Hasta en dos ocasiones se le llegó a negar la palabra a Pilar Bellosillo cuando quiso hablar en una de las sesiones del Concilio Vaticano II. Poco importaba que fuera la presidenta de la Unión Mundial de las Organizaciones Femeninas Católicas (UMOFC) y una de las cofundadoras de Manos Unidas. Este veto parece haberse roto con la elección de la primera prefecta o con la participación femenina en la asamblea sinodal. Todo, ‘made in Francisco‘.
Lo aplaude la sucesora de Bellosillo en la UMOFC, Mónica Santamaría: “Definitivamente, la elección de Simona Brambilla supone algo más que romper un techo de cristal, porque indica que las mujeres están siendo cada vez más valoradas y reconocidas por todo lo que tenemos que aportar a la iglesia desde nuestra propia vocación, carisma y esa capacidad que tenemos para humanizar todos los procesos de decisión”.
La alegría por el acenso de la consagrada italiana no tapa una resistencia más que latente que para ella es consecuencia de “un clericalismo muy grande, entendido como un problema cultural, que no solo está en los cardenales, obispos y sacerdotes, sino en los propios laicos y en las mujeres”. “A veces, nosotras mismas nos echamos a un lado; un gesto que nos tiene que llevar a ahondar en la necesidad de un cambio de mentalidad, una metanoia que todavía falta en muchas regiones del mundo”, corrobora Santamaría. A la par, también constata que hay “cierto miedo sobre dónde nos puede llevar esta apertura, porque se desconfía de dar voz a la mujer por temor a que lo próximo que se pida sea ir más allá del diaconado”.
En este sentido, se muestra preocupada por cómo no contribuye a la reflexión el actual clima polarizado, así como un creciente conservadurismo en el clero joven. Frente a ello, la presidenta de la UMOFC subraya que “hay que atreverse al cambio. Todavía queda mucho camino, pero se van abriendo más puertas”. Para ello, reclama que toca seguir el ejemplo del Papa para aterrizarlo en lo cotidiano en otras estructuras eclesiales, como los consejos diocesanos y parroquiales, sean pastorales, económicos… “No es solo un desafío para nosotras, sino para todos los laicos”, asevera.
“Es un don de Dios”. Así valora Gloria Liliana Franco, presidenta de la Confederación Latinoamericana y Caribeña de Religiosos (CLAR), el nombramiento de la primera prefecta en la historia de la Iglesia. Para la consagrada colombiana es “una verdadera epifanía”, puesto que “era algo que estábamos esperando y nos hace mucho bien que una mujer como la hermana Simona, buena, centrada en Dios, que ama su vocación misionera, esté acompañando y animando esta travesía”. Sobre el perfil de la misionera de la Consolata, apunta que sabe que son muchos los desafíos, y más en una coyuntura “especialmente compleja, la de la vida religiosa, en este momento de la historia”.
La religiosa de la Compañía de María también cree que esta designación inyectará entusiasmo “a nuestra vocación” y, por ende, permitirá “una relectura y resignificación de las estructuras y de los modos relacionales” en la vida religiosa a partir del proceso sinodal.
Daniela Cannavina, secretaria general de la CLAR y religiosa de las capuchinas de la Madre Rubatto, agradece al Pontífice este “gesto profético y valiente”, en tanto que lanza al ruedo “lo dialogado y discernido” en Aula Pablo VI durante el Sínodo, dando pasos firmes para “la apertura de nuevas puertas y un modo de ser Iglesia más inclusivo, a pesar de las resistencias”. “No cabe duda de que el reconocimiento otorgado a la hermana Simona es un testimonio de la esperanza que caracteriza a nuestra ‘Ecclesia Semper’ reformanda, que busca ser más inclusiva y comprometida con las causas que aún requieren transformación”, comenta esta monja argentina. Citando el Documento final del Sínodo de la Sinodalidad, suscribe que “no hay nada que impida que las mujeres desempeñen funciones de liderazgo en la Iglesia”. Y apostilla: “Lo que viene del Espíritu Santo no puede detenerse”.
Para la vicepresidenta de la Conferencia Española de Religiosos, Lourdes Perramón, “más allá de lo simbólico por ser mujer, elegir a Simona Brambilla tiene una lectura importante porque supone un giro en los criterios para asumir el liderazgo en la Curia”. Así, aprecia que se haya apostado por una religiosa para un departamento que acompaña a un colectivo donde la vida consagrada femenina es mayoritaria. Además, “se sitúa al frente a alguien que ha estado ya trabajando desde dentro en el dicasterio, que conoce al equipo y a las personas, y con una experiencia previa al frente de su congregación”.