En su mensaje de Cuaresma 2025, el Episcopado también llama a la “solidaridad y comunión fraterna por las personas migrantes que han llegado hasta nuestra tierra borinqueña”
Feligreses de la Arquidiócesis de San Juan. Foto: El Visitante
La Conferencia Episcopal Puertorriqueña alertó de la violencia en ese país: “hay mucho dolor ante las muertes violentas que arrebatan la vida y tronchan la esperanza de seres queridos, de familias y del país. ¡Cuántos jóvenes y personas de bien tienen que seguir derramando su sangre en nuestras calles! Esta violencia hay que detenerla. Procuremos la paz del corazón que nos da el Espíritu y que lleva a que superemos las violencias verbales y actitudes agresivas que degeneran en conflictos innecesarios”.
Al hacer público su mensaje de Cuaresma 2025, los obispos de Puerto Rico pidieron a los fieles que en los viacrucis de este año “estén presentes los hermanos y hermanas que han perdido la vida, de forma viciosa y cruel, en medio de nuestras comunidades… No podemos conformarnos con la violencia en nuestras calles que arrebata la vida a tantas personas, muchas veces, niños, jóvenes, mujeres y ancianos”.
También hicieron un llamado a “la solidaridad y comunión fraterna por las personas migrantes que han llegado hasta nuestra tierra borinqueña… la ayuda que podamos brindar a estos hermanos migrantes en el ámbito personal y colectivo, como también a sus familias y comunidades, debe ser nuestra mejor respuesta para rechazar estas políticas migratorias que se convierten en deshumanizantes, opresivas, discriminatorias y que atentan contra la dignidad divina de cada persona”.
De igual modo, pidieron que ante la ola de deportaciones de inmigrantes, “muchas veces acompañadas por la insensibilidad y la falta de compasión, les invitamos a peregrinar en nuestras plazas y calles durante la Cuaresma, cargando la Cruz de Cristo y con cirios encendidos, para encarnar la cruz de los migrantes ante la implementación de estas nuevas normas políticas”.
“No podemos quedarnos callados ante el drama de dolor e incertidumbre que viven las personas migrantes que solo añoran un trabajo digno y un futuro esperanzador para ellos y sus seres queridos. Igualmente, no podemos ser indiferentes ante la falta de amor y de compromiso por el bienestar y la paz de las personas alrededor que en ocasiones no se vive en muchos hogares y familias de nuestras propias comunidades”, apuntaron los obispos.
El episcopado puertorriqueño alertó de la baja tasa de natalidad y con una alta tasa de envejecimiento; “amenaza también la estabilidad familiar la sombra de posibles recortes en ayudas para el sostenimiento de los más pobres, la quiebra o insolvencia de sistemas de pensiones, el alto costo de la vida, y el empobrecimiento en general. No podemos ser indiferentes al drama que vive hoy la familia en el paı́s. ¡Cuántos hogares disfuncionales, heridos por la falta de amor y de compromiso cristiano en sus integrantes! ¡Cuántas injusticias se viven en el seno de muchos hogares a nuestro alrededor!
Para los obispos, si se quiere “rescatar a nuestro pueblo y devolverle la esperanza con un nuevo horizonte de vida y de bienestar”, es necesario “acercarnos a nuestros hogares y a las familias. Hay que fortalecer los vı́nculos matrimoniales y se tiene que mejorar la pastoral familiar de acompañamiento y cercanı́a entre las comunidades y entornos parroquiales”.