“La noche ha transcurrido tranquila. El Papa ha descansado”. Es el comunicado que la Santa Sede lanzaba hoy en torno a las ocho y veinte de la mañana después de que ayer por la tarde se agravara el estado de salud de Francisco por una crisis asmática y una anemia que se tradujo en falta de plaquetas.
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Estos episodios que llevaron a los médicos del Pontífice a hablar de “pronóstico reservado” se buscaron superar con la aplicación de alto flujo de oxígeno y una transfusión de sangre.
Estado crítico
Este escueto mensaje lanzado desde el Vaticano habla de cierta estabilidad dentro del “estado crítico” con el que definieron la situación los médicos del Pontífice este viernes y que fue reiterado en el comunicado de ayer por la tarde.
Lo cierto es que, si en la comparecencia de los doctores Sergio Alfieri y Luigi Carbone, se dejó claro que el Papa no estaba “fuera de peligro”, el hecho de que hicieran hincapié en que no había “riesgo de muerte”, hizo pensar en una evolución lenta pero positiva.
Sin embargo, lo sucedido en la tarde ayer ha hecho despertar de nuevo todas las alarmas en torno a Jorge Mario Bergoglio, de 88 años. Y es que, como ellos mismos alertaron, corre el peligro de que detrás de la anemia que le han diagnosticado pudiera acechar esa sepsis que ellos temían que pudiera complicar su recuperación.