Una parroquia en la encrucijada geopolítica de Trump en Groenlandia

La minoría católica en la isla danesa busca mantenerse al margen de los planes del presidente de Estados Unidos

Primera comunión de fieles en Groenlandia (fuente: Diócesis de Copenhague)

El presidente de los Estados Unidos de América, Donald Trump, ya ha marcado su agenda internacional, que incluye la anexión de la isla de Groenlandia, propiedad de Dinamarca. No es una decisión espuria. La isla más grande del mundo tiene 56.000 habitantes, ingentes recursos naturales (en especial, minerales, con grandes reservas de hidrocarburos, tierras raras y litio) y una posición geográfica crítica para la defensa del territorio norteamericano frente a sus principales competidores, la Federación Rusa y la República Popular de China. El deshielo de los territorios árticos provoca que este espacio esté considerado como uno de los pasos obligados en las próximas décadas para la mayor parte del tráfico marítimo internacional.



La isla tiene desde 2008 autonomía jurídica y, por tanto, derecho de autodeterminación por referéndum. Sin embargo, tiene una fuerte dependencia económica de su metrópolis, que lo considera uno de sus tres reinos. Copenhague, por su parte, muestra una resistencia tenaz a cualquier cuestionamiento sobre su soberanía sobre este territorio de ultramar, considerando la iniciativa de Trump como una bravata imperialista. La Casa Real de Dinamarca ha puesto en valor en su heráldica la posesión y el Gobierno ha recibido el apoyo, por ahora, diplomático, de algunos de sus socios europeos.

Por otra parte, la isla tiene una fuerte presencia militar norteamericana, a raíz del Tratado de Defensa de Groenlandia por la OTAN suscrito en 1951, actualizado en 2004, entre Estados Unidos y Dinamarca que da derecho a los yanquis para construir bases y desplazar tropas libremente por su territorio. Se trata de una infraestructura crítica para los groenlandeses porque los daneses ya han manifestado su incapacidad para proteger por sí solos la isla.

Dejarse querer

De ahí que el Gobierno de Nuuk se deje querer por la administración que puebla de nuevo la Casa Blanca. El presidente autonómico del territorio, Múte B. Egede plantea ampliar la cooperación con Estados Unidos, especialmente en el terreno energético, aunque asegurando que su tierra no está en venta. Vida Nueva ha contactado con la comunidad católica groenlandesa, integrada por unos 500 fieles en total, la mayor parte de origen filipino, pastoreada por los frailes franciscanos.

Comunidad católica en Nuuk -Groenlandia- (fuente: Diócesis de Dinamarca)

Comunidad católica en Nuuk -Groenlandia- (fuente: Diócesis de Dinamarca)

Son una minoría entre el 96% de una población que se define como cristiana, principalmente luterana, en un territorio al que llegó el Evangelio de forma definitiva en la Edad Media Mercedita Uypala es una feligresa de la parroquia católica de Cristo Rey de Nuuk, que depende de la Diócesis de Copenhague. A su juicio, el ánimo general de los habitantes de la isla ante el anuncio de Trump es de defensa de la autonomía de este territorio. “Groenlandia no es un trozo de pastel que se puede comprar. Mientras el Gobierno de Dinamarca está con nosotros, los groenlandeses, nos sentimos tranquilos, protegidos y en paz”, comenta.

En esta misma línea, el padre Tomaz Majcen, párroco danés de Nuuk desde verano de 2023, defiende que “desde mi perspectiva, si hay un conflicto o no con este asunto, dejaré que Dios sea el centro de todo”. “Rezamos lo mejor que podemos porque haya paz en la Tierra y dejamos que Dios haga el resto”, apunta a esta revista. El sacerdote se muestra más preocupado por acompañar a los pequeños rebaños católicos de la isla que por los afanes conquistadores de Trump. Y así lo comparte en su pastoreo que le lleva a lugares recónditos como la ciudad de Ilulissat, al norte de Nuuk, donde los fieles se reúnen en las casas para vivir su fe, al estilo de los primeros cristianos.

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