El papa Francisco ha presidido la Santa misa de la solemnidad de la Epifanía del Señor en la Basílica de San Pedro esta mañana. Una celebración propia del tiempo litúrgico de la Navidad en la que también de forma solemne se anuncian, tras la proclamación del evangelios, las principales fiestas del calendario cristiano para este 2025, año en el que la Pascua será el próximo 20 de abril.
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La luz del amor
En la homilía, el Papa destacó que “los Magos testimonian que se pusieron en camino, lo que cambió sus vidas, porque vieron en el cielo una nueva luz”. Una estrella luminosa que no el de los poderosos que se creen estrellas “fruto de cálculos y juegos de poder”, sino con “otro tipo de luz, simbolizada en la estrella, que ilumina y da calor quemándose y dejándose consumir. La estrella nos habla de la única luz que puede indicarnos a todos el camino de la salvación y de la felicidad: el del amor”, “el amor de Dios, que haciéndose hombre se nos ha dado sacrificando su vida”.
“Como la estrella, que con su resplandor guio a los Magos a Belén; así también nosotros, con nuestro amor, podemos llevar a Jesús a las personas que encontramos, haciéndoles conocer, en el Hijo de Dios hecho hombre, la belleza del rostro del Padre y su modo de amar, que es cercanía, compasión y ternura”, prosiguió el pontífice. Algo posible “haciendo que nuestros corazones brillen en la fe, que nuestras miradas sean generosas en la acogida y que nuestros gestos y palabras fraternas estén llenos de amabilidad y humanidad”
Todas las edades y todas las razas
Francisco destacó también que la estrella de los Magos “es visible para todos” aunque solo ellos lo noten, pero “siempre permanece allí, accesible a cualquiera que levante la mirada al cielo, en busca de un signo de esperanza”. Y es que, señaló el Papa, “Dios no se revela a círculos exclusivos o a unos pocos privilegiados, sino que ofrece su compañía y su guía a quien lo busca con corazón sincero”. Y por ello, añadió, se representa a los magos “con características que abarcan todas las edades y todas las razas —un joven, un adulto, un anciano, con los rasgos físicos de los diversos pueblos de la tierra—, para recordarnos que Dios busca a todos, siempre”. Un signo para un mundo donde las naciones “parecen estar menos dispuestas a entenderse, aceptarse y encontrarse en su diversidad”.
“La estrella, que en el cielo ofrece su luz a todos, nos recuerda que Dios, haciéndose hombre, viene al mundo para encontrarse con todo hombre y mujer de la tierra, sin importar la etnia, la lengua o el pueblo al que pertenezcan” para confiar “la misma misión universal” que es “poner fin a cualquier forma de preferencia, marginación o rechazo de las personas; y a promover entre nosotros y en los ambientes en que vivimos, una fuerte cultura de la acogida en la que los cerrojos del miedo y del rechazo sean reemplazados por los espacios abiertos del encuentro, de la integración y del compartir: lugares seguros, donde todos puedan encontrar calor y refugio”.
La estrella está en el cielo “para que llegue a cada casa y rompa todas las barreras, llevando esperanza hasta los rincones más remotos y olvidados del planeta”. “Está en el cielo para decir a todos, con su luz generosa, que Dios no se niega a nadie y no olvida a nadie”, añadió el Papa. Y es que “la estrella nos habla del sueño de Dios: que toda la humanidad, en la riqueza de sus diferencias, llegue a formar una sola familia, y que viva unida en la prosperidad y la paz”.
Ponerse en camino
Finalmente, la estrella indica a los Magos el camino, como ocurre con los peregrinos del Año santo. “La estrella, trazando la ruta, nos dice que Dios nos alcanza allí donde estamos, para invitarnos a emprender un camino, a crecer con Él en el amor, hasta convertirlo en el sentido de nuestra existencia”. “Todos formamos parte de un pueblo en marcha”, reiteró empezando por nuestro “viaje interior”. “Caminar juntos es un gesto típico de quienes buscan el sentido de la vida. Y nosotros, contemplando la estrella, podemos renovar también nuestro compromiso de ser hombres y mujeres “del Camino”, como se definían los cristianos en los orígenes de la Iglesia, animados siempre por una sana inquietud, que nos impulse a buscar nuevas ocasiones para ensanchar nuestros corazones e intensificar los vínculos que nos unen los unos a los otros en la caridad”, reiteró el Papa.