Después de tres años de acudir cada poco tiempo a la primera línea del frente para llevar ayuda y rescatar a civiles (estima que ha llevado a un lugar seguro a unas 500 personas), al salesiano ucraniano Oleh Ladnyuk le duele en el alma que la invasión rusa de su país se pueda cerrar con el agresor como gran triunfador. De ahí que, en conversación con Vida Nueva, clame al cielo: “¿Es posible la paz sin justicia? Porque este es exactamente el tipo de paz que Trump y Putin quieren ofrecer”.
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Horrorizado, este sacerdote pone en valor la tenaz lucha por la independencia que su pueblo está protagonizando desde que, el 24 de febrero de 2022, sus fronteras fueran violadas por las tropas rusas. De ahí que comparta la voz del conjunto de una nación que ya se negó a dejar de existir (cuando padeció el ‘Holodomor’, una hambruna terrible en tiempos de Stalin, y ahora ante la invasión de Putin) y que, fiel a ese espíritu de resistencia, rechaza de plano las negociaciones bilaterales que Moscú y Washington han iniciado en Arabia Saudí, sin contar con el Gobierno Zelenski ni con ningún representante de la Unión Europea.
El error de Chamberlain
Para Ladnyuk, “toda esta historia me recuerda el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, en particular a la Conferencia de Múnich. Para complacer a Hitler, Europa le hizo concesiones. Al volver a Londres, Chamberlain dijo que había traído la paz, pero Churchill le replicó que venía con la guerra, pues, en casos como estos, los dictadores tienen cada vez más apetito. La paz sin justicia es solo un respiro de algo mucho peor. Por desgracia, los pacifistas de hoy no entienden que están empujando al mundo hacia algo mucho peor”.
En este sentido, el salesiano apela a tener una mirada global y que vaya más allá de Ucrania. Así, aunque hacía años que ya venían emergiendo los regímenes autoritarios, como Rusia o China, frente a una Unión Europea cada vez más debilitada, ahora, con el regreso al poder de Trump en Estados Unidos, el mundo parece escalar hacia un nuevo orden mundial. Uno en el que se pisotean los derechos humanos para exclusivo beneficio de una élite económica y tecnológica. Todo bajo la sombra de un Elon Musk que, dueño de X (antiguo Twitter), apoya indisimuladamente, a base de bulos en las redes sociales, los intereses de la ultraderecha en numerosos países.
En apenas un mes de trumpismo, los ejemplos más paradigmáticos son Palestina y Ucrania. Para la primera, la solución del líder republicano parece pasar por vaciar todo su territorio (incluida Cisjordania), expulsar a su población y construir un imperio inmobiliario para ricos. Para la segunda, el camino es quitar toda la legitimidad al Gobierno de Zelenski, al que ha llamado estos días “dictador”, y negociar en exclusiva la paz con Putin.
Crímenes sin castigo
Algo que Ladnyuk ve inconcebible: “¿Cómo explicar a los ucranianos que han tenido que huir que no podrá regresar a su patria y que nadie será castigado por el asesinato de sus seres queridos? Podemos decir que, si esto ocurriera, sería el fin de los principios democráticos actuales y la victoria de los tiranos antidemocráticos”.
Para este hijo espiritual de don Bosco, “la guerra dura ya tres años y aún recuerdo el primer día, cuando me desperté con el ruido de las bombas y empecé una nueva vida llena de sufrimiento y preocupación por la gente”. Desde ese trágico 24 de febrero de 2022, “junto a mi equipo hemos conseguido rescatar a un gran número de personas de las ciudades del frente atacadas por las balas y las bombas. Gracias a Dios, nadie resultó herido durante las evacuaciones y solo nuestros coches resultaron dañados por la metralla”.
Además, gracias la implicación de “varias organizaciones salesianas”, han logrado “entregar una gran cantidad de ayuda para la supervivencia de la población local y abastecer de medicinas a la mayoría de los hospitales del Donbás. Ya desde los primeros días de la guerra, en mi congregación decidimos ayudar a las poblaciones donde no llegaban las organizaciones humanitarias, principalmente, en la línea del frente”.
Dios no les ha abandonado
Una experiencia que le permite compartir que “la guerra siembra una gran desesperación en los corazones de la gente e inspira el pensamiento de que Dios les ha abandonado”. Por ello, “la presencia de un sacerdote da a la gente la esperanza de que no todo está perdido y de que Dios está con ellos. Todo consagrado que trabaja en primera línea vive su vocación al cien por cien, porque puede sentirse un instrumento en manos de Dios que ayuda a los más necesitados”.
De ahí el profundo dolor al percibir que el esperado sueño de la paz se convierte en una pesadilla. Y todo porque “vivimos un período en el que el mundo se está transformando en algo nuevo. Las normas e instituciones mundiales diseñadas para proteger los valores democráticos están dejando de funcionar gradualmente. Toda esta destrucción de los ‘viejos órdenes’ y la formación de ‘nuevos órdenes’ se enmascara con la palabra ‘paz’, y esto me recuerda la afirmación del filósofo Soloviev, que escribió que el diablo se apoderará del mundo con el lema ‘promover la paz en toda la tierra’”.
Hasta el punto de que “’1984′ y ‘Rebelión en la granja’, las proféticas obras de Orwell, están adquiriendo nuevos colores en el mundo moderno y ya no son algo fantástico, sino que se están convirtiendo cada vez más en una realidad en el mundo moderno”. De hecho, “en toda esta situación mundial, la única estructura que aún conserva los valores democráticos es Europa. Ahora es ella quien debe tomar la iniciativa y defender los valores democráticos. Si esto no ocurre, tendremos que enfrentarnos a grandes cambios a nivel mundial. Los dictadores no descansarán tras una paz injusta en Ucrania y sus apetitos no harán más que crecer”.