En un ambiente de fraternidad y comunión, 24 obispos eméritos colombianos han celebrado su encuentro anual para reflexionar sobre el papel aún activo que desempeñan en la evangelización de sus jurisdicciones.
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El Episcopado reconoce el legado de “sabiduría y experiencia” de quienes han pasado a retiro tras cumplir los 75 años como establece el derecho canónico, sin embargo, la mayoría de los jubilados en Colombia –49 en total– siguen presentes en la vida pastoral y evangelizadora.
Desde la Sala de prensa del Episcopado informaron que oraron juntos, desarrollaron actividades de análisis colectivo sobre los desafíos actuales del mundo, el país y la Iglesia. Asimismo sobre cómo seguir colaborando con la Conferencia Episcopal y en las diócesis desde este rol.
Francisco Javier Múnera, arzobispo de Cartagena y presidente del Episcopado, acompañó este ejercicio, “ha sido una oportunidad muy significativa” por quienes “se sienten muy vitales y llenos de entusiasmo por la tarea evangelizadora”. El encuentro fue coordinado por el cardenal Jorge Jiménez.
Aportes al camino sinodal
Los eméritos también reflexionaron sobre la sinodalidad. El cardenal Luis José Rueda, arzobispo de Bogotá y padre sinodal, estuvo a cargo de este bloque.
Analizaron las líneas maestras del Documento final, apostilladas hace poco por el Papa que convocó a una asamblea eclesial mundial en 2028.
Así pues, los prelados han identificado aspectos comunes para asumir la tarea de facilitadores en este nuevo camino de la Iglesia con “su experiencia y sabiduría acumulada”.
También han analizado la última encíclica del papa Dilexit nos sobre el amor y la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, porque “es fundamental entender el amor de Cristo y cómo debemos expandirlo por todo el mundo”, José Ruiz, emérito de Villavicencio.
La edad dorada
Ruiz ha señalado que en esta “edad dorada” están aún en disposición de apoyar a la misión “conscientes de nuestras limitaciones, pero también de la responsabilidad de dejar un legado”.
Aportes que pueden traducirse en “la oración, la escritura, la formación y el acompañamiento a sacerdotes, obispos y fieles, demostrando que la misión evangelizadora no se detiene con el retiro”.
Por supuesto, ha tocado un punto fundamental y natural en la vida: la muerte. Por lo que este “paso a la eternidad” fue reforzado en clave de esperanza, convencidos de que hasta el último momento su vida es el servicio.
Así sustenta Múnera: “Ellos forman parte del colegio episcopal y tienen mucho que aportar a la vida de nuestra Iglesia y del país. Su testimonio y ministerio siguen siendo una luz para todos nosotros”.