El papa Francisco recordó en sus intervenciones de Navidad a los más pequeños que son víctimas de la violencia las epidemias
La octava de Navidad reserva siempre este 28 de diciembre para el recuerdo de la matanza de los inocentes. La celebración litúrgica trae a la memoria la experiencia de las familias que sufren como consecuencia de la percusión de Herodes y el papa Francisco no es ajeno a ello. Así lo ha podido comprobar todo el mundo en sus grandes intervenciones de esta Navidad.
En el mensaje previo a la bendición Urbi et orbi el pontífice, en concreto, imploró “que el nacimiento del Salvador traiga un tiempo de esperanza a las familias de miles de niños que están muriendo a causa de la epidemia de sarampión en la República Democrática del Congo, así como a las poblaciones del oriente de ese país y a las de Burkina Faso, de Malí, de Níger y de Mozambique”. El Papa señaló que “la crisis humanitaria que las golpea está causada principalmente por conflictos armados y por la plaga del terrorismo y se agrava por los efectos devastadores del cambio climático, que provoca la pérdida de vidas humanas y el desplazamiento de millones de personas”.
En otro momento de su mensaje navideño, Francisco invitó a “redescubrir el sentido de nuestra existencia y la sacralidad de cada vida —cada vida es sagrada—, y para recuperar los valores fundamentales de la familia humana”. Y señaló que Jesús espera en el umbral de la Puerta Santa “a cada uno de nosotros, especialmente a los más frágiles”, es el caso de “los niños, a todos los niños que sufren por la guerra y sufren por el hambre. Espera a los ancianos —nuestros ancestros—, obligados muchas veces a vivir en condiciones de soledad y abandono. Espera a cuantos han perdido la propia casa o huyen de su tierra, tratando de encontrar un refugio seguro. Espera a cuantos han perdido o no encuentran trabajo. Espera a los encarcelados que, a pesar de todo, son hijos de Dios, siguen siendo hijos de Dios. Espera a cuantos son perseguidos por su fe. Que son muchos”.
Antes, en la homilía de la misa de Nochebuena, el Papa proponía el ejemplo de los pastores que acuden a ver el recién nacido rápidamente llenos de asombro. Para Francisco “esta es la señal para recuperar la esperanza perdida: renovarla dentro de nosotros, sembrarla en las desolaciones de nuestro tiempo y de nuestro mundo ‘rápidamente’”. Y, es que, añadió Francisco: “¡Hay tantas desolaciones en nuestro tiempo! Pensemos a las guerras, a los niños ametrallados, a las bombas sobre las escuelas y sobre los hospitales. Disponerse rápidamente, sin aminorar el paso, dejándose atraer por la buena noticia”, instó.