España

Arturo Javier García: “La sinodalidad nos libra de ir cada uno a nuestro aire”

El nuevo obispo auxiliar de Valencia comparte con ‘Vida Nueva’ sus inquietudes sobre cómo aterrizar las reformas de Francisco





Arturo Javier García conoce al dedillo el engranaje de la Iglesia valenciana. Antes de que el Papa anunciara su designación como obispo auxiliar junto a Fernando Ramón Casas, era rector del Colegio Mayor-Seminario de la Presentación de la Virgen María y Santo Tomás de Villanueva, además de rector de la Real Iglesia El Salvador de Valencia, hasta la fecha. Junto a estos servicios, también ejercía como delegado episcopal de Misiones y Cooperación con las Iglesias y director de Obras Misionales Pontificias para la diócesis. De la misma manera, era miembro del Consejo Presbiteral, del Consejo de Pastoral Diocesano y presidente delegado de la Fundación Ad Gentes. Desde mañana, todo esto queda aparcado al asumir mitra y báculo en su ordenación episcopal, que tendrá lugar en la Seo a partir de las once de la mañana y será presidida por el arzobispo Enrique Benavent.



PREGUNTA.- Cuando entró en el seminario, ¿se imaginó alguna vez como obispo?

RESPUESTA.- ¡Qué va! Para nada. Mi único plan era ser párroco, tener una parroquia como el cura de mi pueblo, Jarafuel. Solo quería ser sacerdote.

P.- ¿Se lo pensó dos veces cuando el nuncio le comunicó la buena nueva?

R.- Uno ya está acostumbrado a decir que sí a los servicios que te van encomendando. Soy de los de no pedir nada ni rehusar nada. No me lo pensé, porque me gusta ayudar y lo que me piden ahora es ayudar un poquito más.

Vivir en comunidad

P.- ¿Qué le va a costar más: hacer las maletas del seminario o de la Delegación de Misiones?

R.- Las dos, la verdad. En la delegación son ya doce años y es verdad que siempre ha estado por ahí mi deseo de ser misionero. Por otro lado, también me había acostumbrado a vivir en una comunidad tan intensa como la del seminario, primero en Moncada y luego en  … Sí, me va a costar dejarlo.

P.- Estamos en pleno proceso de reforma de los seminarios españoles. ¿Cómo han de ser los sacerdotes del mañana?

R.- Han de ser sacerdotes con una buena formación humana, esto es, algo tan fundamental como ser humanos, ser personas. Luego también deben tener  mucha fe, porque este mundo nuestro pues necesita precisamente ser visto desde los ojos de Dios, para así poder contagiarlo a los demás. De la misma manera, han de ser muy humildes en un momento que estamos muy contestados. Además, debemos ser sacerdotes sinodales, tal y como nos indica el Papa, porque somos una Iglesia en la que tenemos que acompañarnos todos, entre los sacerdotes unos a otros en la comunidad cristiana para la misión de anunciar Evangelio que nunca ha sido fácil, pero hoy tampoco.

Un reto nuevo

P.- De tanto repetir la palabra sinodalidad, ¿se ha desgastado demasiado pronto?

R.- La sinodalidad no es un reto nuevo, es un trabajo de siempre y para siempre. Está bien que el Papa nos insista para que no lo olvidemos y para que sigamos incidiendo y no caigamos en la tentación de ir cada uno a nuestro aire.

El obispo auxiliar de Valencia, Arturo Javier García

P.- P.- Desde su impronta misionera, hablar de que todo es misión, ¿no corre el riesgo de dejar arrinconado lo ‘ad gentes’?

R.- Sí, es un peligro muy grande conformarnos con un concepto reducido de misión. La misión abarca todo y cuando se ha dejado de contemplar así, ha sido un fracaso.  A veces nos dormimos, dando por hecho de que todos somos cristianos y nos olvidamos de que el mandato de Jesús pasar por ir al mundo entero a anunciar el Evangelio. Cuando San Pablo con Bernabé se va a anunciar Evangelio por todos los sitios, no es porque en Antioquia ya fueran todos creyentes. Hacían falta allí, pero también en otros lugares más lejanos.

Acompañar a todos

P.- Su nombramiento se conoció en plena resaca de la DANA. ¿Eso le da un sabor agridulce o un signo de que le toca ser un obispo embarrado?

R.- Está claro que es esta segunda opción. Dios es providente y al fin y al cabo está detrás de todo. Nos ha dado la tarea de acompañar a todos y a servir a la Iglesia en un momento en el que mucho sufren y lo están pasando mal. Es todo un signo.

P.- Ha estado en el epicentro de la catástrofe. ¿Qué sensaciones le genera?

R.- Es todo muy duro, va a costar mucho afrontar esta tragedia. Las cosas materiales a lo mejor podemos recuperarlas, pero las pérdidas personales generar un sufrimiento que no se puede cuantificar. Nuestra misión ahora es ayudar a sanar esas heridas.

Escucha permanente

P.- ¿Cómo se puede rebajar la indignación y desazón popular que se ha generado?

R.- Creo que debemos activar una escucha permanente desde el acompañamiento, que es lo que permitirá calmar todos esos comentarios. Nos tenemos que poner mano a mano sacerdotes, psicólogos y todo aquel que pueda acoger lo que otros han sufrido.

P.- ¿Le ha sorprendido la reacción solidaria de los jóvenes?

R.- Sí, la verdad es que es una sorpresa muy grande. Los jóvenes han sacrificado su tiempo, han dormido poco y se han entregado por completo. He visto a gente muy joven llegando desde todos puntos de España dejando a un lado sus trabajos, sus estudios y sus descansos para dar esperanza y generar fraternidad.

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