No es solo que Algemesí fuera una de las localidades de Valencia más afectadas por la DANA del 29 de octubre, sino que su barrio de El Raval, marcado por una fuerte exclusión, está desde entonces sumergido en un pozo muy oscuro.
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Pero sus habitantes no están solos, ni mucho menos. Joan Carles Alemany, párroco en el pueblo de la basílica y de las iglesias de El Pilar y San José Obrero, esta última en El Raval, explica a Vida Nueva la especial idiosincrasia del barrio: “Siempre estuvo poblado por gente humilde y trabajadora. Hoy, la evolución sociológica ha llevado a que la práctica totalidad de sus habitantes sean inmigrantes musulmanes y gitanos evangélicos. La parroquia no tiene pastoral por una casi total ausencia de fieles. Solo se mantiene una misa dominical y va gente de otras partes de Algemesí a modo de apoyo simbólico, para que haya alguien”. Como lamenta el sacerdote, “la riada se cebó con esta parte del pueblo y fue con diferencia la más afectada, sumándose desgracia a la desgracia”.
Fueron desde Alzira
Frente a ello luchan los cinco miembros de un grupo surgido en Bolivia y que, inspirados en el carisma de san Francisco de Sales, cuentan en Valencia con dos realidades: una femenina, la Comunidad de Salesianas Misioneras, con cuatro religiosas, y otra masculina, la Comunidad Misionera de Cristo Pastor, representada por el sacerdote Alejandro Beltrán. Así nos lo detalla este último: “Los cinco llegamos hace seis años para acompañar la casa de retiros espirituales San Juan de Ribera, en la Barraca de Aguas Vivas, en Alzira. También acompañamos en el municipio la pastoral en la Universidad Católica de Valencia”.
Allí no se vieron afectados por la riada, pero eso no hizo que se quedaran de brazos cruzados: “Estando incomunicados los pueblos, nos sorprendió que en esas primeras horas no se hablara de Algemesí. Fuimos allí y nos encontramos con un gigantesco desastre. Desde ese día, estamos ahí presentes de un modo continuo. Guiados por las iglesias locales, que son las mejores conocedoras de la situación, hemos tratado de responder a toda necesidad que ha surgido, lo que ha pasado por limpiar barro con una pala, organizar las ayudas llegadas o, simplemente, hablar con quien lo necesitaba”.
Un censo de afectados
En El Raval, coordinados por Cáritas, al principio acumulaban en San José Obrero la comida y la ropa a repartir, pero llegó un momento en que no fue seguro y se optó “por recorrer todas las casas, una a una, y hacer un censo detallado con las necesidades de los vecinos. Desde ese conocimiento concreto, podemos ir ayudando a cada uno en lo que realmente le hace falta”.
Teresa Ramos Ortega, profesora y laica muy implicada con Cristianos Sin Fronteras (CSF), es una de las voluntarias que se entregan a esa labor: “Yo vivo a 10 kilómetros, en Corbera. Al día siguiente de las inundaciones, me puse unas zapatillas y fui a Algemesí, en coche hasta donde se podía y luego andando. Los primeros días, hacíamos lo que urgiera en el momento, desde limpiar a repartir comida. En una de esas jornadas acabé en El Raval y, en San José Obrero, me encontré con la hermana Clara Medina, la única española de la comunidad de salesianas misioneras. Me impresionó mucho cómo organizaban la ayuda y me he sumado para aportar lo que pueda. Junto a muchos otros, hemos recorrido todas las casas de El Raval y sabemos quién necesita una lavadora, un radiador o un colchón…”.
Una gran necesidad
De ese modo, ha visto con sus ojos “la gran necesidad que hay. Muchas viviendas que antes ya estaban mal, ahora se encuentran en un estado terrible, marcado por el frío, la humedad y el moho”. Por eso, ella misma, propagando a los cuatro vientos esta urgencia, se ha encontrado con un aluvión de respuestas que “me ha conmovido”. Y es que, “de toda España, hay quienes han confiado en mí y me han dado dinero para comprar algo necesario y otros que me han dado directamente lo que le faltaba a una familia”.
Lo que ha hecho “sin miedo alguno”, pese a que estemos ante el principal punto de venta de droga de toda Valencia (la estación de tren está al lado y son muchos los que paran, compran y se van). Así, puesto que la gran mayoría de la población de Algemesí no pone los pies en este barrio, Teresa es ya una más: “Algunos compañeros, al saber que vengo cada día a El Raval, se sorprenden y me preguntan si no temo que me pueda pasar algo. Y yo siempre les digo que aquí estoy en confianza. En estas siete semanas, siempre vengo con mi coche… y nunca ha pasado nada”. Al revés, “aquí la gente sabe que está sola y te agradecen en el alma que vengas a ayudarles”.
Payasos, chocolatada, juguetes…
En esta fase, mientras canalizan la ayuda, Ramos cuenta cómo no pasan por alto que se acerca la Navidad y que ese calor íntimo también lo necesita la gente: “Este domingo hemos organizado en la calle una fiesta navideña para los niños del barrio, con espectáculo de payasos, una chocolatada y reparto de juguetes y material escolar. Para el próximo domingo, cantaremos villancicos en la parroquia”. De este modo, “aunque la gran mayoría no son católicos, te llega muy hondo ver sus sonrisas”. Algo que a ella le llena: “Siempre soñé con servir, como los misioneros, y ahora sé que Dios me ha llamado para la misión al lado de mi casa”.
Para Alemany, esta tampoco va a ser una Navidad con las otras: “Me quedo con que hay esperanza frente a tanto dolor y con que, en un tiempo de dominio de los valores individualistas, muchos han sentido dentro de sí la llamada a darse por los otros. No estamos solos, sino que Dios nos arropa y está en cada persona que ha querido ayudar a otra que lo necesitaba, sin mirar si era evangélica o musulmana. Aquí no se mira por el credo de nadie, sino por la persona”.
Permanecerán varios meses más
Beltrán, que reconoce que “hemos decidido pasar aquí varios meses más, pues esto va para largo”, deja el futuro “en manos del Espíritu Santo”, ya que son muchos los que les animan a instalarse definitivamente en El Raval. Sea como fuere, “me quedo con lo vivido aquí. Siempre hemos estado en actitud de escucha para saber cuáles eran las necesidades de cada día. Hemos trabajado como equipo, como Iglesia, y entre todos hemos conseguido algo clave: organizar y canalizar una ola de solidaridad que ha llegado de toda España. Algo que nos llena el corazón”.