La Asociación Internacional de Exorcistas ha publicado una nota en la que desea aclarar “algunos aspectos” de su “ministerio” que, a su juicio, conviene poner negro sobre blanco a la hora de reflejar que estamos ante una obra de “caridad” y “misericordia”.
- WHATSAPP: Sigue nuestro canal para recibir gratis la mejor información
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
En concreto, la Iglesia encarna su respuesta a través de sacerdotes que acompañan a quienes sufren “algún tormento por la acción extraordinaria del Maligno”. De ahí que se considere que urge recalcar cuáles son “las actitudes que no corresponden plenamente a un ejercicio correcto de la delicada tarea del exorcista”.
Sin preparación específica
Y es que se han observado”. Así, “en los últimos años, ha aumentado el número de quienes, dudando o convencidos de ser víctimas de una acción extraordinarias del demonio, en alguna de sus diversas formas (vejación, obsesión, posesión o infestación diabólica), van en busca de exorcistas”. Y ahí se pueden encontrar con personas que no tienen “ninguna preparación específica en la materia” y que además carecen del “mandato del ordinario competente”.
Al actuar “de manera inadecuada” y “provocar desconcierto en el pueblo de Dios”, el mal se acrecienta “en aquellos que, con motivo de su simplicidad, por la situación de sufrimiento en la que se encuentran y, en algunos casos, por la superstición de la que son víctimas, son más frágiles”.
De ahí el consejo clave de implementar un “discernimiento definitivo” para dilucidar si estamos ante “una real acción demoníaca extraordinaria”; lo que “compete, en las diversas formas en que puede manifestarse, a quien goza de la necesaria formación y actúa con el mandato de la autoridad eclesiástica”, siempre “en nombre y en representación de la Iglesia”.
Como un nuevo Bautista
De hecho, “como en toda acción litúrgica, es la Iglesia la que actúa”. Por lo que “el exorcista, sabiendo que actúa en nombre y en representación de la Iglesia, comprende que, como un nuevo Bautista, deberá rehuir toda forma de protagonismo”.
Concretando aún más su denuncia de las “prácticas incorrectas”, la Asociación Internacional de Exorcistas ofrece en su nota “diez precisiones para iluminar algunas situaciones que son censurables”. La primera es la “desaprobación de la improvisación y el sensacionalismo”, reprobándose “la actitud de algunos sacerdotes, consagrados y laicos que, careciendo de formación adecuada y de mandato episcopal”, emprenden “caminos arbitrarios de liberación, no autorizados por la competente autoridad eclesiástica”.
En esta mala práctica, “más grave aún es cuando disuaden a los fieles de acudir al exorcista oficial de la propia diócesis, sugiriéndoles que busquen a otros exorcistas ‘más poderosos’ o para sostener la idea de una presencia demoníaca que ellos identifican erróneamente”.
La centralidad del Evangelio
La segunda acotación llama a reflejar “la centralidad del Evangelio”. “Es deplorable que algunos, en lugar de proclamar el Evangelio de Jesucristo que libera al hombre de la esclavitud del mal y del pecado, centren su atención exclusivamente en la presencia y la obra del demonio”, se rechaza de plano.
Ellos, “en lugar de acompañar a los que sufren en un camino de fe, oración, vida sacramental y caridad”, recordándoles que “la esperanza no defrauda”, “les inducen a creer que la liberación depende únicamente de una repetición compulsiva de oraciones y bendiciones”. Una gran falsedad, ya que “la paz que viene de Cristo, y que todos anhelan, solo puede obtenerse mediante una vida de caridad, alimentada por la Palabra de Dios, la oración, la frecuencia de los sacramentos de la Eucaristía y la Confesión, y de una auténtica devoción a la Virgen Inmaculada”.
De origen esotérico o ‘new age’
El tercer aspecto censurable es el “discernimiento negligente”. Cuando este no es “serio y riguroso”, es fácil que se caiga en “criterios ajenos a la fe católica, avalando conceptos de origen esotérico o ‘new age’. Este enfoque es inaceptable y contrario a la fe y a la doctrina de la Iglesia”.
En cuanto a las “prácticas supersticiosas”, hay curas que “piden fotos o ropa para reconocer posibles maleficios, tocando determinados puntos del cuerpo de los fieles con el fin de ‘diagnosticar la presencia de entidades malignas’ o para ‘expulsar la negatividad’”. Sin duda, “son comportamientos errados, que alimentan la mentalidad y la práctica supersticiosas, dañan la dignidad del cuerpo, templo del Espíritu Santo, e inducen a un uso mágico de los objetos bendecidos, despojándolos, de hecho, del significado real que es hacer presente la presencia salvífica de Cristo”.
El quinto apartado habla de la “participación de figuras inadecuadas”, tachando de “inaceptable” que algunos sacerdotes “colaboren con quienes se consideran ‘sensitivos’ o presuntos carismáticos, dirigiendo hacia ellos a los fieles que sufren, en vez de ponerlos en contacto con quien ha recibido un peculiar y expreso mandato del ordinario del lugar para ejercitar el ministerio del exorcismo”.
Delegación de funciones
Un extremo muy negativo se da “cuando es el mismo exorcista diocesano quien delega en esas figuras la tarea que la Iglesia le ha encomendado a él: hacer un discernimiento autorizado de una real acción demoníaca extraordinaria”.
El sexto punto advierte contra la “exclusión de las ciencias médicas y psicológicas”. Y es que, en algunas situaciones, es positivo tener en cuenta el criterio de “personas expertas en medicina y psiquiatría”, ya que “pueden ayudar a comprender el origen de males no necesariamente de origen preternatural”.
Más adelante, se deploran “afirmaciones temerarias y dañinas”, debidas al “ansia de querer a toda costa identificar una acción demoníaca extraordinaria como la causa desencadenante de una situación de sufrimiento” y “cuyo origen se desconoce”.
Un paso más allá se da cuando se atribuyen las posesiones a haber proferido “maleficios”, viendo en ellos “el origen necesario de todos los males y desgracias que pueden sobrevenir a la vida de una persona”. Por el contrario, “el buen sentido y la experiencia nos enseñan que, aun cuando un mal pueda haberse originado realmente por un maleficio, concentrarse en individuarlo y sentenciar a las personas diciendo que son víctimas de él, no sólo es inútil e irrelevante a efectos de la liberación, sino que puede resultar perjudicial para quien es víctima, provocando en ella sospechas sobre los presuntos instigadores o autores que han realizado el maleficio y vertiendo sentimientos de odio hacia ellos”.
Sanación intergeneracional
La novena advertencia versa sobre “la sanación intergeneracional”, centrada en el “árbol genealógico” del afectado. Sin embargo, “tales prácticas no tienen fundamentos bíblicos y teológicos”
El último consejo reclama “desterrar el miedo”. Así, puesto que “el exorcista debe conducir a los fieles atormentados a recibir la paz que viene de Cristo”, para ello, “él es el primero que debe estar habitado por esta paz, rechazando toda forma de miedo y educando a los que acompaña con su ministerio a combatirlo. Porque el miedo, cualquiera que sea la razón que lo provoque, cuando se cultiva, conduce al debilitamiento de la fe y a la pérdida de la confianza en Dios. El diablo se sirve de él para esclavizar al hombre”.
La parte final de la nota deplora “las presentaciones cinematográficas que contribuyen a una idea del sacramental del exorcismo como sombría, inquietante y aterradora: las formas censurables de lo horrendo fomentan, de este modo, una visión muy aterradora de la acción extraordinaria del demonio. Por eso, es necesario centrarse en la formación de los sacerdotes, de los consagrados y de los fieles laicos, para que no se encuentren caminando por sendas peligrosas”.
Al contrario, “la experiencia de quienes ejercen el ministerio del exorcismo, así como la de los auxiliares que colaboran en diversas funciones, confirma que este, contrariamente a la idea generalizada, está impregnado de una profunda alegría: se es testigo auténtico de cuán poderosa es la acción de Cristo Resucitado, que ilumina las tinieblas más oscuras y libera del pecado más terrible”. Solo es necesario que quienes lo acometen estén versados, de todo corazón, en “el arte del acompañamiento”.