Este sábado, la arquidiócesis de La Plata vivió una tarde de fiesta. A la apertura del Año Jubilar, se sumó el inicio del ministerio pastoral de Gustavo Carrara.
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La celebración comenzó con la Peregrinación de la Esperanza, desde la Basílica de San Ponciano, donde el nuncio apostólico en la Argentina, Miroslaw Adamczyk, bendijo la cruz del Jubileo. Posteriormente, la procesión de fieles, sacerdotes y organizaciones eclesiales se dirigió a la Catedral de la jurisdicción.
Estuvieron presentes intendentes de las distintas circunscripciones que comprenden la arquidiócesis y funcionarios del gobierno provincial.
Para iniciar la ceremonia se dio lectura a la bula papal del nombramiento y el Nuncio Apostólico entregó el báculo al nuevo arzobispo. Seguidamente, Carrara presidió la Eucaristía, concelebrada por sus obispos auxiliares: Alberto Bochatey OSA, Jorge González y Federico Wechsung; el arzobispo de Buenos Aires, Jorge García Cuerva; y el de Bahía Blanca, Carlos Azpiroz Costa OP, y otros obispos diocesanos.
“Peregrinamos juntos”
Durante la homilía, el arzobispo inició el jubileo arquidiocesano, y recordó que cada 25 años, el Jubileo invita a asombrarse y agradecer el misterio de la Encarnación: Dios se hizo hombre por amor a cada uno, y donde hay amor hay lugar para la esperanza.
Agregó que Jesús es el único importante y que sumisión como obispo es semejante a la de Juan Bautista: provocar el encuentro del pueblo con Jesús, mostrarlo e invitar a seguirlo. Lo resumió con la frase de Jn 3,30: “Es preciso que Él crezca y que yo disminuya”.
Asimismo, frente a este tiempo eclesial, el nuevo pastor afirmó: “Somos un pueblo en camino y todo el pueblo de Dios está llamado a anunciar la alegría del Evangelio: como bautizados somos corresponsables de hacerlo y para que esto sea verdaderamente posible necesitamos crecer en sinodalidad, es decir, en el caminar juntos, sin excluir a nadie”.
Pidió como peregrinos de la esperanza, discernir los signos de los tiempos para conocer los anhelos del corazón humana necesitado de la presencia de Dios, sobre todo aquellos que necesitan ser “transformados en signos de esperanza”.
Recordó las palabras del documento final del XVI Asamblea general ordinaria del Sínodo de los Obispos, Nº 28: “la sinodalidad es un camino de renovación espiritual y de reforma estructural para hacer a la Iglesia más participativa y misionera, es decir, para hacerla más capaz de caminar con cada hombre y mujer irradiando la luz de Cristo”. Y lo sintetizó: renovación, reforma, participación e irradiación misionera. ¡Caminemos juntos!, añadió.
Un plan para inspirar
El nuevo arzobispo recordó el plan de acción que propone el papa Francisco en la Bula de convocatoria al Jubileo, “mirando nuestro dramático tiempo”, y puede ser inspirador para el caminar diocesano:
- Que el primer signo de esperanza se traduzca en paz para el mundo
- aumentar el deseo de transmitir vida, frente a la disminución de la natalidad.
- Un camino de reinserción en la comunidad para los privados de libertad
- El cuidado de los enfermos y discapacitados que tienen limitada su autonomía personal.
- Cercanía a los jóvenes, alegría y esperanza de la Iglesia y del mundo
- Acogida y responsabilidad frente a los migrantes, exiliados, desplazados y refugiados: que a nadie se le niegue el derecho a construir un futuro mejor
- El cuidado de los ancianos, especialmente de los que experimentan soledad y sentimientos de abandono.
- No olvidar a los pobres que casi siempre son víctimas, no culpables
- Una comunidad cristiana que esté siempre dispuesta a defender el derecho de los débiles. El Jubileo recuerda que los bienes de la tierra no están destinados a unos pocos, sino a todos.
Carrara asumió que tiene que escuchar mucho para ir haciendo su aporte como pastor. Esto lo entusiasma porque es propio del camino sinodal escuchar desde el corazón a los demás. Y agregó que el Espíritu los impulsará a no quedarnos quietos, a no estancarse y a ser sembradores de esperanza al estilo de Jesús.
Finalmente, agradeció a todos los que rezaron por el, y pidió que continúen para que “el Espíritu me inspire los caminos para que podamos compartir con los pobres la alegría del Evangelio”.