El sacerdote brasileño José Antônio Maria Ibiapina, conocido como el peregrino de caridad, fue declarado venerable por el papa Francisco tras reconocer sus virtudes heroicas.
Aldemiro Sena, obispo de Guarabira – sufragánea de la arquidiócesis de Paraíba y donde vivió su ministerio sacerdotal Ibiapina – ha pedido a todas las parroquias de esta jurisdicción hacer un toque de campanas como “muestra de gratitud y júbilo”.
El nuevo venerable brasileño nació el 5 de agosto de 1806 en Sobral, en el estado de Ceará. Con 17 años ingresa al seminario en Olinda, pero tras la muerte de su madre tuvo que abandonar su carrera.
Fue en 1824, en el contexto de protestas contra Portugal conocidas como revueltas antilusitana, cuando su vida cambió. Su padre fue ejecutado por sedición y su hermano exiliado.
Debió estudiar derecho para ejercer luego como profesor, magistrado y delegado de policía en Quixeramobim, haciéndose cargo de sus hermanas menores. En 1834, fue elegido miembro del Parlamento Nacional y llegó a presidir la Comisión de Justicia Criminal.
Presentó en 1835 una propuesta de ley para impedir el desembarco de esclavos africanos en Brasil, pero esto no prosperó. Decepcionado, renuncia y abandona la política. Se muda a Recife, donde siguió ejerciendo la abogacía.
En 1850 su vida tiene un nuevo punto de giro, dejó de ejercer para reflexionar sobre su verdadera vocación: el sacerdocio. Tres años más tarde se ordena desde entonces vivió una intensa actividad en Paraíba.
Se dedicó a los enfermos durante la epidemia de cólera en 1854. Esto le mereció el apelativo de “Peregrino de la caridad”. Además fundó centros de acogida, hospitales, orfanatos y escuelas tanto en Paraíba como en Río Grande do Norte.
Una parálisis progresiva en sus piernas frenó su labor pastoral en 1875, no obstante, pudo movilizarse en silla de ruedas hasta su muerte el 19 de febrero de 1883.
Tras su fallecimiento, su fama de santidad se extendió a través de numerosos testimonios de gracias atribuidas a su intercesión.