Tras la apertura de la Puerta Santa en la capilla de Padre Nuestro de la cárcel romana de Rebbia con motivo del Jubileo 2025, el papa Francisco rezó con los fieles reunidos en la Plaza de San Pedro el ángelus con motivo de la festividad de san Esteban, el primer mártir del cristianismo. Tras la oración mariana, el pontífice volvió a felicitar la Navidad y agradeció las felicitaciones recibidas. También felicitó la fiesta de Januka a los judíos y también a los llegados como peregrinos a la Puerta Santa con motivo del año santo. También recordó su experiencia en la cárcel como “catedral del dolor” y reiteró su llamamiento a condonar las deudas de los países pobres. También hizo un llamamiento a la paz en los países en guerra, el desarme o el trabajo infantil.
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Los cristianos perseguidos
A partir del relato de su martirio (Hch 6,8-12; 7,54-60) en el que reza por sus asesinos, el Papa destacó que “aunque a primera vista Esteban parece impotente ante su violencia, en realidad, como hombre verdaderamente libre, sigue amando a sus seguidores y ofreciendo su vida por ellos, como Jesús en la cruz, para que sean perdonados y se les conceda la vida eterna”. Así, prosiguió, “el diácono Esteban es testigo de ese Padre que quiere el bien y sólo el bien para cada uno de sus hijos, siempre; que no excluye a nadie, que no se cansa de buscarlos y de acogerlos cuando, después de haberse alejado, vuelven a Él arrepentidos”.
Además, Francisco denunció que “desgraciadamente, aún hoy hay, en diversas partes del mundo, muchos hombres y mujeres perseguidos, a veces hasta la muerte, a causa del Evangelio”. Como Esteban, destacó el pontífice, “no se dejan matar por debilidad, ni para defender una ideología, sino para hacer partícipes a todos del don de la salvación que han recibido del Señor Jesucristo. Y lo hacen principalmente por el bien de sus asesinos, más necesitados de perdón y redención que los demás”.
En este sentido destacó el testimonio del beato Christian de Chergé, mártir de Argel que “pensando en quién lo mataría, lo llamó ‘amigo’ y ‘hermano’ y deseó tenerlo con él en el Cielo. Así es el amor de Dios, el amor que salva al mundo. ¡Cuánto necesitamos este amor!”, añadió. Por ello invitó a preguntarse a los fieles: “¿Siento el deseo de que todos conozcan a Dios y se salven? ¿Deseo el bien aunque me cause dolor? ¿Me intereso y rezo por tantos hermanos y hermanas perseguidos por la fe?”