Jesús Fernández, nuevo obispo de Córdoba: “Una fe que no acompaña a la caridad termina siendo superficial”

El obispo de Córdoba, Jesús Fernández

Resulta complejo calcular cuántas etapas necesitaría Jesús Fernández (Selga de Ordás, 1955) para completar en bicicleta los 690 kilómetros que separan Astorga de Córdoba. Después de estrenarse en Santiago de Compostela como obispo auxiliar y de estar cinco años al frente de la diócesis castellanoleonesa, el Papa ha encargado a este pastor apasionado del ciclismo tomar el testigo de Demetrio Fernández. Presidente de la Subcomisión Episcopal para la Acción Caritativa y Social, es también el obispo responsable de Cáritas Española.



PREGUNTA.- ¿Llegará pedaleando a Córdoba?

RESPUESTA.- En teoría voy cuesta abajo, porque voy para el sur y tiene una altitud menor. Lo importante es cómo llego. Y llego contento. He estado muy pocas veces, tan solo en un par de charlas de Cáritas, en otra sobre pastoral de la salud y, por supuesto, como turista. Pero todos los ecos que me llegan son más que buenos, de una diócesis con mucha vida, con mucho movimiento entre los sacerdotes, los religiosos y los laicos. Eso sí, es otro mundo, son realidades pastorales muy diferentes. Yo vengo de visitar pueblos donde había solo dos habitantes o, incluso, ninguno. Habrá que cambiar el ‘chip’ desde la escucha persona a persona, encarnándome allí. No quiero pasar de puntillas sobre la realidad, sino abrazar a la diócesis, abrazar a la gente y regalar el tesoro que los cristianos tenemos, que es el Evangelio que es Jesucristo.

P.- ¿Le abruma el tsunami de hermandades y cofradías?

R.- En toda la diócesis de Astorga hay veinte. En Córdoba hablamos de 600. Es un potencial enorme para revitalizar, no solo el culto, sino el compromiso cristiano en la vida cotidiana y en lo social. Sé que hay una apuesta enorme por la formación, por asentar el primera anuncio. Hay un gran potencial evangelizador y de vida cristiana.

P.- ¿Qué puede ofrecer allí el ‘obispo de Cáritas’?

R.- Mi papel pasa por animar la caridad, que en Córdoba sé que se cuida mucho con innumerables iniciativas para los pobres y excluidos. Entre otros proyectos, conozco su residencia de mayores, el albergue de transeúntes, la empresa de recogida de cartones… Hoy estamos llamados especialmente a ser comunidades de acogida de caridad, esto es, no se trata de que derivemos a unos profesionales que atienden determinadas necesidades, sino que propiciemos que los descartados se sientan parte de nuestra comunidad. Porque cuando una comunidad se implica y acoge, toda la comunidad se ve fortalecida. Solo una fe que va acompañada de la caridad se hace fuerte. Una fe que no acompaña a la caridad termina siendo una fe superficial.

El obispo de Córdoba, Jesús Fernández

El obispo de Córdoba, Jesús Fernández

P.- ¿Qué le cuesta abandonar de Astorga?

R.- Me cuesta dejar una diócesis que en los últimos años ha alcanzado un ritmo interesante en la conversión personal y pastoral, a través de la formación y el acompañamiento a los laicos y los sacerdotes. Esta conversión que hemos vehiculado a través de la creación de unidades pastorales, una apuesta muy sinodal de equipos de trabajo apostólicos. Me cuesta dejarlo justo cuando estás viéndolo florecer. Más que motivo de preocupación, es de satisfacción. A la par, me duelo no haber podido culminar algunos proyectos, a pesar del sprint realizado, como los centros de escucha, los centros de acogida para mayores que viven en soledad, espacios culturales… Confío en que estas propuestas puedan inspirar al pastor que llegue para llevarlos adelante.

P.- El acento cordobés es muy marcado. ¿Qué matiz puede aportar Jesús Fernández?

R.- No descubro nada nuevo al hablar de la austeridad castellanoleonesa. No creo que se contraponga con la esbeltez de la cultura andaluza, sino que se puede complementar armónicamente. Que nosotros seamos más callados enfatizando la interioridad puede maridar perfectamente con el vivir hacia afuera, hacia la calle.

P.- Su sede será la mezquita-catedral…

R.- ¡Es una preciosidad! La pude contemplar en una visitar nocturna y atrapa. Pero lo más relevante es que es un espacio vivo, donde hay culto y cultura. Es un símbolo de lo que somos como Iglesia.

P.- Su nombramiento llega en plena enfermedad del papa Francisco. ¿Cómo ha vivido este tiempo de incertidumbre?

R.- Con tristeza, por ver en una situación así a un hombre tan vital. Sin embargo, su fortaleza en medio de la fragilidad nos contagia valentía frente a la dificultad, que es la que ha demostrado a lo largo del pontificado, unido a una lucidez que nos consuela y da esperanza.

P.- En pleno hospital, rubricó la hoja de ruta sinodal hasta 2028. Hay quien dio por enterrada la sinodalidad el pasado octubre.

R.- La sinodalidad es la esencia de la Iglesia. Francamente, no entiendo que haya gente, incluso sacerdotes, que vean lo sinodal con suspicacias. Ir en contra de la sinodalidad es ir en contra del ser de la Iglesia, que es caminar juntos, vivir en comunión. ¿Qué otra cosa podemos aspirar aquellos que creemos en el que oró por la unidad y nos motivó para estar unidos, para que el mundo crea? La comunión no solo tiene una dimensión espiritual, sino que requiere concreción, toma de decisiones, la participación de todos. El Concilio Vaticano II nos habló de la comunión para la misión. Esta hoja de ruta del Papa nos llama a no adormilarnos para caminar en un estilo de Iglesia acompasado con el Papa. El futuro de la Iglesia pasa por la sinodalidad, porque, de lo contrario, no sería fiel a lo que Dios quiso que fuera, a lo que Jesucristo quiso que fuera.

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