Cambio de escenario para uno de los últimos ángelus papales del año 2024. Como medida preventiva ante la intensa agenda que le espera en esta Navidad de 2024 a Francisco, con apertura de puerta santa de Año Jubilar incluida en la próxima Nochebuena. El Pontífice argentino dirigió ayer el rezo mariano desde la capilla de su residencia, la Casa Santa Marta, y no desde el ventanal del Palacio Apostólico, “debido al intenso frío, combinado con los síntomas del resfriado que se han manifestado en los últimos días”.
Así lo manifestó ayer la Santa Sede a través de un comunicado, a pesar de que en su discurso ante la Curia en el Aula de las Bendiciones y su alocución ante los trabajadores del Vaticano en el Aula Pablo VI, Francisco no se mostró especialmente frágil. Más bien lo contrario, puesto que en varias ocasiones dejó los papeles a un lado para dirigirse con naturalidad a sus interlocutores, con una categórica denuncia espontánea de la crisis que se vive en Gaza y del veto del Gobierno israelí a la entrada a la Franja del patriarca latino de Jerusalén, el cardenal Pierbattista Pizzaballa.
Desde la capilla de Santa Marta, el Papa se disculpó nada más saludar a los fieles presentes en la plaza: “Siento no estar con ustedes, estoy mejorando, pero hay que tomar precauciones”. Prueba de su buena salud es que el Obispo de Roma se reunió esta misma mañana con las madres y los niños vulnerables atendidos en el dispensario vaticano por las Hijas de la Caridad, como él mismo relató.
Con est punto de partida, una vez más, Francisco puso la mirada en Tierra Santa y otros lugares en conflicto como Mozambique y Ucrania para lanzar un grito a la comunidad internacional: “Que paren las armas y suenen los villancicos”. “Oremos para que en la Navidad cese el fuego en el frente”, deseó.
Con constantes interrupciones en el discurso que tenía preparado para hacer comentarios al pie y cómodo en las reflexiones compartidas, Francisco también procedió a una tradición habitual en este domingo en Italia: la bendición de las imágenes del Niño Jesús. “Yo también tengo el mío, me lo regaló el obispo de Santa Fe y tiene origen ecuatoriano”, expresó el Papa.
Con este acto como eje, el Pontífice hizo una defensa de la vida explícita: “Ningún niño es un error”, sentenció. Justo después, señaló que “en la Plaza, veo madres con sus hijos, y quizás también haya algunas que estén en ‘dulce espera’. Por favor, no quedemos indiferentes ante su presencia, aprendamos a asombrarnos por la suya”. “Bendigamos a las madres y alabemos a Dios por el milagro de la vida”, añadió.
En ese momento, el Papa explicó que “en mi otra diócesis iba en bus y cuando subía alguna mujer embarazada, inmediatamente le cedía mi sitio como gesto de bendición y espera”. “¿Sostengo y defiendo el valor de la vida de los pequeños desde su concepción en el seno materno?”, lanzó desde la capilla al orbe católico a modo de examen de conciencia.