Testigo y protagonista del devenir de la escuela católica desde hace décadas, Javier Cortés Soriano (Valencia, 1955) ha querido salir al paso de este momento de “alta incertidumbre y preocupación” que atraviesa la educación católica, incorporando al análisis de la situación actual una perspectiva distinta que permita afrontar los nuevos desafíos. Fruto de esta inquietud y de la necesidad de repensar (y renovar) estructuras y métodos llamados a desaparecer, el que fuera director general y presidente de SM comparte con los educadores católicos –profesores y, principalmente, directores de colegio, colegas suyos durante años– una reflexión sobre ‘La sostenibilidad de la escuela católica’ (PPC). Así se titula su libro más reciente, una propuesta tan inspiradora como audaz en torno a un concepto que se antoja fundamental para construir sobre roca el futuro de la escuela católica.
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PREGUNTA.- ¿Por qué adoptar la perspectiva de la sostenibilidad a la hora de afrontar los retos de la escuela católica?
RESPUESTA.- Creo que la perspectiva de la sostenibilidad en general ha brotado en un momento en el que estamos viviendo un tiempo de alta incertidumbre y preocupación por el futuro. Tengo la impresión de que la educación católica vive esa misma sensación. La virtualidad de la perspectiva que aporta la sostenibilidad consiste en que nos lanza la pregunta de si un hay futuro posible, pero nos hace cuestionarnos de inmediato sobre lo que estamos haciendo en el presente. Si el cambio climático augura un futuro no sostenible, habrá que cambiar el presente. Apliquémoslo a la educación católica: si creemos que la identidad católica está en peligro de sostenibilidad, preguntémonos qué estamos haciendo al respecto en el presente. Se trata de cuestionarnos si las decisiones que estamos tomando ahora responden con radicalidad a un presente que prepara un futuro sostenible.
El proyecto y el educador
P.- ¿Existe de verdad una inquietud real en los ambientes de la escuela católica acerca de la sostenibilidad?
R.- Cuando se habla de sostenibilidad, las personas tienden de inmediato a pensar en la sostenibilidad económica. En mi opinión, esta es la que menos amenazada está, por mucho que los administradores desplieguen sus advertencias. La que realmente me preocupa es la sostenibilidad del proyecto de educación católica y la sostenibilidad de la figura del educador cristiano. Observo una preocupación real por conseguir alumnos en un ambiente de escasez de los mismos y de una gran competitividad, pero lo que realmente me preocupa es cuál es la fuente de las decisiones que se toman para configurar la escuela católica en este entorno.
P.- ¿Y cuál considera que es la fuente de todas esas decisiones?
R.- Creo que hemos puesto el foco en una carrera alocada de innovación didáctica, con proyectos efímeros, y hemos descuidado la enorme potencia que la tradición católica tiene para configurar una escuela realmente distinta e innovadora también en este presente. No olvidemos que todas las tradiciones de la escuela católica sorprendieron en el momento de su nacimiento por la innovación que supusieron. Hoy miramos al entorno, no a nuestro ser profundo. Eso hace que todas las escuelas tengamos el mismo discurso, hecho de lugares comunes.
“Momento identitario”
P.- ¿Quiere decir que no existe una preocupación real por la identidad entre los responsables de la escuela católica?
R.- Sí existe y, a veces, resulta acuciante. El problema es que se intenta solucionar con documentos y encuentros de formación sobre el carisma propio, en los que los educadores tienen acceso a los orígenes y las fuentes, mientras que esa identidad no se pone en juego como elemento configurador de todos y cada uno de los ámbitos de la escuela. Esa es la intención del libro: que todos los ámbitos de la escuela y toda decisión que se tome en ellos pase por lo que llamo “el momento identitario”, es decir, poner toda la escuela a la luz de la transformación que el proyecto educativo católico nos aporta.