Los acontecimientos en torno al Valle de los Caídos, que durante casi cinco décadas acogió los restos de Francisco Franco y José Antonio Primo de Rivera, se han acelerado en una semana. Todo empezó el 21 de marzo, cuando, después de tres trienios, se anunció el fin del mandato de Santiago Cantera como el prior de la comunidad benedictina de Cuelgamuros. La salida de quien se enfrentó directamente al Gobierno por la exhumación del dictador de España entre 1939 y 1975 y el fundador de la Falange daba paso al nuevo prior, Alfredo Maroto, otro benedictino de la comunidad que ha desempeñado en la misma los cargos de maestro de novicios y responsable de la pastoral vocacional.
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Tras celebrar este martes 25 su primera misa como prior en la Abadía de la Santa Cruz del Valle de los Caídos, una vez que tomó posesión de la comunidad, Maroto expresó en el transcurso de la eucaristía su deseo “de que esta basílica sea un verdadero monumento a la reconciliación”, así como “un valle de paz”.
Filtración de Bolaños
Al día siguiente, el ministro de Memoria Democrática, Félix Bolaños, que aplaudió la salida de Cantera, pues veía “inconcebible” que un “nostálgico del franquismo” siguiera al frente de la comunidad benedictina de Cuelgamuros, dio a conocer (filtrándolo a medios afines) un acuerdo con la Iglesia. Este había sido negociado con el cardenal de Madrid, José Cobo, y el secretario de Estado del Vaticano, el cardenal Pietro Parolin, y por él la comunidad benedictina no tendría que abandonar la comunidad ni el templo sería desacralizado.
Algo, por cierto, que generó un cierto malestar en el Arzobispado de Madrid, que publicó un comunicado en el que dijo “lamentar la filtración y difusión” de lo que no deja de ser un “proceso abierto de diálogo”. Y más cuando se reprodujeron “cartas y notas de trabajo” en las que Cobo y Parolin se comunicaban con Bolaños.
Sin olvidar que, “más allá de estos puntos, cualquier otro aspecto relacionado con la resignificación es competencia exclusiva de la Santa Sede y el Gobierno, que son las partes que han llevado a cabo las negociaciones”. En este sentido, el Arzobispado de Madrid solo ha buscado llevar a cabo una labor de “acompañamiento”.
Visita del cardenal Cobo
De hecho, ese mismo día, el propio cardenal madrileño había ido a Cuelgamuros a propiciar “una visita fraterna” con la comunidad benedictina. Esta le agradeció “su cercanía, así como la de todo el clero diocesano”. En el transcurso de la misma, el purpurado pudo saludar al nuevo prior, Alfredo Maroto, y a Geoffroy Kemlin, abad presidente de la Congregación de Solesmes, a la que pertenece este monasterio benedictino, que fue quien presidió su toma de posesión.
Volviendo al acuerdo entre el Ejecutivo y la Iglesia sobre Cuelgamuros, lo esencial es que este se completará con el proceso de “resignificación” que el Gobierno socialista quiere implementar sin más demora. Un plan que, como documentan EFE y Europa Press, se ha conocido con todo detalle en las últimas horas y por el que se explica que el Ejecutivo destinará entre 26 y 30 millones de euros a construir en las dependencias de la basílica “un centro de interpretación” para conocer la “memoria histórica” que alberga.
Este se situará “en la explanada de acceso a la basílica” y podrá estar “en la superficie o bien ser subterráneo”. El perfil concreto del mismo saldrá de “un concurso internacional de ideas” que “se convocará en los próximos días”, aunque “las obras comenzarán como pronto en 2027”.
Se explicará todo lo ocurrido
El centro de interpretación documentará cómo y por qué Franco ordenó crear allí un monumento que al final acabó siendo su mausoleo (aunque él, en teoría, no había dispuesto que sus restos reposaran allí, sino en El Pardo, donde hoy lo hacen). También se detallará cómo la construyeron presos desafectos del régimen, que cumplían así parte de sus condenas, y cómo se convirtió en la mayor fosa común de España, con unos 33.000 cadáveres de fallecidos en la contienda nacional.
Eso sí, con una gran diferencia: la mayoría, unos 22.000, pertenecieron al bando franquista y cuentan con sepulturas individuales y en las que se puede leer sus nombres. El resto de los cuerpos, los de los republicanos, se llevaron allí sin pedir permiso a los familiares, extraídos directamente de cunetas en las que fueron fusilados, y reposan en una gran fosa común en la que todos son anónimos.
De los entre 26 y 30 millones que se destinarán al proyecto, seis de ellos se emplearán en la rehabilitación del monumento. Además, se ha confirmado que, en el jurado que elija a un ganador, que será “independiente”, “multidisciplinar” y conformado por “profesionales de reconocido prestigio”, habrá un representante de la Iglesia: el delegado de Liturgia del Arzobispado de Madrid, Daniel Alberto Escobar.
Una nueva puerta de acceso
Otro hecho significativo es que “las personas que visiten este centro de interpretación podrán acceder también el interior de la basílica, pero deberán hacerlo por una nueva puerta de acceso diferente a la actual, que se reservará para los fieles que acudan al culto religioso”.
Dentro de la basílica, “la zona del altar y las bancadas estarán destinadas exclusivamente al culto y no sufrirán modificaciones”. Eso sí, “las zonas del vestíbulo, el atrio o la cúpula sí podrán alterarse con la instalación, por ejemplo, de carteles explicativos”.
Un último detalle es que la gran cruz que corona la basílica, de 152 metros y visible desde muchos kilómetros, se mantendrá tal cual está. Y es que, como se subraya desde el Ministerio de Memoria Democrática de Félix Bolaños a EFE y Europa Press, “el Gobierno nunca ha tenido intención de retirarla”.
Instalaciones ajenas al proceso
Finalmente, se especifica que “las criptas donde están enterrados los cadáveres seguirán con los actuales trabajos de mejora y no estarán incluidas en el concurso”. Lo mismo ocurre con los benedictinos, que “seguirán gestionando la abadía, la hospedería y la escolanía”, siendo estas “unas instalaciones ajenas también a los trabajos de resignificación”.
El fin último, como se expresa desde el Gobierno de Pedro Sánchez, es que el Valle de Cuelgamuros, que ha sido durante décadas el gran icono de los nostálgicos del franquismo, encarne desde ahora “una mirada plural, inclusiva y contemporánea”.