En una homilía por la salud del Papa Francisco, el arzobispo Paul Richard Gallagher, destacó la gratitud del Pontífice por las muestras de cercanía y oración recibidas en este momento de fragilidad. La misa fue celebrada en la iglesia del Gesù de Roma, epicentro de la espiritualidad jesuita, la orden a la que pertenece el Papa.
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En sus palabras, Gallagher resaltó que, a pesar de la debilidad física, el papa Francisco continúa sirviendo eficazmente a la Iglesia y a la humanidad. Así, expresó el profundo agradecimiento del Santo Padre por el apoyo espiritual recibido y subrayó la importancia de la oración colectiva para su salud y su ministerio universal.
El Amor Divino frente al mal
La homilía giró en torno al amor divino que, según Gallagher, fluye constantemente desde el corazón traspasado de Jesús y que se manifiesta como misericordia ante la miseria humana. En este sentido, hizo un llamado a la conversión y al renacimiento espiritual, especialmente en este tiempo de Cuaresma, para abrir nuevos espacios de esperanza, libertad y paz. Sin embargo, advirtió sobre la creciente amenaza del mal en el mundo, mencionando los conflictos en Ucrania, Palestina, Israel, Líbano, Myanmar, Sudán y la República Democrática del Congo. Destacó también cómo “las sombras del odio y la guerra intentan opacar la luz de la paz y la justicia”.
Asimismo, el secretario para las Relaciones con los Estados denunció la proliferación de una “cultura de la muerte”, alimentada por la prevaricación y la guerra. Señaló que el mundo está en riesgo de ser dominado por enfrentamientos entre etnias, civilizaciones, culturas y religiones. Frente a este panorama, instó a trabajar por una diplomacia despojada de intereses egoístas, orientada a la búsqueda del bien común y la consolidación de la paz.
Hospital Gemelli, donde permanece ingresado el papa Francisco
Iglesia en salida
El arzobispo recordó la exhortación constante de Francisco a abrazar la “lógica del encuentro”, en contraposición al egocentrismo que aísla y cierra puertas. En este aspecto, reafirmó que la Iglesia debe ser un reflejo de esa apertura, conformada por hombres y mujeres que miran más allá de sí mismos para servir al bien común. Y señaló que existe una gran diferencia entre quienes tienden la mano para salvar y quienes, por omisión o acción, contribuyen a la propagación de la muerte y la desesperanza.
Finalmente, Gallagher subrayó la necesidad de una “luz superior” que guíe las decisiones humanas en una invitación a recurrir a la oración y al silencio interior para escuchar la voz de la conciencia. Recordó que grandes luchadores por la dignidad humana, incluso aquellos que no compartían la fe cristiana, han actuado en nombre de esta conciencia moral universal. Antes de acabar la homilía hizo un llamamiento a aprovechar el tiempo cuaresmal para la introspección y la conversión, encomendando la salud del Papa y la paz mundial a la Virgen del Silencio.
