“Es imposible seguir a Cristo sin una filosofía basada en el servicio”. Así de contundente comenzaba su taller sobre el ministerio de la Palabra el diácono permanente Pedro Jara. Psicólogo e ingeniero de Telecomunicaciones, descubrió su vocación hace 13 años y ahora la lleva a cabo en la Archidiócesis de Madrid. Uno de los puntos esenciales que compartió en el Congreso Nacional de Vocaciones fue darse cuenta de que la vocación es “dejarse hacer” por el Señor. Ser su instrumento. “Lo importante es la Palabra, no el mensajero”, recordó. “¿Alguien se acuerda de los pinceles que usó Velazquez?”. Por ello, “si nadie se acuerda de nosotros el día de mañana, mejor, porque lo importante es la Palabra”.
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En este sentido, Jara advirtió del peligro de “caer en la tentación de, a partir de su Palabra, transmitir la mía. Si has recibido la gracia del Espíritu Santo para transmitir la Palabra, transmítela. Pero no podemos secuestrarla para transmitir la nuestra”. Y es que “es imposible dejar que Dios haga lo que quiera de nuestra vida sin estar íntimamente unidos a Él. Y esto solo puede hacerse a través de la Palabra. No para que la interpretemos a nuestro gusto, sino para que nos rompa los esquemas, para que haga con nuestra vida lo que quiera”.
También señaló otras malas prácticas: “He escuchado que hay quien va a ‘ChatGPT’ para que le haga una homilía”. Y no es que Jara tenga nada en contra de esta herramienta, pero, “lo que estás diciendo, ¿no lo has sacado de lo que Dios hace en tu vida?”. Así, “el ministerio de la Palabra no consiste en decir una homilía vacía, sino que va de que uno se hace el último para que la Palabra vaya por delante”. Para ello, es clave “no caer en contradicciones” y no dar por hecho que la gente sabe “hasta lo que podemos pensar, que es lo más básico”. De hecho, “muchas veces, la necesidad de explicar las cosas, sobre todo en el mundo de ahora, nos está diciendo algo tan importante como que esa ignorancia es una llamada a la evangelización”.
Con los pobres
Sobre todo, Jara hizo hincapié acerca de la necesidad de evangelizar a los últimos. “¿Vosotros queréis ser pobres?”, preguntó. Y se respondió así: “Si no es así, no sois de Cristo. Jesús, siendo rico, se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza”. Pues “no hay mayor pobreza que no conocer a Cristo”.