María José Tuñón: “La vida consagrada debe ser testigo de un Dios ‘embarrado’, que está con los que sufren”

El próximo 2 de febrero se celebra la Jornada de la Vida Consagrada

María José Tuñón

Hay una imagen que, en los últimos meses, parece haberse quedado grabado en la retina de María José Tuñón, esclava del Sagrado Corazón de Jesús. Y es la de, tras la tragedia de la DANA, tantas personas (afectados, voluntarios…) trabajando unidas. Ahí, en medio del barro, ella sitúa a Dios. Y sitúa, también, a la vida religiosa como testigo.



Este 2025 se cumplen cinco años desde que fue nombrada directora del Secretariado de la Comisión Episcopal para la Vida Consagrada. Un encargo que asumía con el objetivo de “tender puentes” con el Episcopado y ante el cual se muestra “contenta” ante Vida Nueva, entrevistada con motivo de la celebración, el próximo 2 de febrero, de la Jornada de la Vida Consagrada.

“Creo que en estos años todos nos hemos hecho conscientes de que tenemos que dar lo mejor de nosotros mismos para la vida del mundo y la vida de la Iglesia, y hacerlo trabajando como hermanos”, explica. “Estoy muy contenta con el trabajo, aunque es cierto que siempre queda mucho por hacer”. 

La Jornada de la Vida Consagrada se celebra este año con el lema ‘Peregrinos de Esperanza’, unas palabras, a ojos de Tuñón, tan “hermosas como desafiantes”. “La vida consagrada hoy, en este mundo en el que vivimos, donde hay tantas tinieblas y tantas caravanas de dolientes, debe sentirse parte. Que nos duelan todas estas locuras del mundo”, afirma, recordando que esto debe hacerse “sin perder la sinodalidad a la que estamos llamados”.

Voluntarios DANA de Valencia

Voluntarios DANA de Valencia

“Lo que nos pide la Iglesia a la vida consagrada es precisamente que seamos esa profecía, que de alguna forma interpele a la Iglesia y a la misma sociedad”, continúa la religiosa. “Por eso este llamado a la esperanza que hace el lema de este año, creo que es precioso, pero también muy desafiante”.

Testigos de Dios en el mundo

“Ahora que hemos vivido una tragedia como la de la DANA, vemos lo poquito que somos, pero que, aún así, la presencia de la vida consagrada sigue acompañando el dolor de la gente”, señala Tuñón. “La vida consagrada en el mundo es alrededor de 700.000 consagrados. ¡De 8.000 millones de personas que hay! Y en España somos unos 40.000. A veces esto puede parecer tan insignificante… Pero es como la levadura, ¿no? Realmente no es tanto cuestión de números, sino de ser capaces de levantar esa masa, de dar testimonio de la presencia de Dios entre la gente. De ese Dios ’embarrado’, que lleva sobre sí el dolor del mundo y del que nosotros, humildemente, y muchas veces de mala manera, quizás, somos testigos creíbles. O, al menos, debemos serlo”.

Sencillamente, dice, “lo que somos, como vida consagrada, es esa levadura pequeña y, allí donde estemos, debemos poner sabor a Dios”. Y es que, en el fondo, ese lema que han elegido de ‘Peregrinos y sembradores de esperanza’, pretende que “sembremos una esperanza y que surja sabor a Evangelio allí donde estamos, ¿no?”.

Porque, tal como recuerda Tuñon, en la Palabra, “donde hay debilidad es precisamente donde Dios se hace más fuerte y donde su presencia es más viva”. “Por eso la imagen esta que hemos vivido estos días del Dios embarrado, ojalá la vida consagrada seamos eso, esas pequeñas chispas en el barro del mundo, en las caravanas de los migrantes, cuando estos días vemos en la televisión, por ejemplo, a los deportados que ha mandado Trump con grilletes en las manos. Ante imágenes así a lo que estamos llamados a ser esa presencia que consuela y acompaña”. Testigos, en definitiva, para unos peregrinos que pueden haber perdido la esperanza, de que Dios no les deja de lado.

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