“Tenemos la oportunidad de renovar nuestra vida cristiana y de dar un nuevo impulso a nuestro compromiso misionero”. Es el llamamiento que lanzó ayer por la tarde el obispo de Alcalá de Henares, Antonio Prieto en una catedral magistral abarrotada de feligreses, durante la eucaristía de apertura del Jubileo 2025.
- WHATSAPP: Sigue nuestro canal para recibir gratis la mejor información
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
Después de la pertinente peregrinación por las calles de la ciudad complutense teniendo como guía una cruz de las carmelitas descalzas, el pastor presidió una misa en la que concelebró, entre otros, el nuncio Alberto Ortega, hermano de un sacerdote diocesano.
Un mundo desconocido
“La gracia del Jubileo es para todos, pero especialmente para aquellos que más sufren, a causa de la soledad, la enfermedad, la incomprensión o la falta de sentido”, enunció el pastor. “Sembremos esperanza allí donde la esperanza se ha perdido: junto a la cabecera de la cama del enfermo, en las familias rotas, en los días largos y vacíos de los privados de libertad, en los migrantes que se enfrentan a un mundo desconocido, en los jóvenes y mayores que llevan heridas en su corazón”, reflexionó en voz alta.
Con este desafío por delante, el prelado centró parte de su homilía en la fiesta de la Sagrada Familia de Nazaret, que también se celebraba ayer. “La familia está sufriendo un preocupante proceso de disolución”, alertó el obispo de Alcalá, que detalló que “los vertiginosos cambios económicos, políticos, culturales y tecnológicos, están privilegiando el ideal de un individuo autónomo y sin vínculos”. Justo después, compartió que “la familia se ve como algo anticuado, superado o incluso como un estorbo, sobre todo para los poderes que quieren manipular al individuo para sus intereses egoístas”. Preocupado por la actual crisis de natalidad, presentó a la familia cristiana como “fuente de esperanza”.