Hace más de 40 años que la iglesia chilena realiza la campaña Cuaresma de Fraternidad en todas las diócesis del país. “Muchas parroquias ya la tienen integrada en su calendario pastoral, convirtiéndola en un pilar fundamental de este tiempo litúrgico”, nos dijo José Tomás Silva, su secretario ejecutivo.
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¿Cómo se desarrolla esta campaña? ¿Cuál es su motivación? Así lo explica Silva para Vida Nueva.
Cuaresma, una oportunidad
PREGUNTA.- ¿Cuál es el llamado de la campaña Cuaresma de Fraternidad?
RESPUESTA.- Es una invitación a vivir la Cuaresma desde tres pilares fundamentales de la fe: la oración, la abstinencia y la solidaridad. Es un tiempo especial en el que se nos llama a reflexionar sobre nuestro estilo de vida, acercarnos más a Dios y, sobre todo, a mirar a quienes más lo necesitan.
P.- ¿Cómo funciona?
R.- Desde 1982, la campaña ha puesto el foco en distintos grupos vulnerables, invitando a la comunidad a sumarse con gestos concretos de amor y ayuda. Uno de los símbolos más representativos de esta iniciativa son las alcancías que se distribuyen en parroquias, capillas, colegios y otras instituciones, permitiendo que personas de todas las edades puedan aportar desde lo cotidiano. Cada moneda depositada en estas alcancías es una muestra de fraternidad y compromiso con los demás.
Pero más allá de la recaudación, lo importante es el mensaje: reconocer a quienes están en situación de vulnerabilidad, visibilizar su realidad y trabajar juntos para mejorar su calidad de vida. A través de la campaña, queremos recordar que la Cuaresma no es solo un tiempo de preparación espiritual, sino también una oportunidad para practicar la misericordia y fortalecer la comunidad en la fe.
P.- ¿Por qué este año los beneficiados son adultos mayores?
R.- Cada tres años, la campaña Cuaresma de Fraternidad elige un grupo prioritario de la sociedad, basándose en un proceso de discernimiento que involucra a agentes pastorales, párrocos y distintas autoridades eclesiales. Se busca identificar a quienes más necesitan apoyo y, al mismo tiempo, sensibilizar a la sociedad sobre su realidad.
Para los años 2025, 2026 y 2027, el foco estará en las personas mayores, bajo el lema “Bienaventurados los viejos”, inspirado en un poema del Padre Esteban Gumucio, sscc. Esta elección no es casualidad: Chile está experimentando un proceso acelerado de envejecimiento y las cifras son claras. Hoy, más del 19% de la población corresponde a adultos mayores, y se estima que para el año 2050, al menos el 30% de los chilenos tendrá 65 años o más.
Reconocer su dignidad
Este crecimiento demográfico trae consigo un gran desafío. Muchas personas mayores enfrentan dificultades económicas, aislamiento social y falta de acceso a servicios esenciales. Sin embargo, al mismo tiempo, son una parte fundamental de nuestra comunidad y de la vida de la Iglesia. Aún son quienes sostienen muchas de nuestras pastorales, participan activamente en la catequesis y están siempre dispuestos a servir.
La campaña busca, entonces, reconocer su dignidad, visibilizar sus necesidades y generar un impacto positivo en su calidad de vida. No se trata solo de una ayuda asistencial, sino también de un llamado a toda la sociedad a valorar y acompañar a nuestros adultos mayores, asegurando que puedan envejecer con dignidad, respeto y afecto.
P.- ¿Cómo ha sido la participación en esta campaña?
R.- La acogida de la campaña ha sido realmente alentadora. Año tras año, más personas y comunidades se suman con entusiasmo, demostrando que la solidaridad sigue viva en nuestra sociedad. Este año, distribuimos más de 600.000 alcancías en todo Chile, y es hermoso ver cómo muchas familias las colocan en un lugar especial de su hogar, como un recordatorio de que cada pequeño gesto cuenta.
También ha sido emocionante ver cómo la campaña se ha expandido más allá de los espacios tradicionales. En muchos almacenes y pequeños comercios, los dueños han puesto alcancías en sus cajas para que los clientes puedan dejar parte de su vuelto. También hemos visto cómo parroquias organizan encuentros y actividades para motivar la recaudación y crear conciencia sobre la importancia de la campaña.
Este año, en particular, ha llamado la atención la participación de instituciones de educación superior, como institutos y universidades, que han sumado alcancías en espacios de trabajo y recepción. Esto es muy significativo porque implica que la campaña está llegando a nuevas generaciones y a otros espacios de la sociedad, promoviendo una cultura de solidaridad más amplia.
Movimiento de amor y servicio
P.- ¿A qué atribuye el éxito de la campaña?
R.- Creo que se debe a dos factores clave. Primero, a la cercanía con la causa: todos conocemos a personas mayores en nuestra familia, comunidad o entorno, y sabemos que muchas veces enfrentan situaciones difíciles. Y segundo, a la confianza que genera la transparencia en el uso de los fondos. Las personas saben que su aporte realmente llega a quienes lo necesitan y que la campaña cumple con lo que promete.
Más allá de los montos recaudados, lo más valioso es ver cómo la campaña moviliza corazones, genera conversación y nos ayuda a construir una sociedad más solidaria y comprometida con el bienestar de los demás.
P.- ¿Cómo impacta la campaña en la vida de las comunidades eclesiales durante la Cuaresma?
R.- La campaña Cuaresma de Fraternidad no solo es una oportunidad de ayudar a quienes más lo necesitan, sino que también tiene un impacto profundo en la vida de las comunidades eclesiales. Con más de 40 años de historia, muchas parroquias ya la tienen integrada en su calendario pastoral, convirtiéndola en un pilar fundamental del tiempo litúrgico.
Desde el Miércoles de Ceniza hasta el Domingo de Ramos, la campaña permite que la Cuaresma se viva de manera más concreta, fortaleciendo el espíritu solidario de la comunidad. A través de esta iniciativa, se invita a los fieles a reflexionar sobre su compromiso con los demás y a traducir su fe en acciones concretas de misericordia y amor al prójimo.
P.- ¿Cuál es el uso de los fondos recaudados?
R.- Los fondos recaudados no solo sirven para brindar asistencia inmediata, sino también para financiar proyectos de promoción y desarrollo que generan cambios reales en la vida de las personas mayores. Es hermoso ver cómo las parroquias y comunidades pueden implementar programas de acompañamiento, talleres de envejecimiento activo, apoyo en salud y muchas otras iniciativas que surgen gracias a esta campaña.
Por otro lado, la campaña también tiene un impacto educativo y formativo. En los colegios y grupos de catequesis, se realizan actividades para que los niños y jóvenes comprendan la importancia de la solidaridad y el compromiso social. Esto ayuda a sembrar valores que perduran en el tiempo y que pueden transformar nuestra sociedad desde las nuevas generaciones.
En definitiva, la Cuaresma de Fraternidad no es solo una colecta, sino un movimiento de amor y servicio que fortalece la identidad cristiana y nos recuerda que la fe se vive en comunidad, acompañando y cuidando a los más vulnerables.