Culturas

De García de Paredes al cielo





José María García de Paredes nació en 1924 en Sevilla, en una familia de marinos. Y aquello le prendió, tanto como para querer dedicar su vida a ese oficio. Sin embargo, la miopía se interpuso en su camino y hubo de ser hombre de tierra, que recorrió el mundo, sí, pero en los barcos de otros. Su hija Ángela García de Paredes, arquitecta, lo cuenta en un vídeo imprescindible, en el que narra también lo decisiva que resultó la visita que aquel joven que iba un poco a tientas hizo a Casto Fernández-Shaw. Del despacho de este arquitecto y urbanista único salió García de Paredes con el deseo de dedicar su vida a construir, a edificar. ¿Qué le diría don Casto que tanto bien le hizo…?



El joven compartió aulas con quienes serían, como él, grandes en su generación: Rafael de la Hoz Arderius (con quien levantó emblemáticas obras), Ramón Vázquez Molezún o Eduardo Chillida. Coincidieron en el Colegio Mayor de los Dominicos, clave en su formación, como lo fueron fray José Manuel de Aguilar Otermín y fray Manuel Úbeda Purkiss a la hora de encargarles en 1953, mientras estudiaban, la construcción del Colegio Mayor Aquinas. Todo un referente universitario y arquitectónico en el que ya García de Paredes plasma una de las ideas fuerza que estaría para siempre presente en su trayectoria, tanto religiosa como musical: la idea de colaboración, de compartir para generar un espíritu de convivencia. La obra fue Premio Nacional de Arquitectura en 1956.

Quienes le conocieron bien dicen que García de Paredes no era de misa regular y sí, en cambio, frecuentador de auditorios (los construyó por toda España) varias veces a la semana. Sin embargo, las iglesias constituyen una parte fundamental de su corpus arquitectónico, y en ellas repite esa idea antes señalada, la de compartir. Y la de colaborar, también, pues algunos de sus más celebrados proyectos no los levantó solo. El planteamiento conceptual del arquitecto, pues, fue rompedor. Hablamos de un tiempo en el que mucho estaba por hacer y en el que una generación que empezaba a caminar iba a convertirse en fundamental para la historia de la arquitectura española de la segunda mitad del siglo XX.

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