El pueblo congoleño, pese a los “muchos intereses exteriores” que perpetúan la guerra, aún sueña con la paz

  • Ana Isabel Gento, misionera española que ha tenido que salir del país, ofrece varias claves sobre la grave crisis tras la caída de Kivu
  • Para la carmelita misionera teresiana, este es “un momento global en el que Trump y Putin están estrechando muchos lazos”
  • ¿Cómo es posible “que Ruanda sea el mayor exportador de oro de la región cuando en su territorio no cuenta con minas de oro”?

Guerra en RD Congo

Después de décadas de violencias sin fin, la crisis en la República Democrática del Congo se ha elevado hasta un punto de máxima tensión. Todo desde que, en los últimos meses, el avance de la milicia M23, que se enfrenta al Gobierno con el apoyo indisimulado de la vecina Ruanda, le ha permitido hacerse con el control de buena parte de la región de Kivu, incluidas sus capitales en el norte, Goma, y en el sur, Bukavu.



Algo que se ha llevado por delante muchas vidas y trastocado otras, con miles de desplazados internos y exiliados. Entre las que se han visto forzadas de dejar su hogar está la religiosa palentina Ana Isabel Gento. Carmelita misionera teresiana, atiende a ‘Vida Nueva’ desde su tierra natal (tuvo que salir del país el 4 de febrero ante la gravedad de la situación) y nos explica que “nuestra congregación cuenta con unas 400 hermanas y siempre hemos tenido un carácter muy centrado en la misión. Entre los congoleños, contamos con dos comunidades en Goma, con diez y cinco religiosas, y otra en Bukavu, donde tenemos un noviciado donde hay diez internas acompañadas por cinco hermanas. Además, en la capital, Kinshasa, viven otras seis compañeras”.

Dos décadas en 20 años en América Latina

En el caso de Gento, que estuvo 20 años como misionera en América Latina (en Ecuador, Paraguay y Chile), “llegué a África en 2022, estando entre Bukavu y Ruanda, aunque, desde el año siguiente, ya me instalé definitivamente en Goma”.

En la capital del Kivu del Norte, “contamos con un colegio y un centro de salud, el Monte Carmelo, que hace las funciones de un hospital. Su maternidad fue creciendo y se convirtió en un centro nutricional gratuito. Gracias a que contamos con ayuda internacional que nos suministra leche y pasta, podemos ofrecer a muchos niños y familias una alimentación básica que combate la malnutrición, el gran mal en la zona”.

En los dos años que ella lleva allí, “he visto el creciente impacto de la violencia. Antes teníamos comunidades en muchos pueblos de la zona, pero tuvimos que ir cerrando todas. El obispo nos pide que nos repleguemos, ya que a las mujeres, con las violaciones, se nos utiliza como arma de guerra”.

Más allá del genocidio en Ruanda

Aunque “hay quien dice que el problema tiene su origen hace 30 años, con el genocidio en Ruanda, cuando mucha gente del país vecino huyó al nuestro, la realidad es que viene de mucho antes”, ya que en el país “hay muchas etnias”. Además de que aglutina “muchos intereses exteriores, ya que esta es una zona muy rica en minerales y los grandes países, como Rusia y Estados Unidos, están presentes de un modo u otro”.

Guerra en RD Congo

En plena incertidumbre, y “en un momento global en el que Trump y Putin están estrechando muchos lazos, algunos creen que el Gobierno congoleño contará con la ayuda de Estados Unidos a cambio de otorgarles el control de minas (como quieren en Ucrania) para hacer frente al M23, apoyado este por Ruanda… Pero nada se sabe con certeza”. Eso sí, hay hechos significativos, “como que Ruanda sea el mayor exportador de oro de la región cuando en su propio territorio no cuenta con minas de oro…”.

Otra realidad incontrovertible es que “todo ha cambiado desde la caída de Kivu”. El eco de la guerra, que antes era más difuso, “se fue acercando desde septiembre. Los rebeldes iban bloqueando todas las vías, impidiendo la entrada de alimentos, y se oían más cerca los aviones y las bombas”. Poco a poco, hasta que, “el último domingo de enero, ya nos rodeaban por todos los lados las balas y las bombas. Había mucho miedo y, en esos cuatro días, nadie podía salir a la calle, careciendo además de internet y de electricidad, por lo que la incomunicación era total”.

Un silencio sobrecogedor

A esos trágicos días “siguieron otros de un silencio sobrecogedor”. Todos tenían mucho “miedo”, pues “los asaltantes entraban casa por casa para llevarse todo”. Aunque, en su caso, “mantuvimos como pudimos el centro de salud, quedándose varios enfermeros y médicos junto a familias que allí se acogieron”.

Una vez que los rebeldes anunciaron que tenían el control de Goma, ella y otras dos hermanas españolas tuvieron que irse, lo que fue “muy doloroso”. En esta “nueva normalidad”, en la que supuestamente hay “más tranquilidad”, Gento apunta que “el gran problema es que no entran medicamentos y los bancos están cerrados, por lo que la gente no cobra un sueldo y no los puede comprar”.

¿Qué ocurrirá? “No lo sé, pero, pase lo que pase, que sea pronto. El Gobierno se acabó retirando para evitar más muertes, pero creo que se está reorganizando y, de hecho, ya ha recuperado algunas aldeas de la región”.

Pese a la incertidumbre y el dolor, que se acrecientan con la distancia, la misionera tiene “la esperanza de poder volver”. Para ello, sueña con que “las negociaciones lleguen a buen término, pues, sin dinero y con todo parado, algo debe pasar… Lo que no sabemos es qué será y conducirá a la paz, aunque sea relativa”.

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