Este jueves 26 de diciembre, el papa Francisco ha abierto la Puerta Santa en la Casa Circondariale de Rebibbia, un acto cargado de simbolismo que ha representado un llamamiento a la misericordia y al reconocimiento de la dignidad de todos los individuos, incluso aquellos que han cometido errores. Así lo ha contado el padre Lucio Boldrin, capellán de Rebibbia y delegado regional para las cárceles del Lazio.
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Para el padre Boldrin, la noticia de que la Puerta Santa ha sido abierta en la cárcel de Rebibbia ha sido motivo de inmensa alegría para los capellanes, los reclusos y hasta el personal penitenciario. Aunque la ceremonia ha tenido restricciones de asistencia por cuestiones de seguridad y espacio, se espera que tenga un profundo impacto en la comunidad carcelaria. “Este gesto del Papa ha reforzado en nosotros la convicción de que, incluso en medio de tantas dificultades, la esperanza sigue viva”, ha afirmado el padre Boldrin. “Ha sido una invitación a mirar más allá de los errores cometidos, recordando que el perdón y la rehabilitación son posibles”.
La preparación para este evento ha incluido la renovación de la iglesia central de Rebibbia, cerrada durante cuatro años, y su reapertura el 17 de diciembre. “Hemos sensibilizado a los presos sobre el significado de este acontecimiento, sin haber creado falsas ilusiones sobre la participación directa”, ha explicado el padre Boldrin.
Expectativas ante las palabras del Papa
El capellán espera que el papa Francisco hable sobre temas como el indulto, una posible esperanza para presos con condenas menores a tres años. Asimismo, ha deseado que las autoridades presentes hayan comprendido que “un preso no es solo un número ni su delito, sino una persona que merece respeto y oportunidades. El papa Francisco ha demostrado, una vez más, que no se olvida de los que están marginados”, ha señalado el padre Boldrin. “Esperamos que sus palabras hayan sido un faro para los reclusos, quienes anhelan no solo justicia, sino también misericordia”.
La fe en el contexto penitenciario
La relación de los reclusos con la fe ha sido diversa, ya que la población carcelaria ha incluido católicos, musulmanes, protestantes, testigos de Jehová y no creyentes. Según el padre Boldrin, la fe ha sido un elemento importante incluso para los no practicantes, como lo ha evidenciado un recluso musulmán que, durante una misa, ha reflexionado sobre la violencia generacional en Oriente Medio. “La fe en la cárcel no es algo impuesto, sino un refugio para muchos”, ha comentado Boldrin. “Hemos visto cómo incluso quienes no tenían ninguna conexión con la religión han comenzado a buscar un sentido más profundo a su vida tras las rejas”.
El mayor desafío, según el capellán, ha sido mantener viva la esperanza en un entorno donde el aumento de jóvenes presos y las sentencias perpetuas han dificultado la motivación. Sin embargo, ha encontrado consuelo en las palabras del papa Francisco, quien ha recalcado que “quien está pagando su pena no está lejos de la mirada de Dios”. Por otro lado, su mayor alegría ha sido haber visto a los presos reintegrarse a la sociedad, como ha sucedido a través del proyecto “Segunda Oportunidad” en Italia. Este programa, liderado por la periodista Flavia Filippi, ha facilitado la inserción laboral de reclusos, transformando sus vidas y dándoles una nueva esperanza: “Ver a un preso recuperar su libertad y, más importante aún, su dignidad, es algo que no tiene precio. Ha sido el recordatorio de que cada vida puede ser renovada”.