El cardenal Cupich sentencia: “La postura correcta para recibir la comunión es de pie”

El arzobispo de Chicago reafirma la normativa litúrgica referente a la eucaristía y defiende el Concilio Vaticano II como un camino de renovación espiritual

Blase J. Cupich, cardenal arzobispo de Chicago

El cardenal Blase J. Cupich, arzobispo de Chicago, ha demostrado una vez más su compromiso con la renovación litúrgica en la Iglesia Católica, particularmente en lo que respecta a la Eucaristía. En una reciente columna publicada el 11 de diciembre de 2024 en Chicago Catholic, el periódico oficial de la archidiócesis de Chicago, Cupich enfatizó la importancia de la postura de los fieles al recibir la Sagrada Comunión, abogando por que se haga de pie, como lo establece la norma oficial en los Estados Unidos.



El Cardenal subrayó que el acto de recibir la Eucaristía no debe ser considerado una acción privada, sino una experiencia profundamente comunitaria. Esta visión está alineada con el principio fundamental del Concilio Vaticano II, que hizo énfasis en la participación activa y consciente de todos los bautizados en la celebración de la liturgia, particularmente en la Eucaristía, que es el centro de la vida cristiana.

La conexión entre la oración y la fe

En sus palabras, Cupich recordó la enseñanza central del Concilio Vaticano II, que destacó la relación estrecha entre la manera en que adoramos y lo que creemos, conocida como la máxima “lex orandi, lex credendi” (la ley de la oración es la ley de la fe). Según esta enseñanza, la renovación litúrgica no debe reducirse a una mera actualización para adaptarse a los tiempos modernos, sino que debe restaurar la liturgia como un medio esencial para proclamar el Evangelio y vivir la fe.

El Concilio Vaticano II enfatizó que la Eucaristía no es solo un acto individual de devoción, sino un acto comunitario que expresa la unidad del Cuerpo de Cristo. Esta unidad es simbolizada en las procesiones, que forman parte de la liturgia desde los primeros días del cristianismo, y son una manifestación visible del pueblo peregrino en su camino hacia el banquete celestial preparado por Cristo.

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La importancia de las procesiones

El Cardenal Cupich destacó que las procesiones, como la que tiene lugar durante la Comunión, son fundamentales para la liturgia. Estas procesiones nos permiten experimentar de manera tangible lo que significa ser parte del Cuerpo de Cristo, caminando juntos hacia la plenitud del Reino de Dios. La procesión de la Comunión, en particular, es un momento de gran simbolismo, ya que expresa la fe de los fieles en que están llamados a convertirse en el Cuerpo mismo de Cristo que reciben.

En este sentido, Cupich hizo un llamado a no interrumpir la procesión durante la Eucaristía, advirtiendo que cualquier gesto que llame la atención sobre uno mismo o que interrumpa el flujo de la procesión disminuye su poder simbólico. La reverencia, como una inclinación antes de recibir la Sagrada Comunión, es apropiada, pero nunca debe obstaculizar el desarrollo de la procesión o desviar la atención de su profundo significado comunitario.

La postura al recibir la Comunión: un acto simbólico

El Cardenal Cupich reafirmó la norma establecida por la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos, que establece que la Sagrada Comunión debe recibirse de pie, como un signo de la unidad del Cuerpo de Cristo. A pesar de que algunos fieles prefieren recibir la Comunión de rodillas, Cupich señaló que esta preferencia no debe ser un obstáculo para la fluidez de la procesión. Aunque la ley canónica y la Instrucción General del Misal Romano permiten que los fieles reciban la Comunión de rodillas, la postura de pie sigue siendo la norma en Estados Unidos, y el Cardenal alentó a los fieles a seguir este gesto simbólico de fraternidad.

 

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La restauración de la liturgia: un llamado a la misión evangelizadora

Finalmente, Cupich reflexionó sobre el objetivo más profundo de la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II: no se trataba solo de una adaptación superficial de la liturgia a los tiempos modernos, sino de una restauración que fortaleciera la capacidad de la Iglesia para proclamar a Cristo al mundo. La liturgia restaurada, según el Concilio, debe ser un medio para vivir la fe y expresar la unidad en el Señor, lo que se manifiesta especialmente en la Eucaristía.

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