Donne Chiesa Mondo

Sibilla De Cetto, la católica pionera de los hospitales modernos

| 16/03/2025 - 13:06





El cuidado de los enfermos no era la tarea principal de los hospitales medievales, llamados ‘hospitia’, donde los viajeros, los pobres y los marginados encontraban refugio. Era habitual que algunas personas pudieran tener problemas de salud, dado que los acogidos tenían patologías debidas a la falta de alimentación y condiciones de vida. Sibilla De Cetto, ilustre mujer de Padua, tuvo el mérito de construir un ‘hospitium’ abierto principalmente para los enfermos en 1414. Su Hospital de San Francisco el Grande es el primer hospital moderno, una obra de vanguardia que De Cetto levantó en sus propios terrenos y en el que se dejó su enorme fortuna. Esta empresa la llevó a cabo con un único motivo, el de demostrar su devoción a San Francisco a través de una obra que pudiera aliviar el sufrimiento de los menos afortunados en el corazón de Padua, en una época convulsa marcada por las luchas de poder.



Sibilla De Cetto, como Francisco de Asís, era hija privilegiada en ese poder. Nacida en 1350, su padre era un rico comerciante. En aquellos años, bajo los pórticos de la ciudad, era posible encontrarse con otro Francisco conocido en toda Europa, el poeta Petrarca, que no por casualidad eligió pasar allí la última parte de su vida. El padre y la madre de Sibilla amaban acumular riquezas, pero además eran devotos de los frailes franciscanos que custodiaban el legado de San Antonio, el santo portugués que murió allí. En torno a la basílica que contiene sus restos surgieron muchas obras de caridad, pero Padua estaba ocupada en la conquista de nuevos territorios, el comercio y los negocios. El padre de Sibilla prestaba dinero de forma usurera.

Cuando tenía apenas veinte años, se casó con un hombre de confianza de la familia Carraresi. Bonaccorso Naseri di Montagnana tenía grandes dotes diplomáticas. Con este matrimonio, se convirtió en una de las mujeres más influyentes y ricas de Padua. Dio a luz a dos hijos que murieron muy jóvenes. Para ella fue un dolor inmenso, pero no el único. Las convulsiones y las intrigas políticas marcaron sus años futuros. El primero en apoderarse de la ciudad fue Gian Galeazzo Visconti, gran duque de Milán, con quien el marido de Sibilla hizo un pacto de fidelidad. Pasando rápidamente de una familia a otra, Bonaccorso creyó que de esa forma podía salvar a su familia de las represalias de los nuevos patrones. Había cometido un terrible error. Los Carraresi consiguieron reconquistar Padua y el primero en ser ahorcado públicamente por alta traición fue él.

La ley, de su lado

Sibilla De Cetto se convirtió en la viuda de un traidor y se encontró sin su influyente familia, ya que sus padres habían muerto. A pesar de ser mujer, demandó a su suegro quien le había quitado todos los bienes de su marido tras la ejecución. No podía disfrutar de las propiedades de Bonaccorso puesto que no tenía hijos. Una sentencia histórica la reivindicó y le permitió disfrutar de una gran fortuna que la transformará en una empresaria ‘ante litteram’. Sibilla no necesitaba volver a casarse. Era una mujer que administraba su tiempo entre devoción religiosa y lectura. En su casa había volúmenes de Horacio, Ovidio, Virgilio y las Sagradas Escrituras.

Era una mujer culta y refinada y por este motivo la familia Carraresi le acordó un nuevo matrimonio, que no pudo rechazar, con Baldo de’ Bonafari, jurista y diplomático. Aunque se trató de un matrimonio de conveniencia, los recién casados descubrieron que tenían en común no solo el amor por el conocimiento sino también una profunda devoción por las enseñanzas franciscanas. Ambos estaban convencidos de que la riqueza debía ponerse al servicio de “las almas y los cuerpos” de los desfavorecidos y, por voluntad de Sibilla, juntos concibieron la Escuela de la Caridad y el hospital de San Francisco el Grande que durante siglos será el único auténtico hospital de Padua.

La idea de Sibilla De Cetto nació de la combinación de las dos mayores instituciones de Padua a principios del siglo XV: por un lado, la Basílica de San Antonio con su espiritualidad franciscana y el deber de ayudar a los pobres, y por otro, la Universidad de Padua, con tres siglos de historia y está considerada como uno de los centros de conocimiento más importantes de Europa, también en el ámbito médico. Espiritualidad y medicina, ciencia y caridad. Sibilla De Cetto junto a Baldo de’ Bonafari consiguieron aunar los dos aspectos con pragmatismo y con la voluntad de emplear todas sus posesiones.

Al frente de las obras

Entusiasmada con el proyecto, Sibilla De Cetto imaginó sus obras como infraestructuras funcionales. La tierra era de su propiedad, heredada de sus padres. Para estar cerca del nuevo hospital en construcción, abandonó la casa de su marido para vivir en una de las casas de su padre. Desde ahí dirigió las obras del Hospital de San Francisco el Grande, al que añadió una iglesia y un convento franciscano; y la Escuela de la Caridad, donde una cofradía laica administraría los legados a los enfermos del Hospital y a los paduanos necesitados. Más tarde su marido se sumó al plan de su esposa tomando dos decisiones importantes. En 1405, cuando la República de Venecia conquistó Padua, decidió retirarse de la vida pública y de sus funciones diplomáticas para dedicarse únicamente a las obras religiosas junto a Sibilla.

Cambió su testamento para dejar todo a su esposa. Sus riquezas se destinarían a los edificios dedicados a San Francisco, entre ellos el Hospital, y  se volcaron en este proyecto para acoger a los enfermos dándoles la oportunidad de acercarse además a la espiritualidad franciscana. Sibilla De Cetto quedó viuda en 1418 y se convirtió en la única administradora y directora del Hospital. En su testamento estipuló que la gestión del centro quedara encomendada a un organismo independiente, el Colegio de Juristas de Padua. Dejó escrito que quería dejar todas sus posesiones a “los pobres en Cristo”. El Hospital de San Francisco se convirtió en un lugar único, gracias a la colaboración de médicos y estudiantes de la Universidad de Padua que desarrollaron allí la medicina clínica, modelo que luego se adoptaría en los hospitales modernos.

De Sibilla De Cetto queda solo un retrato en la Escuela de la Caridad que ella misma mandó construir. Vestida a la usanza monacal, con amplio hábito del color del cielo, donó a la ciudad un hospital que estuvo abierto hasta 1798. Hoy es el Museo de la Historia de la Medicina. Permanece como tal la iglesia, el convento fue convertido en colegio universitario y la Escuela en la Cátedra de Cultura Franciscana.


*Reportaje original publicado en el número de enero de 2025 de Donne Chiesa Mondo. Traducción de Vida Nueva

Etiquetas: Donne Chiesa Mondo
Noticias relacionadas