El Papa, a la primera víctima del Sodalicio: “Lo que pidas, lo firmaré, no tengas miedo”

Víctima del Sodalicio

Su sola presencia impone. Por su porte, sus manos tatuadas y sus gruesos anillos góticos. Una fachada de tipo duro, que esconde a un niño abusado, a un adolescente agredido y a un adulto que se sabe superviviente. Es viernes 24 de enero y José Enrique Escardó acaba de salir del Vaticano. De una tacada se ha reunido con el Papa, el cardenal Robert Prevost, prefecto del Dicasterio para los Obispos, y con la prefecta del Dicasterio por la Vida Consagrada, Simona Brambilla.



Fue la primera víctima que habló de las atrocidades del Sodalicio de Vida Cristiana, el movimiento peruano que Francisco ha ordenado disolver después de demostrarse corrupción en lo económico y en materia de abusos. “Estar aquí ha sido como un sueño y sigue siéndolo ahora. He salido reconfortado porque son veinticinco años de lucha, pero también siento una gran carga porque son muchas las voces que llevo”, comparte con ‘Vida Nueva’. Aun así, todavía se muestra escéptico: “Las palabras se las lleva el viento y yo puedo ser un aliado de la Iglesia en esta lucha, si es que actúa como debe ser”.

Sobre el tú a tú con el Pontífice, sentencia que “no me encontré frente a una autoridad que me defendió todo lo que estaban haciendo para que lo aplaudiera ni tampoco me dijo lo que yo tenía que hacer”. “Escuchó mucho y habló poco — desvela—, solo hizo un par de comentarios precisos y me dejó claro que está asqueado y triste con lo sucedido”. A la vez, desvela que le prometió: “Lo que tú le pidas a Jordi Bertomeu, comisario del Sodalicio, yo lo voy a firmar. No tengas miedo”.

Ese aliento contrasta con el infierno de su niñez. “Tenía doce años cuando conocí al Sodalicio, estaba en sexto de Primaria y me lavaron el cerebro cinco años en mi colegio y entré con 15. Un año después fui víctima de agresión sexual por parte de Germán Doig”. A partir de ahí, se sucedió la violencia física y psicológica por parte de líderes del movimiento: “Me pusieron un cuchillo en el cuello, me obligaban a lavarme la cara y las manos con agua del inodoro sucio…”.

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