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Anna Casaldàliga: “Cuando hablamos de Pedro, siempre hablamos de las causas”

| 14/02/2025 - 08:00

Vida Nueva entrevistó a la sobrina del religioso, Anna Casaldàliga Riera, quien integra la Fundación que mantiene viva las obras y las causas de Don Pedro





El próximo 16 de febrero se celebra el 97 aniversario del nacimiento de Pedro Casaldàliga. Había nacido en Balsareny, en la provincia de Barcelona. Hijo de un campesino, vaquero, estudió en La Gleva y en Vic. Ingresó en la Congregación Claretiana y fue ordenado sacerdote en Montjuïc, Barcelona, en 1952. Ejerció diversos ministerios en Sabadell, Barcelona, Barbastro y Madrid, hasta que en 1968 aceptó fundar una misión claretiana en Brasil.



Consagrado obispo en 1971, fue responsable de la Prelatura de São Félix do Araguaia, donde convivió y trabajó junto a un pueblo oprimido por los terratenientes. Sin medios de comunicación y con un alto índice de pobreza.

Con motivo de esta celebración y el Encuentro Anual que realiza la Fundacio  Casaldàliga, Vida Nueva conversó con su sobrina, Anna Casaldàliga Riera, una de las integrantes de la Fundación que lleva su nombre. Es bibliotecaria y desarrolla su actividad profesional como subdirectora de la Biblioteca de la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona.

Sensibilidad y ternura

PREGUNTA.- Háblenos de su historia familiar con Pedro Casaldàliga, por favor.

RESPUESTA.- Soy sobrina del obispo Pedro Casaldàliga Pla. Nací en Balsareny (Barcelona), en la misma casa donde nació Pedro. Junto con mis hermanas –somos ocho mujeres–, nuestro propósito es cuidar la memoria y el legado del ‘tiet’ Pere. Así lo llamábamos.

La relación con el tiet Pere, a pesar de la distancia, fue muy estrecha. Primero a través de cartas y de las personas que vivían con él y venían de visita a la casa familiar. Más tarde, personalmente, con numerosas visitas a São Félix de Araguaia, y en los dos viajes que hizo a Roma.

P.- ¿Qué representan hoy la figura, el legado y las causas de Pedro Casaldàliga para Ud. y su familia?

R.- En nuestra familia nos gusta que se recuerde a Pedro como pastor, profeta y poeta. Con este objetivo, junto con la Asociación Araguaia y un grupo de amigos, creamos la Fundación Pere Casaldàliga. Realizamos actividades a lo largo del año y especialmente con motivo del aniversario de su nacimiento, el 16 de febrero y, con motivo de su Pascua, el 8 de agosto.

Como pastor vivió toda su vida con los pobres y como los pobres. En su casa no hubo nevera hasta que las casas del pueblo tuvieron nevera. Para estar en contacto con el pueblo, viajaba días enteros, siempre en autobús pues las distancias en Brasil son muy extensas. Toda su vida fue de extrema sobriedad. Bastaba ver su casa y sus costumbres, su manera de celebrar. Él fue coherente hasta el final, cuidando a las personas una a una, atendiendo clamores de manera muy cercana. Y expresando claramente lo que no quería ser.

Como profeta, tenía una gran capacidad de análisis de la realidad con visión de futuro y una gran facilidad para la comunicación. A él le hubiera gustado también ser periodista. Esto le facilitó poder denunciar las injusticias y ser altavoz de los problemas de la región, de Latinoamérica y de la Iglesia.

Y tenía alma de poeta. Él decía que la poesía había significado mucho en su vida. Pedro era muy sensible y tierno. Siempre llevaba un trozo de papel y un bolígrafo ‘bic’ en el bolsillo de su camisa. Con su sentido del humor, decía que a la única multinacional a la que daba negocio era a la casa de bolígrafos Bic. Y en cualquier lugar, según le venía una inspiración, sacaba su papelito y se ponía a escribir.

Le gustaban los místicos. Hay quien compara su poesía con san Juan de la Cruz. Recitaba a Antonio Machado, Salvador Espriu o Joan Maragall y en su habitación tenía enmarcada la poesía ‘Cant Espiritual’.

Como recuerdo familiar, cuando las sobrinas y primos hacíamos la comunión, nos escribía una poesía. Con la información que tenía de nosotras, por las cartas que nos mandábamos, escribió unas poesías preciosas. Dijo de sí mismo: “yo pienso a veces que si yo soy algo es eso, poeta”.

“Mis causas valen más que mi vida”

Y sin duda, cuando hablamos de Pedro, siempre hablamos de “las causas”. Su frase más conocida es “mis causas valen más que mi vida”. Él las definía así: “Son causas, no sólo mías: la tierra, el agua, la ecología, las naciones indígenas, el pueblo negro, la solidaridad, la verdadera integración continental, la erradicación de toda marginalización, de todo imperialismo, de todo colonialismo, el diálogo interreligioso e intercultural y la superación de ese estado de esquizofrenia humano que es la existencia de un Primer Mundo y un Tercer Mundo y un Cuarto Mundo, cuando somos un solo mundo, la gran familia humana, hijos de la vida”. Causas bien vigentes, ¿verdad?

P.- Seguramente, tiene mil y una anécdotas con su “tiet”. Cuéntenos una que nos muestre a un Don Pedro que aún no conozcamos del todo públicamente

R.- Cuando él se marchó a Brasil, en 1968, yo era muy pequeña, tenía 4 años, y tengo un recuerdo difuso. Por supuesto que, para nosotros era un orgullo, era obispo en Brasil y ya de pequeñas fue un referente para la familia. La idea que tenías de pequeña era una fantasía, la de alguien que estaba viviendo en la selva con los indios y que ayudaba a los más pobres. Las cartas que recibíamos de Brasil eran como un regalo, las leíamos la familia, los vecinos, se leían en la parroquia… Más adelante envió casetes grabados con su voz y, la primera llamada por teléfono fue cuando murió la abuela, su madre, en 1983. Hasta que en 1988, aprovechando que le habían llamado a Roma para entrevistarse con Juan Pablo II (para la visita ad limina), fuimos todos a visitarlo. Fue un reencuentro familiar después de 20 años.

De este viaje a Roma, toda la familia tiene un magnífico recuerdo. Estábamos muy alegres acompañándolo mientras él iba y venía al Vaticano. Yo tenía 24 años, y lo más impactante es que hablamos como si nos hubiéramos visto el día antes, de una forma muy cercana. Pero esto no sólo nos pasó a nosotros, sino que, de la gente que lo conoció, todo el mundo dice lo mismo, que cuando lo veías por primera vez te daba la sensación de que ya te conocía de siempre y que cuando hablaba contigo eras la persona más importante para él en ese momento. Era una mirada tierna, que te escuchaba.

Respecto al encuentro con Juan Pablo II, viéndolo con la perspectiva del tiempo creo que en la familia no éramos consciente de lo que él se estaba jugando en esa visita a Roma. El desacuerdo con el Vaticano venía de tiempo atrás, de cuando no quiso ir a realizar la visita ad limina con todos los obispos brasileños porque decía que eran visitas que no servían para mucho. Y al final lo llamaron a él solo, escandalizados como estaban en Roma por su apoyo a Nicaragua al movimiento de la Revolución Sandinista. De Ratzinger, –que en aquel momento era jefe de la Congregación para la Doctrina de la Fe–, Pedro nos confesó que era una persona muy inteligente y que habían tenido una interesante conversación teológica. Y de Juan Pablo II nos quedó una anécdota: por lo visto, en la sala donde hablaban había una pintura de un león y el Papa le dijo: “Aunque te haya hecho venir hasta aquí, yo no soy una fiera”. Al cabo de unos meses de su regreso a Brasil, recibió una carta del Vaticano, sin firmar, que le pedía dejara de viajar a Centroamérica y de hablar con los medios de comunicación. Era aceptar una censura. Pedro no firmó esta carta.

El legado de Pedro

P.- ¿Cuál es el trabajo que realiza hoy la Fundació Casaldàliga?

R.- La Fundación cuida de la memoria y el legado de Pedro Casaldàliga, en España y Brasil, y continua su lucha en favor de sus causas.

Fue fundada originalmente como la Asociación Araguaia con el obispo Casaldàliga y la familia Casaldàliga. Luego, con el acuerdo de sus integrantes, pasó a ser fundación. Cuenta con un Patronato formado por amigos cercanos al obispo y comprometidos con sus causas. La presidenta de la Fundación es mi hermana Glòria Casaldàliga.

El legado de Pedro es muy amplio y el objetivo de la Fundación es preservarlo, darlo a conocer y continuarlo. Además, cuida el buen nombre de Pedro Casaldàliga y su mensaje.

También colaboramos con diferentes proyectos en Brasil. Además, existe el proyecto de convertir la casa donde vivió Pedro, en Sao Felix do Araguaia, en una casa museo y que se pueda visitar junto con el archivo, que reúne una importante documentación de la historia de la prelatura, la región y de la iglesia, y que está digitalizado y es muy interesante visitar, y también su tumba al lado del río. Estos proyectos están a la espera de poderse trabajar con el nuevo obispo de Sao Félix.

Desde aquí, animo a los lectores que quieran continuar luchando por las causas de Pedro a participar en la Fundación. (Para conectarse y tener más información: https://fperecasaldaliga.org/es/).

También tenemos una estrecha relación con las personas que elaboran la Agenda Latinoamericana en la actualidad. Esta agenda fue creada por Pedro y el claretiano José María Vigil en el año 1992.

P.- Para celebrar la fecha del nacimiento de Don Pedro, la Fundación realiza un Encuentro Anual. ¿En qué consiste y cuál es el tema de este año?

R.- Una de las actividades más importantes que realiza la Fundación cada año es una campaña de sensibilización sobre una de las causas de Pedro Casaldàliga.

En las campañas y encuentros que realizamos participan personas, voces autorizadas y representativas de los movimientos populares y/o eclesiales, que nos cuentan sus procesos históricos, sus dificultades y las posibilidades de futuro.

El tema de la campaña de este año es “Construyendo cultura de paz”. El domingo 16 de febrero celebraremos un encuentro en la escuela FEDAC Sant Andreu en Barcelona con la ponencia de Nuno Coelho que se titula ‘Combatir el racismo para construir una cultura de paz’ y la participación del conocido pacifista Jordi Armadans, entre otros. (Más información: info@fperecasaldaliga.org)

P.- ¿Porqué Pedro Casaldàliga no regresó a España?

R.- En casa decían que era porque si venía no podría volver a entrar en Brasil, porque en la época de la dictadura militar estaba amenazado con la expulsión. Los misioneros de la época volvían a los cinco años. De hecho, su madre, mi abuela, le estuvo esperando hasta su muerte. Pero es que él a los cinco años de estar en Brasil ya había tomado partido muy claramente contra la dictadura militar, ya había sido amenazado de muerte, ya había sido nombrado obispo… y no quiso dejar a su gente. Más tarde, podía haber venido, incluso cuando viajó a Roma, pero él dijo que tampoco le gustaba toda la atención mediática que supondría su visita y que no quería convertirse en una ‘vedette’.

P.- ¿Cuál sería el mensaje de Don Pedro para la Iglesia de hoy, según sus causas?

R.- Una frase de Pedro dice así: “La solución es siempre la esperanza. Una esperanza, sin embargo, que empieza a trabajar, que sepa vivir el día a día, que busque hacer un trabajo de justicia y liberación con los demás”.

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