La Comisión Episcopal de Pastoral Social de la Conferencia Episcopal Argentina emitió un documento: “Más oportunidades que penas. No se trata de bajar la edad de imputabilidad, sí de asumir cambios profundos”, en el que refuerzan la convicción no modificar la ley ante los delitos de los menores.
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Escenario real
Los miembros de la Comisión comentaron que, la sociedad argentina viene padeciendo las consecuencias de no haber creado una cultura del trabajo que incluya a todos los habitantes y permita a las familias vivir con dignidad, procurándose bienes necesarios para un auténtico desarrollo humano, laboral, social, económico y psicoactivo, lo que provocó problemas como la inseguridad y la delincuencia juvenil.
En medio del debate social y político sobre la baja de la edad de imputabilidad, desearon en primer lugar, expresar su solidaridad con quienes fueron víctimas de la violencia, algunas de ellas por delitos cometidos por menores, en ocasiones con violencia extrema que dejan heridas difíciles de cerrar. Agregaron que, a diario, se experimenta esta realidad porque, en carne propia, se sufre esta situación cuando las víctimas son personas queridas, familiares y hermanos de nuestras comunidades.
Ante este panorama doloroso, “se fortalecen las propuestas que hacen foco en los menores, como si fueran los únicos y los numéricamente más responsables de los delitos. Lo que sabemos, por la estadística oficial, es que los menores no son los que más delitos cometen”, argumenta la pastoral social. En Argentina, particularmente, según el Sistema de Alerta del Ministerio de Seguridad Nacional del año 2023, los menores inculpados por delitos conforman un porcentaje muy bajo.
Falta de oportunidades
En los debates públicos y mediáticos se escuchan, por lo general, a víctimas de delitos, pero la realidad es más diversa y la problemática de la delincuencia juvenil, atravesada por muchos factores que hacen necesarias las voces de especialistas (psicólogos, psiquiatras, psicopedagogos, docentes) que no aparecen con frecuencia. Cuando se escuchan estas opiniones calificadas, la propuesta de bajar la edad de imputabilidad no parece ser la más razonable.
Afirmaron que es una idealización creer que la solución de la inseguridad es bajar la edad de imputabilidad y no considerar sus causas. Por ejemplo, hoy los jóvenes en los barrios y pueblos tienen fácil acceso al consumo de drogas, una de las principales causas de la violencia: “¡Es necesario combatir el narcotráfico! Pero de esto se habla poco”, porque en nuestro país, desde hace décadas, viene ganando territorio y ampliando sus negocios, destruyendo vidas y familias.
Se preguntaron qué mundo están creando los adultos para el crecimiento y desarrollo de niños y jóvenes, ya que muchos crecen sin oportunidades de una buena educación o formación laboral, o de contención familiar y social. “Es imprescindible comprender que es necesario promover una “cultura del cuidado” que garantice las condiciones para el desarrollo integral y pleno de cada persona”, aseveraron.
Contención social y educación
Y continuaron preguntándose si se concreta la baja de edad de imputabilidad:
- ¿dónde van a recluir a los menores?
- ¿Cuáles son los dispositivos apropiados para alojar a adolescentes y jóvenes que delinquen?
- ¿Qué alternativas reales hay para ofrecerles educación y reinserción?
- Conociendo la realidad de los establecimientos penitenciarios, ¿se cree que esa es la solución?
Teniendo en cuenta que hoy la edad prevista por la ley es la de 16 y 17 años, consideraron que no es necesario modificar la edad, “aunque sí es imprescindible un régimen penal juvenil/adolescente que tenga una mirada humana, integral, abierta a la esperanza”.
Para este proyecto de país inclusivo, fraterno, desarrollado, se cuestionaron qué es más necesario: ¿más cárceles o más escuelas? ¿Más guardiacárceles o más docentes con salarios dignos y capacitados? Ratificaron entonces que, cualquier reforma del Régimen Penal Juvenil, debe enfocarse prioritariamente en la reinserción social y en la educación.
Agregaron que el deterioro educativo y la deserción escolar requieren de una pronta solución porque los jóvenes necesitan espacios de contención y cuidado. Pidieron reformar, en forma urgente, el sistema educativo, y en los barrios desfavorecidos, repensar la estructura de las escuelas y potenciar los lugares de participación y proyección: clubes, polideportivos, capillas, centros vecinales.
Grandeza política
Los obispos de la pastoral social creen necesario ofrecer un verdadero proyecto de vida para los adolescentes y jóvenes para que tengan motivos para soñar y para creer que es posible un futuro con esperanza, una salida que no sea un aeropuerto, las drogas, las armas o el cementerio.
Por eso, sostuvieron que se requiere un debate serio, un compromiso profundo y la grandeza de pensar políticas públicas a largo plazo y no solo medidas que pueden sonar bien en periodos electorales. “La solución de fondo es mucho más compleja que bajar la edad de imputabilidad, requiere un abordaje integral, profundo y a largo plazo. ¡Es necesaria la grandeza política!”, ratificaron los prelados.
Afirmaron que, ante esta triste realidad, se siente en la obligación de expresar su parecer en este complejo debate complejo y de hacer un aporte, desde lo que a diario constatan y hasta padecen, porque como la mayoría de los argentinos, desean para un país viable, con paz, sin violencia y con posibilidades para todos.
Creen que las distintas instancias del Estado nacional y los dirigentes políticos tienen un rol preponderante en este propósito, como también los dirigentes de movimientos sociales, los sindicalistas, los clubes, los religiosos, el mundo empresario y los mismos ciudadanos, que tienen que aportar lo necesario para ampliar las oportunidades de educación, de formación. “Es imprescindible vencer todo tipo de indiferencia, superar la cultura del descarte y llenar con propuestas superadoras el vacío que dejamos cuando evadimos nuestras responsabilidades como adultos. Esto es determinante porque, como nos recuerda el papa Francisco, estamos todos en la misma barca y nos salvamos juntos o nos hundimos todos”, confirmaron.
Finalmente, destacaron que los jóvenes son su esperanza porque son tantos los que no dejan de soñar, de luchar con esfuerzo por los ideales, que no pactan con la violencia, que se solidarizan con otros jóvenes, se comprometen con causas nobles y, ante la adversidad no bajan los brazos. “Son tantos los adolescentes y jóvenes que nos inspiran esperanza y nos permiten creer que un futuro mejor es realmente posible si somos capaces de pensar en grande y de caminar juntos”, concluyeron los obispos de la Comisión Episcopal de Pastoral Social.