Doce años del papa Francisco: así le contó a Vida Nueva cómo fue su elección papal

  • Estaba convencido de que volvería a casa: “Dejé listo en Buenos Aires incluso mi sermón para el Domingo de Ramos y el del Jueves Santo”
  • “Hubo varios detalles reveladores, pero realmente no me di cuenta de nada en ese momento”… Hasta llegar a convertirse en “una víctima del Espíritu Santo”

El papa Francisco, en el encuentro con Vida Nueva

Este 13 de marzo se cumplen 12 años de aquel 13 de marzo de 2013 en el que la Plaza de San Pedro se estremeció al ver que de la Capilla Sixtina emanaba el humo de la ‘fumata blanca’. Minutos después, el mundo conocía que Jorge Mario Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires, era el primer papa americano, el primer papa jesuita y el primer papa en adoptar el nombre de Francisco, en homenaje al santo de Asís. El primero en muchas cosas.



Aunque, cuando entró en el cónclave que elegía al sucesor de Benedicto XVI (también Joseph Ratzinger fue el primero en cinco siglos en tomar la histórica decisión de renunciar al papado), Bergoglio no podía imaginar que saldría de allí vestido de blanco. Así lo reconoció a Vida Nueva en la entrevista que nos concedió en el verano de 2023. Entonces, a la pregunta de si alguna vez soñó con ser papa, fue claro: “Ni se me pasó”.

En el cónclave de 2005

Y eso que, en el cónclave de 2005, como se sabe, fue uno de los más votados, llegando incluso a pedir a los cardenales que le apoyaban que se decantaran por Ratzinger y así desbloquear la elección.

Un momento histórico que él evocaba así con nosotros: “Cuando murió Juan Pablo II, estaba camino de la villa miseria de Barracas. Murió mientras iba en el colectivo. Celebré la misa y me senté con la gente. Empezaron a hablar sobre cómo se elige al papa. Y una anciana me dice: ‘Padre, ¿a usted lo pueden hacer papa?’. Digo: ‘Sí, a todos’. ‘Bueno, pues entonces, un consejo –me dice–: si va a ser papa, cómprese un perrito’. ‘¿Para qué?’, le pregunté. ‘Antes de comer, dele al perrito’”.

Ocho años después, “el 11 de febrero de 2013, justo el día que anunció Benedicto su renuncia, tenía programada una misa en la parroquia de Lourdes, en Caballito. Se hace en la calle porque hay tanta gente… Cuando terminó la eucaristía, dije: ‘Recemos por el papa Benedicto XVI, que hoy presentó su renuncia, una avemaría a la Virgen’. Y una vieja grita desde atrás: ‘¡Ojalá te hagan Papa!’”.

“Las viejas son sabias”

Y el sueño se hizo realidad…, clamamos nosotros. Aunque Francisco, con su sorna habitual, lo veía de otro modo: “Eso no fue un sueño, fue un grito. Las viejas son sabias. A las viejas hay que escucharlas. (…) Siempre me llama la atención la sabiduría de los mayores”.

En su caso, por lo vivido aquellos días, se declara con ironía como “una víctima del Espíritu Santo”. Todo porque “pensaba que regresaría a casa después de la elección papal. Dejé listo en Buenos Aires incluso mi sermón para el Domingo de Ramos y el del Jueves Santo”.

Durante el cónclave, “hubo varios detalles reveladores, pero realmente no me di cuenta de nada en ese momento. Luego los supe ver, transcurrido el tiempo. Ni siquiera me sentí preocupado cuando tuvo lugar la primera votación y algunos apuntaron mi nombre. Esa noche subí hasta la quinta planta de la Casa Santa Marta para llevarle al cardenal de La Habana, Jaime Ortega, las notas que me pidió sobre las palabras que dije durante las congregaciones generales, cuando hablé de la dulce y confortadora alegría de evangelizar, del peligro de una Iglesia autorreferencial y de la mundanidad espiritual, así como de la necesidad de salir a las periferias”.

“¿Ya preparaste el discurso?”

Al darle el papel, Ortega “me dijo: ‘¡Ay, qué lindo! Me llevo un recuerdo del Papa’. Ni me di cuenta del comentario en ese momento. Cuando tomo el ascensor para bajar al segundo piso, donde yo estaba, en el cuarto sube el cardenal Errázuriz y me suelta: ‘¿Ya preparaste el discurso?’. ‘¿Cuál?’. ‘El que tienes que decir en el balcón’. También lo ignoré, como si nada”.

De la misma manera, “sucedió algo en el comedor al día siguiente en el almuerzo. Otro cardenal se puso a hablar conmigo y me pidió que me acercara para hablar con un grupo de electores europeos: ‘Eminencia, venga, queremos conocer algo más de Latinoamérica. Háblenos’. Yo no caí en la cuenta de que me estaban haciendo un examen. El remate fue cuando, después, un cardenal amigo mío se me acercó para preguntarme por mi salud. Le desmentí algunos rumores sobre mi persona, sin darle importancia”.

El papa Francisco, en el encuentro con Vida Nueva

Tanto era así que “me fui a dormir la siesta tranquilo. Después, me fui a votar como uno más. Antes de llegar a la Capilla Sixtina, me encontré con el cardenal Ravasi y nos pusimos a conversar mientras caminábamos por los alrededores. Le confesé que utilizaba sus libros para dar clase y, a partir de ahí, comenzamos a hablar evadiéndonos de todo, hasta que escuchamos una voz de lejos: ‘¿Y ustedes van a entrar o no? Porque cierro la puerta…’. Casi nos quedamos fuera…”.

Las palabras de Hummes

Todos esos detalles, de los que en ese momento no si apercibió, evidencian que “uno, en el fondo, es víctima de la Providencia, del Espíritu Santo. Así entré yo al cónclave y así salí. En la primera votación de la tarde, cuando ya era casi evidente todo, se me acercó el cardenal Hummes, que estaba detrás mío, y me dijo: ‘No te preocupes, así trabaja el Espíritu Santo’. Y, cuando ya salí elegido en la votación definitiva, fue cuando me comentó eso que ya he dicho tantas veces: ‘No te olvides de los pobres’. Conclusión: comparto esto para que vean que el Espíritu Santo existe y yo creo que me puso Él”.

En la noche del 13 de marzo de 2013, cuando fue elegido, ¿tuvo tiempo para soñar o, cuando se despertó, se dijo asustado ‘la que me ha caído encima’? “¡Esa noche dormí como un lirón! Después de ser elegido, había un gran banquete. Estaba preparado ya. Lo cuento como sucedió. Después de hablar a la gente, de rezar por el papa anterior, salí y había un ascensor esperando solo para mí, para que yo me desplazara solo. ‘Yo voy con todos’, dije. Me salió de adentro. Cuando llegué abajo, estaba la limusina. Y volví a decir: ‘Yo voy en el colectivo con todos”. Ahí me di cuenta de que me estaba esperando un cambio de cosas’”.

Después el banquete, “llamé al nuncio en Argentina y le dije: ‘Diga que no viaje nadie’, porque imaginé que los obispos querrían venir, y le planteé que la plata del pasaje se la diesen a los pobres. Luego llamé a Benedicto XVI para saludarlo. Al principio no contestaba, porque estaba pendiente de la televisión, pero, cuando logré hablar con él, noté que estaba contento’”.

Mantuvo su estilo de vida

A la mañana siguiente, “no me podía poner el cuello de la sotana, no sé por qué. Salí y estaba el emérito de Palermo, y le dije: ‘Ayúdame’. ‘¡Sí, cómo no!’, me contestó. De la misma manera, ese día bajé a comer al comedor con todos. Y ahí empezó la vida en común que sigo llevando hoy [renunció a vivir en el Palacio Apostólico, conviviendo con más gente en Santa Marta]. El cambio de formas de proceder se dio solo, dejé que surgiera lo mío. No cambié mi estilo de vida y eso me ayudó. Fue una intuición del momento. Con esa naturalidad vivo las cosas y las cuento”.

En cuanto al día de mañana (esperemos que muy lejano) cuando un cónclave elija a su sucesor, Francisco, simplemente, enarca las cejas y levanta los hombros: “El Espíritu sorprende. Mira lo que pasó conmigo… ¡Quién iba a pensar que un latinoamericano perdido iba a estar aquí hoy! El Espíritu hace sus cosas. (…) Con un Colegio Cardenalicio tan ‘revuelto’ por tantos nombramientos y tan distintos, puede pasar cualquier cosa, que es el miedo que tienen algunos. ‘¡En manos de quién puede caer esto!’, piensan”.

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