”, afirma con gratitud.
Para el obispo Fernández, su vida sacerdotal ha sido una constante entrega al prójimo. “Mi vida quedó ‘expropiada’ para utilidad pública”, reflexiona, consciente del impacto que su labor ha tenido en innumerables vidas. Reconoce los momentos difíciles, pero los valora como parte del camino: “Dios se sirve de mi vida para acercar, consolar y estimular a otros”.
La cruz como encuentro con el amor
Uno de los episodios más trascendentales de su vida llegó en 1982, cuando una enfermedad incurable lo dejó postrado durante un año. “Me preparé para la muerte”, confiesa, recordando cómo esa experiencia transformó su relación con Dios. A pesar de que relata que fue “curado milagrosamente” por intercesión del venerable José María García Lahiguera, considera aquella etapa un “desposorio en la Cruz” que marcó su vida para siempre. Desde entonces, enfrenta la perspectiva de la muerte con serenidad y alegría, describiéndola como el reencuentro con “el amor de su vida”, Jesucristo. Esta vivencia le ha permitido relativizar los sufrimientos posteriores, reafirmando su confianza en el Señor.
Frutos de una vocación
A lo largo de estos 50 años, Demetrio Fernández ha tenido la dicha de ordenar a 75 presbíteros en Córdoba y otros 15 en Tarazona, además de acompañar espiritualmente a miles de personas de todas las edades. “Los ojos que brillan cuando hablas a alguien de Jesucristo son un regalo incomparable”, dice, convencido de que todo lo que ha logrado es obra de Dios. El obispo concluye su mensaje invitando a todos a unirse en acción de gracias por su vida sacerdotal. “A Él sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén”, declara con humildad y devoción, mientras pide oraciones para continuar sirviendo con fidelidad y amor.