Desde el 19 de marzo, Turquía está inmersa en un fuerte proceso de ebullición social. Todo después de que el régimen de Recep Tayyip Erdogan decretara ese día la detención y encarcelamiento del socialdemócrata Ekrem Imamoglu, alcalde de Estambul y quien acababa de ser ratificado por su partido, el Partido Republicano del Pueblo (CDH), como candidato a las elecciones presidenciales frente al actual mandatario.
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Estas deberían celebrarse en 2028 y confrontarían dos visiones que en el país llevan palpitando desde hace algo más de un siglo, cuando, en 1923, tras la Primera Guerra Mundial, el Imperio Otomano desapareciera y Mustafá Kemal Atatürk, al frente del movimiento de los Jóvenes Turcos, fundara la República de Turquía bajo el principio esencial del laicismo.
Islamismo contra laicismo
Algo que se resquebrajó desde la irrupción de Erdogan, entre 2003 y 2014 como primer ministro y, desde 2014, como presidente. En su largo mandato, la pulsión islamista no ha dejado de crecer. Y, frente a ella, precisamente, trata de enfrentarse Imamoglu, partidario de volver al legado laicista de Atatürk. Aunque ahora parece que sus aspiraciones se han visto cortadas, al ser detenido por “corrupción”.
Manifestaciones contra Erdogan en Turquía
Acusaciones que niega buena parte de la sociedad, que achaca a Erdogan actitudes autoritarias y que se ha echado en masa a la calle, propiciando la represión del régimen. El punto álgido de las protestas se ha dado en la capital, Estambul, que ha visto cómo su alcalde está entre rejas. De hecho, tal y como ha confirmado el Ministerio del Interior, que ha declarado “ilegales” todas las manifestaciones que se han convocado a diario, ya ha detenido a 1.133 personas.
No podría presentarse de nuevo
Para conocer un poco mejor lo que está ocurriendo, Vida Nueva ha contactado con una fuente interna, que prefiere no compartir su identidad para salvaguardar su seguridad. A su juicio, todo obedece a la creciente popularidad de Imamoglu. Y más cuando, “en teoría, el actual jefe de Estado se encuentra al final de su segundo mandato (o más bien del tercero, si se considera su primer mandato bajo un sistema jurídico diferente) y no podría presentarse de nuevo en 2028”.
Aunque es pesimista en este sentido, pues “está claro que el sultán Erdogan necesitaba una iniciativa para mantenerse en el poder, ya fuera modificando la Constitución o deshaciéndose de sus oponentes”.
Frente a él, crece imparable “Imamoglu, que es un hombre sólido y bien preparado que ha demostrado su capacidad en la administración. Por eso da miedo. Ya se convocaron nuevas elecciones cuando fue elegido alcalde de Estambul en 2019, pero fue un fiasco para el Gobierno”. Aquí, la fuente se refiere a que, tras vencer hace seis años el candidato del CDH al hombre fuerte de Erdogan, se denunciaron “irregularidades” desde la Administración y se volvió a votar… Aunque el resultado fue confirmado nuevamente en las urnas y ya nadie pudo detener al socialdemócrata al frente de la capital.
Falsas acusaciones
Eso sí, desde entonces comenzó un calvario para él, pues “en 2022 fue condenado a prisión por supuestas injurias, por lo que se abrieron investigaciones contra él. La última acusación, de corrupción, también es una farsa”.
Además, denuncia, “ya ha habido muchas operaciones de este tipo en el pasado: cuando un personaje empieza a ser demasiado popular, se buscan acusaciones para deslegitimarlo. Muchos alcaldes, sobre todo en el sur de Turquía, han sido destituidos a pesar de que habían recibido muchos votos en las elecciones ordinarias”.
Manifestaciones contra Erdogan en Turquía
Por todo ello, nuestra fuente se lamenta: “Durante años, Occidente ha querido creer que en Turquía se estaba llevando a cabo un proceso democrático, ignorando muchos de estos hechos reales. Igual que ha tolerado la compra de un sistema de defensa a Rusia a pesar de que Turquía está en la OTAN; como también ha tolerado incursiones aéreas en el norte de Irak y en el norte de Siria, con la falsa justificación de luchar contra el terrorismo”.
Maniobras en Siria
Sin olvidar que, “recientemente, el Gobierno turco estuvo entre los que armaron a un líder terrorista sobre cuya cabeza pendía una recompensa de 10 millones de dólares, convirtiéndolo en el libertador de Siria… ¡Increíble!”.
A estas alturas, concluye, “los métodos de Putin y Trump son imitados en todas partes”. También en una Turquía que ya ha levantado la voz contra Erdogan.
