Víctimas de Rupnik agradecen a los jesuitas su “gesto claro, fuerte y concreto” al abrazarlas al fin

  • La Compañía le ofreció “arrepentirse” y “pedir perdón”, pero, ante su “obstinada negativa”, se le cesó
  • Ahora, la congregación va más allá al ofrecer “un proceso de reparación” a quienes han padecido sus abusos

Marko Rupnik

Laura Sgrò, la abogada italiana de cinco religiosas que habrían sufrido los abusos del sacerdote y ex jesuita esloveno Marko Rupnik, ha detallado a la agencia EFE cómo la Compañía de Jesús ha contactado con ella para ofrecerles “un proceso de reparación destinado a sanar las heridas”.



Teniendo en cuenta que estamos ante uno de los más reconocidos artistas católicos a nivel mundial (sus mosaicos decoran muchos de los más significativos templos en numerosos países), el paso adelante de los jesuitas es aplaudido por quienes habrían sufrido sus abusos sexuales, de poder y conciencia.

Caso por caso

En este sentido, Sgrò valora que se quiera implementar la “justicia restaurativa” y que se haya recalcado que “se estudiará caso por caso”. Algo que se inició este martes 25 de marzo cuando el delegado general de los jesuitas, Johan Verschueren, informó por escrito a las víctimas de que, en su día, “habían ofrecido a Marko Rupnik la oportunidad de asumir públicamente la responsabilidad de sus actos, arrepentirse, pedir perdón e iniciar un camino de purificación y terapia”. Sin embargo, “ante su obstinada negativa a aceptar esta posibilidad”, el padre general de la Compañía, Arturo Sosa, “decidió destituirlo”.

Marko Rupnik

Con todo, como se recoge en la misiva de Verschueren, la comunidad fundada por san Ignacio de Loyola no se sentía “cómoda” con la falta de respuesta a las víctimas, admitiendo que, “a las diversas violencias sufridas entonces, se sumaba el sufrimiento por la falta de escucha y de justicia durante muchos años”.

Conscientes de ello, los jesuitas manifiestan su “confianza” en que “un proceso de sanación y de reconciliación interior es posible, siempre que haya también un camino de verdad y de reconocimiento por nuestra parte”.

Cambio de actitud

Ante esta nueva actitud, Sgrò, en nombre de sus cinco representadas, agradece “a Verschueren y a la Compañía de Jesús” el que, “con gran valentía y humildad, reconociendo los errores cometidos hasta ahora, finalmente hayan acogido y abrazado a las víctimas de Marko Rupnik, ofreciéndoles el apoyo que hasta ahora les había faltado”.

Se trata de un gesto claro, fuerte y concreto; un paso importante en un camino común de concienciación que sin duda dará esperanza a todas las víctimas de abusos”, reitera la letrada.

Las cinco religiosas reunidas en torno a la abogada formaron parte de la eslovena Comunidad de Loyola, una de las dos grandes obras espirituales de Marko Rupnik junto al romano Centro Aletti, que las fundó en los años 80. En el caso de la primera, desde 2023, pende un más que posible cierre por parte del Vaticano.  Así lo adelantó entonces el medio portugués ‘Sete Margens’, que informó de que al Arzobispado de Ljubljana ya le consta la decisión del Dicasterio para la Vida Consagrada de cerrar esta comunidad de vida religiosa femenina.

Contra la dignidad de las hermanas

El primer fruto de esta investigación ya llegó el 21 de junio de hace dos años (aunque se conoció varios meses después, tras destaparlo también ‘Sete Margens’), cuando el Dicasterio para la Vida Consagrada destituyó a Ivanka Hosta como superiora de la Comunidad de Loyola al considerar que ejercía “un estilo de gobierno lesivo a la dignidad y los derechos de cada una de las religiosas que forman parte de ella”. Se ratificaba así la investigación del jesuita Libanori, que, entre octubre de 2020 y julio de 2022, fue enviado por el Vaticano como comisario para estudiar los hechos.

Tras tener acceso el medio portugués al “decreto disciplinar”, se conocía que se aplicaba a la religiosa una “amonestación formal” en la que se recalcaba la “prohibición de asumir cualquier cargo o función gubernamental, así como dirección espiritual dentro de la Comunidad Loyola”.

Además, se la conminaba a establecer su residencia “en la comunidad que este instituto tiene en Portugal”. Eso sí, con la “prohibición de contactar, directa o indirectamente, con las monjas o ex monjas de la Comunidad de Loyola por un período de tres años”.

Peregrinación penitencial

La última medida era la obligatoriedad de “peregrinar una vez al mes, durante un año, a un santuario mariano fácilmente accesible desde su residencia”, donde “deberá rezar por las víctimas del comportamiento del P. Marko Ivan Rupnik y por todas las monjas de la Comunidad de Loyola”.

Esta última referencia al ex jesuita, expulsado de la Compañía por abusos, pero al que sin embargo se había absuelto en la visita canónica de la Diócesis de Roma (después, el mismo papa Francisco, encargó a Doctrina de la Fe que reabriera el caso y fuera hasta el final), era más que significativa. Y es que el artista es el histórico referente espiritual de la Comunidad de Loyola, considerada como otra de sus obras espirituales junto al Centro Aletti. De hecho, Ivanka Hosta fue su mano derecha a la hora de impulsar el instituto, en los años 80 en Eslovenia, aún bajo el régimen soviético, por lo que debía moverse en la clandestinidad. Tras caer el Muro, ya a inicios de los 90, llegó su erección canónica como tal.

Como en el caso de Rupnik, parece ser que su principal colaboradora en la Comunidad de Loyola incurrió en el abuso contra las religiosas de las que era superiora desde los tiempos fundacionales y a lo largo de estas tres décadas. En este caso, abusos de autoridad, ejerciendo actitudes consideradas despóticas.

Un año sin actuar

Pese a ello, también entonces fue significativo que se tardara un año en actuar desde que Daniele Libanori, obispo auxiliar de Roma y comisario vaticano que realizó una visita canónica para conocer la situación del instituto religioso, concluyera su investigación y su juicio sobre la superiora fuera tajante, encontrando en su contra evidencias de sobra. Aún más ante la evidencia de que, aunque no tenía ningún cargo oficial, Rupnik era el auténtico alma mater de la Comunidad de Loyola, actuando codo con codo con Hosta.

Eso sí, hubo un momento, ya en esa primera etapa, en el que ambos chocaron y, si bien el grueso de las hermanas se mantuvo junto a la religiosa, hubo una escisión y otras acabaron ingresando en el Centro Aletti, del que el artista jesuita esloveno ha sido director hasta su reciente salida por acusaciones de abusos. Entre las religiosas que en su día dejaron el instituto para irse con Rupnik, estuvo Maria Campatelli, actual directora del Centro Aletti y quien, en septiembre, se entrevistó con el Papa.

Otro aspecto a tener en cuenta es que, según varias de las religiosas que han denunciado los abusos sexuales, de poder y de conciencia de Rupnik, estos hechos ya se dieron en la misma época de la fundación, entre los años 80 y los primeros 90. Según las denunciantes, de ellos habría sido conocedora Hosta, tras acudir a ella en busca de apoyo, pero ella nunca habría hecho nada por defender a sus hermanas o denunciar públicamente al artista.

Ocultamiento e infamias

Hasta tal punto llegó su protección de Rupnik, que en esos años pudo abusar de una veintena de hermanas, que, cuando una de ellas trató de alejarse de él, para evitar que lo denunciara y tuviera eco, llegó a escribir a su familia para decirles que “padecía esquizofrenia”.

También en septiembre, en los días en que el Vicariato de Roma dispensaba a Rupnik de las graves acusaciones en su contra (por lo que sigue siendo sacerdote aunque haya sido expulsado de los jesuitas), ante lo que consideraba como una maniobra desde el Vaticano para tapar a Rupnik (al poco el Papa reabrió el caso y se lo encargó a Doctrina de la Fe), Fabrizia Raguso dio un paso al frente y, en una entrevista publicada por el medio italiano ‘Brújula Cotidiana’, se identificó como una de sus víctimas. Con nombre y apellidos.

Como declaró, por consejo del artista, en 1991 se trasladó a Eslovenia y decidió entrar en la naciente Comunidad de Loyola, ingresando en su noviciado. Al poco, empezaron los abusos. Sobre ella y sobre muchas compañeras más.

Verdaderamente peligrosos

De ahí que ahora fuera contundente en su denuncia: “Rupnik e Ivanka Hosta son verdaderamente peligrosos. Hay que detenerlos definitivamente. Ahora, ante este torpe, pero también arrogante intento de rehabilitar a Rupnik y al Centro Aletti, sentimos que esperar verdad y justicia de las autoridades eclesiales era una pérdida de tiempo”.

De ahí la urgencia de visibilizar su caso: “Teníamos que dar un paso decisivo: escribir una carta abierta y poner nuestros nombres y títulos académicos fue una manera de dar rostro y nombre a las víctimas y contrarrestar la idea preconcebida de que las víctimas son ‘vulnerables’ porque no se dan cuenta o son poco instruidas”.

Tras lamentar que, aún hoy, “muchas de las hermanas están todavía bastante mal y nunca han recibido ninguna ayuda, ni material ni psicológica”, Raguso, miembro de la primera generación de la Comunidad de Loyola, explicaba que “siempre he visto a Rupnik como un verdadero narcisista y con muchas ganas de afirmarse, de ganar fama y poder; muy colérico cuando se le contradice”.

‘Una historia paralela’

Y, respecto a Hosta, tenía la impresión “de que, a su vez, Ivanka ha sufrido violencia o algún tipo de abuso, y que así se construyó ‘una historia paralela’. Además del autoritarismo con el que condujo la comunidad después de la separación de Rupnik, creó un mito sobre su familia, como si fuese casi perfecta, y los católicos eslovenos, como si fueran los únicos verdaderamente creyentes. Por eso eran impuestos como modelos absolutos, sobre todo para nosotras, las italianas”.

En cuanto a la situación actual del caso, todo está en manos del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, que está llevando la investigación a nivel canónico. En este sentido, se prevé que se celebre un juicio lo antes posible. De hecho, el prefecto del dicasterio vaticano, el cardenal argentino Víctor Manuel Fernández, dio a conocer recientemente que se han concluido las investigaciones y que se están buscando a los jueces para iniciar el proceso canónico.

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