“Comparto con vosotros estos pensamientos mientras estoy atravesando un momento difícil y me uno a tantos hermanos y hermanas enfermos: frágiles, en este momento, como yo. Nuestros cuerpos son débiles, pero aún así, nada puede impedirnos amar, rezar, donarnos, ser los unos para los otros, en la fe, signos luminosos de esperanza”. Estas son las palabras del papa Francisco desde el hospital con motivo del ángelus de este segundo domingo de Cuaresma, dedicado a la Transfiguración de Jesús.
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“Habiendo subido a la cima de una montaña con Pedro, Santiago y Juan, Jesús se sumerge en la oración y queda radiante de luz”, ha señalado el Papa. “Así muestra a sus discípulos lo que hay detrás de los gestos que realiza entre ellos: la luz de su amor infinito”.
“¡Cuánta luz brilla, en este sentido, en los hospitales y en los lugares de atención!”, continúa Francisco. “¡Cuánta atención amorosa ilumina las habitaciones, los pasillos, los consultorios, los lugares donde se prestan los servicios más humildes!”. Por eso, el Papa ha invitado a unirse a él “para alabar al Señor, que nunca nos abandona y que, en los momentos de dolor, pone a nuestro lado personas que reflejan un rayo de su amor”.
Mensaje a los niños
Así, Francisco ha agradecido todas las oraciones por él, así como la labor de “quienes me ayudan con tanta dedicación”. “Sé que muchos niños rezan por mí. Algunos de ellos vinieron hoy aquí, al Gemelli, como muestra de cercanía. ¡Gracias queridos hijos! El Papa os ama y siempre espera encontraros”.
Por último, el Papa no ha olvidado pedir que “sigamos rezando por la paz, especialmente en los países heridos por la guerra: en la atormentada Ucrania, en Palestina, Israel, Líbano, Myanmar, Sudán, República Democrática del Congo”.
“Y oremos por la Iglesia”, concluye, “llamada a traducir en opciones concretas el discernimiento realizado en la reciente Asamblea Sinodal. Doy las gracias a la Secretaría General del Sínodo, que acompañará a las Iglesias locales en este compromiso durante los próximos tres años”.